Hipocresía Pública: http://proclamanortecauca.blogspot.com/2012/10/hipocresia-publica.html
Por
J.C.E.
Modestos erasmistas consumados, RVQ y DM en esta conversación refuerzan
una convicción antiquísima, cuya vejez no le ha quitado lozanía: del fanatismo,
de la turbulencia, de la violencia irracional se alimentan siempre intereses
inhumanos que solo los espíritus serenos perciben.
El grueso de la humanidad da la impresión de que, en cualquier época,
pareciera vivir siempre fuera de sí misma, ansiosa de ser conducida, sin que
importe la ruindad o bajeza de la meta. Esta indiferencia de las grandes masas
por la naturaleza intrínseca y real de una conquista social, es interpretable
como un olvido de si: una irreflexión. Fuerza ciega, la masa renuncia a ser y
nada más quiere tener.
Reflexionar implica dejar las manos en el vacío, quietas, y presionar al
espíritu para que proporcione si nó respuestas, al menos conjeturas. Las masas
nada saben del pensamiento nacido en aguas tranquilas, y requieren de la
agitación porque su naturaleza es el hacer, donde el músculo no duerme ni la
ambición descansa.
Meterse adentro de la piel es doloroso, porque se encienden ciertas
batallas contra sí mismo: actos injustos pretéritos que laceran como martillos
persistentes, ideas adoradas que al primer repaso se desploman; momentos de
estupidez, necedad y desatino que se odian, caída inevitable en el juicio
interior de la conciencia; en fin, realidades tremendas del mar ignoto íntimo,
que exigen ser miradas, en un cara a cara que escuece y escalda los tejidos más
sensibles del corazón.
De ahí que los verdaderos héroes, los auténticos capitanes que pare de
vez en cuando la humanidad, terminen crucificados: se autoconocen y saben lo
que quieren, y de sobra distinguen lo requerido por las muchedumbres. En
consecuencia, prefieren inmolarse antes que sacrificar a nadie.
Queda como un lastre en el fondo de nuestras cogitaciones el héroe
ingenuo, una especie de marioneta que ignora la manipulación de sus verdugos.
Se limita a creer en consignas y a alimentar alguna promesa de futuro bienestar
personal.
¿Cuándo la conciencia popular estará, pues, madura para dirigirse a sí
misma sin sacrificar a sus semejantes? ¿Cuándo ha de advenir una democracia que
no esté abonada con sangre? Cuando al menos la mitad más uno de los siete mil
millones de habitantes de nuestro reaccionario planeta entiendan y ejerzan el
autocontrol. Aparte de utópica, suena arrogante una afirmación desproporcionada
como ésta. Erasmo la soñó, porque la había aprendido de Tomás Moro, que venía
de la Edad Media. Para Cervantes, estoico, senequista y erasmista como ninguno,
ésta era su verdad de acero, y por eso no la puso en boca del Quijote, sino de
Sancho:
“—Abre los brazos, deseada patria, y recibe bien a tu hijo Sancho Panza,
que si bien no viene vencedor de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo,
que es el mayor vencimiento que desearse puede, según me lo ha dicho mi señor,
Don Quijote”.
El héroe, ese sí héroe de Lepanto, sentenciando con profunda melancolía,
nos advirtió que cuando el pueblo raso tenga conciencia de estas verdades,
entonces y sólo entonces, acaso comience la nueva Arcadia para la humanidad.
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RVQ: La victoria sobre sí mismo, la que se logra en
silencio, sin pantalla social ni capitulaciones ante la bulla, la fama y la
apariencia, praxis íntima, inalienable y auténtica, quizá da a unos pocos el
aliento para seguir marginándose de toda la comedia humana donde las máscaras
pugnan sin conseguir final. Una paz, un destino iluminado, nunca vendrá ni al
final de la historia, como creen muchos de manera ingenua. Mientras tanto,
ahondar en la reflexión serena, independiente y sin marca, será la bandera que
pocos guardan en su intimidad, porque no es apta para ondear entre las
multitudes.
Gracias, maestro
Julio, por su discurso aclaratorio. RVQ