lunes, 4 de marzo de 2013



LA MESA DE EPULÓN Y EL HAMBRE CAFETERA


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano

Se completan ya ocho días de paro por parte de los pequeños cafeteros. De quienes tienen una parcela, de unas pocas plazas. El paro no es de la Junta directiva de la Federación ni mucho menos está avalado por don Luis Genaro Muñoz, su presidente. Ellos no salen de sus oficinas. Ellos están muy bien pagos con los sudores y cargas con deducción fija que se deposita en su hondo Fondo.

Este país poco a poco ha ido saliendo de su marasmo secular, de seguir las enseñanzas cristianas de aguantar, de tener paciencia, de respetar la autoridad, de bajar la cara ante el saludo del alcalde y del presidente, de esperar que el superior decida qué hacer con los súbditos. Las vías de hecho se han vuelto el único recurso que tiene el pueblo. Más la unión sin fisuras en estas ocasiones perfectas, como lo advirtió una vez el Tribuno al Pueblo, don José Acevedo y Gómez. Lamentable que ya no sea el paro y la pelea por el florero contra un virrey español. No hay peor daño que el que causa el propio palo.

La ley ya no asusta al pobre Lázaro que se arrima a la mesa de los epulones gordos de Hacienda, de Minas, de Ambiente, de Agricultura o del Congreso que han pedido desbloquear las vías y que se ajusten a la voluntad generosa del gobierno que invita a una Mesa de negociación por medio de su representante lejano. Ya el pueblo está tomando confianza y está harto de tantos anuncios. Lo que nunca pudo hacer la guerrilla, lo está haciendo la incapacidad del Gobierno.

Hay plata para subir sueldos de parlamentarios, para dar gabelas a los que vienen del extranjero a llevarse nuestros recursos, para subir a los astros las pensiones de magistrados, para escamotear la plata de la salud de las cesantías, EPS e IPS. Pero no la hay para arreglar el precio de sustentación, ni para condonar las deudas de los cafeteros que impiden cualquier arreglo en sus parcelas.

El Tiempo llamó campesinos a los cafeteros, un epíteto despectivo en el contexto. Sí. Eso son. Igual que los paperos, cacaoteros*, los sembradores de legumbres, tubérculos, frutas. Ellos no merecen sentarse a la Mesa porque no tienen carro ni alfombra roja. Allí solo se sienta Epulón para dejar ver su bondad y largueza y su panza. Al final solo caerán unas migajas que Lázaro debería recoger y besar la mano cerrada. ¿Hasta cuándo tendrá el Gobierno a los pobres cafeteros con la mano alargada pidiendo una limosna?

No. Ese símil tan evangélico no debe ser aplicado después de casi 600 años de colonialismo y servidumbre. Ya son más de 50 décadas que al cafetero se le trata desde lejos. Mucha propaganda a la Federación, al cafetal de verde y rojo, a las grandes plantaciones. Pero para el trabajador, debajo de la Mesa, solo le toca la roya para las socas y el perro que le lama las llagas de su pobreza.

Duele ver que escasean los alimentos, que se quedan durmiendo viajeros a la vera del camino, que los cafeteros salen de sus parcelas a defender los desvelos de toda una vida. Pero duele más que el Gobierno, la federación, el Congreso aprieten el puño lleno de plata de la reforma y los elevados aforos de valorización y catastro. Duele ver tanta pobreza en las parcelas y tanta plata invertida en una mula y un sello.

04-03-13                                          9:11 a.m.

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