miércoles, 3 de octubre de 2012


LA AMISTAD


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano

La palabra sugiere en su comienzo semejanza con el amor. Es como una extensión de él. El amor parecería más elevado, indicaría más cercanía entre dos personas, más intimidad y más compromiso. Sin embargo, la amistad también es elevada, busca ser estrecha, desliga muchas veces lo personal hasta entrar al terreno de lo íntimo y, aún establece unos lazos de respeto que se podrán denominar como compromiso.

La amistad deviene con el trato frecuente de dos personas. Empieza con el roce inicial de dos miradas diferentes, de encontrar cualidades en el otro que sobresalen. Hay cierta admiración por lo que es en él semejante a uno. Hay en el fondo, como en un manantial natural, una claridad de formas, transparencia en lo que se dice y en la manera de ver las cosas que rodean la vida, que unen a dos seres humanos. Hay gusto por encontrarse, por comunicar las vivencias, las dudas, las alegrías.

Hay deleite en dar lo que uno tiene, en com-partir, sin esperar reciprocidad, aunque de hecho la haya. Hay afán de poder ayudar en la necesidad pequeña o grande. Hay placer en comunicar lo que uno sabe, lo que tiene y ver que el otro disfruta de la compañía y se siente seguro de tenerlo a uno como amigo.

Entre amigos se supone la confianza. Nadie espera que el otro se aproveche de la amistad que uno brinda como parapeto o como escalera o como cúmulo de razones para después ir a perjudicarlo, cambiando el sentido de las experiencias vividas. Una amistad sincera respeta al otro como es, le dice con sencillez su parecer, pero no lo obliga a abandonar su modo de ser a cambio de seguir siendo amigo.

La amistad construye felicidad con las experiencias compartidas, ayuda a conquistar metas, a prever peligros en el camino, a encontrar joyas o tesoros en la sola conversación, en un consejo, en una palabra de apoyo en un momento de angustia.

La amistad no es interesada ni está basada en el dinero o la política o la secta. No se es amigo porque el otro tiene bienes materiales o buenas relaciones o está instalado en el gobierno. Esto se llamará compadrazgo, sociedad, clientelismo o lentejismo. La amistad es personal y está desligada de todo apego a cualquier rito, requisito adicional o raza o condición social.

La amistad se brinda y se otorga porque sí. Porque uno y otro son soberanos. Deciden formar un reino de hermandad entre los dos. Sin mezclar a otros ni buscar exclusivismos que aíslen o que signifiquen hacer mal a los demás. Uno es amigo para el bien, no para hacer el mal. Otra cosa es que a uno le va bien y al amigo le vaya mal y que las dos situaciones se sobrelleven y se trate de superar mediante el apoyo y la ayuda sincera más no a la fuerza.

La amistad es personal entre dos seres humanos. No hay contrato ni convenio. No se forma una comunidad de amigos del amigo. Eso suena a parche, a parcería, a convención, a confabulación y exclusión. Nada más ajeno a la amistad que es incondicional, libre, no ligada a reglas y que podría llegar hasta la muerte sin que nadie, ni el amigo lo sepa o exija.

La amistad es un invento humano. No lo inventaron los dioses. No hay catecismos ni decálogos. Solo hay que mirar a la cara y sentir quién nos entiende y nos ofrece su mano.

02-10-12                                                 11-08 a.m.

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