NELSON EDUARDO PAZ ANAYA
Grata emoción nos produce cantar el himno del Cauca. Recordamos entonces al autor, el poeta, abogado y ecólogo Gustavo Wilches Chaux, su figura de tradicional Papá Noel, con su mirada de filosofo espontaneo, con sus académicas y redondas gafas negras y sus desteñidos overoles de pechera abotonada; con la sonrisa abierta en la burla de lo establecido; con el concepto de lo ambiental en la anécdota oportuna, o con la ocurrencia afectiva en la meditación cotidiana.
El himno es un amarre del Cauca, con la soga de un verso y el nudo de un poema; allí cupo la naturaleza pródiga, su cuna de aguas fecundas, su cordillera de sol, el oro, el mangle y el tambor, la isla agreste donde el viento se posa a cantar su canción, la selva y las nubes que se funden sobre el suelo fértil que el volcán abonó, y allí acomodó en gigante pesebre a blancos, indios, negros; magos creyentes en pos de una sola ilusión y bautizó en el río; cantando, hijos de la misma tierra, frutos de la misma flor.
Como maestro de la integración, sumó todos los tiempos; pasados, futuros y el presente, predicando como los apóstoles de la Biblia, de Navidad, coplas y estribillos, en la búsqueda de la patria anunciada: “Cauca, Cauca, nos une un pasado, un propósito y una intención, voluntad de encontrar un camino hacia un mundo mejor”. Todo un mensaje de villancico, con el músico Mario Gómez Vignes, escribiendo sus figuras en el pentagrama, a partir de la sonoridad andina colombiana. Son tiempos de 3x4, dando tono a los paisajes caucanos del poema, apartándose del 2x4 marcial, repetido de los himnos, para acercarse al aire bullanguero de la chirimía, con sabor a natilla y a buñuelo.
Las estrofas resumen la memoria espiritual de los indios, el heroísmo criollo de sabios y próceres; los afrodescendientes aportando la inteligencia cultural del movimiento, vibrando en el baile y saltando en el deporte; amalgamando los hijos de la misma tierra, para lograr su propósito y su intención.
Con su canto se ha avanzado y se ha caminado mucho, sobrepasando duras tragedias como las de los terremotos, pero aun en medio de las dificultades, de la pobreza y la violencia, se ha recorrido una parte del sendero con el brillo que acompaña el halo de la Nación.
Cofres de ciencia, arte y tecnología, acumulado de inteligencia, trabajo y dedicación, adornan estos propósitos para brindar luz en el camino hacia el mundo mejor. Muchos caucanos en diversas disciplinas, como faros de esta tierra, en la inmensidad del planeta, giran en varios escenarios. Toda una constelación de voluntades, desafiando al mundo para construir la confianza de un ejemplo. Se fue Edgar Negret, dejó su estilo mágico en sus líneas duras y sus curvas eternas, frutos de la misma flor.
En esta Navidad se extiende abierta a la vida, la laboriosidad como valor supremo de la comunidad caucana, el deleite de los artistas, las reflexiones de los académicos, la productividad de los empresarios, las ganancias de los comerciantes, la organización de la burocracia, la lucha de los sindicatos, la información de los periodistas, el sermón de los sacerdotes, la tenacidad campesina, la espera de los desempleados, y la esperanza de la paz, como alboradas de un futuro mejor.
El año venidero tendrá un pesebre adornado con expectativas en las regalías, en el café, en toda la agricultura, en la minería, en la piscicultura; con salud, vías y educación; con visitantes que traerán fortuna para comprar el dulce, el pipián y el carantanta. Se dirá, entonces, buen año, próspero 2013.