miércoles, 12 de diciembre de 2012



DE COLONIZADORES Y FUNDACIONES

Fundación de Santa Fe de Bogotá (Óleo de Pedro Quijano)

Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano

Hablar hoy de la Colonia y de la fundación de las ciudades en América parecerá un poco extraño e inútil. Sin embargo, pienso echar un rápido recuerdo de cómo Gonzalo Jiménez, Pizarro, y otros adelantados llegaron a tierras de Colombia o Perú. Venían en nombre de la Corona española a sentar sus reales nalgas en nuestro territorio y a plantar su escudo y bandera en alto sitio.

Jiménez de Quesada llegó a la verde llanura de los Zaques en Bacatá, en la mitad de esas fértiles tierras a donde, después de muchos sudores y con ojos no tan mesiánicos determinó llamarlas Nueva Granada y fundar un caserío que nombró Santa Fe de Bogotá. Lo mismo hizo Belalcázar en Cali o Pizarro en Perú y otros conquistadores de a caballo y con sabuesos que los guiaban. El mariscal Jorge Robledo en el valle de Aburrá donde habitaban Tahamíes y Niquías, Juan de Cabrera en Neiva, don Pedro de Heredia en Cartagena.

Miraron ellos las condiciones del terreno, su situación estratégica, su posición junto a ríos y los frutos que allí se producían y ponían a los aborígenes a construir calles, casas con patios y caballerizas como las había en el país de donde venían. Tuvieron en cuenta dotar los nuevos caseríos de acueductos similares a los que una vez construyeron los romanos por toda España. Supieron, con ojo avizor, trasladar al Nuevo Reino sus paisajes, sus costumbres y tradiciones en los pueblos que fundaron que llegaron a ser ciudades y metrópolis.

Pero, oh sino pobre, el nuestro. Hasta ahí quedó el progreso de estos lares que aquellos bizarros españoles dejaron. Sembraron unas semillas con su visión y coraje. Trazaron coordenadas, alzaron puentes, levantaron iglesias, abrieron escuelas y picaron trochas que fueron más tarde las carreteras que hoy usamos.

Hoy vemos multiplicados sus frutos en Bogotá, Medellín, Santa Fe de Antioquia, Girón, Barichara, Buga, Popayán, Mompós o Socorro. ¿Nadie más nació con corazón y sangre de héroe, con mirada más larga que su nariz? ¿Nadie tuvo en su seno la osadía de fundar en medio de la lejanía, en punto feliz de la geografía, un pueblo que llevara su nombre? ¿Apenas los ricachones lograron levantar una finca para vacas y caballos de paso, una hacienda para mantener esclavos o tener un territorio cerrado de pastos con el apellido de sus abuelos?

Ni el Gobierno ha tenido ni la genialidad ni el tesón de aquellos bravos pioneros que llegaron en barco, sembraron su religión y sus mitos y se fueron con el oro. Pero nos dejaron donde vivir con servicios y con la costumbre de cobrar impuestos. Ahora, a los ministros de Vivienda Vargas Lleras ni de Agricultura, Juan Camilo Restrepo se les ha ocurrido fundar con las 400 casas bien hechas, con servicios e infraestructura en lugares fuera de las grandes ciudades. Ni se han aprovechado las tierras que asolaron los paras y guerrilleros para acrecentar las posibilidades de otra ciudad moderna al estilo de Brasilia.

Lo más que han hecho es acabar con pueblos como Guatavita y El Peñol para convertirlos en casuchas de mala estopa o en vivienda para ricos.

Parece que no tuviéramos ingenieros, arquitectos, planificadores, hombres de empresa. Los que hay solo piensan en llenar sus bolsillos, poner a rentar su plata en paraísos lejanos y comprar yates y jets de lujo. No tienen ni agallas para fundar una aldea ni para engrandecer la patria dotándola de un territorio hábil para vivir dignamente y con buenos servicios. Les falta sangre en las venas, visión de futuro, grandeza de ánimo y un pocotón de pujanza.

12-12-12                                               3:15 p.m.

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