MARCO ANTONIO VALENCIA
Es la oportunidad para que los adultos les demostremos a los niños cuánto nos interesan y los llenemos de presentes. Les brindemos la oportunidad de unas vacaciones entrañables que les permitan conocer otros lugares, pasear por la ciudad, visitar familia y les cumplamos sus sueños al ofrecerles un regalo deseado. La navidad es para los niños un recuerdo importante y tenemos que hacer lo posible y lo imposible todos los adultos para enseñarles a querer y a respetar la navidad y todo lo que significa. En otras palabras, es una ocasión de oro para educar con ejemplo y con cariño, aquellos valores tradicionales y familiares básicos para la convivencia.
Para los adultos es otra cosa. Y todo depende de la persona. Para los que han tenido una infancia feliz, con navidades hermosas, volver a ésta época es lo mejor que les puede pasar en todo el año y seguro andarán felices porque tendrán la oportunidad de compartir con amigos y en familia. Para los que viven momentos de soledad o lejos de sus familias, ver el jolgorio de los demás es desagradable, las alegrías ajenas irrespetan el silencio y la paz de una casa donde el corazón no se está dispuesto para la fiesta. Para los que están enfermos, postrados en una cama, en medio de dolores y la esperanza de una mejoría, es triste y duro. Para los que tienen que salir a trabajar para aprovechar el afán comercial de las fechas, es una gran oportunidad. Por esta fecha mucha gente tiene dinero y quiere gastarlo, entonces hay que salir a ofrecerles cosas, y por tanto hay que trabajar largas jornadas. Para los que les gusta salir de compras, y ven en ese acto un destello de alegría sin importar si se endeudan o no, es un buen momento. Y para los que tienen que gastarse el dinero de la prima en bobadas es un dolor de cabeza.
En navidad, la tradición indica que se celebra y se cocina en familia o para la familia. Los comedores se llenan de dulces, natillas, buñuelos, carnes, postres y licores. Es una maravilla reunir a los parientes o a los amigos para disfrutar una buena cena, recordar momentos agradables y renovar el amor filial. Es una maravilla más grande viajar muchas horas incomodas para llegar a una cena familiar.
Hay quienes se van de casa, salen para sus fincas, centros de recreación o balnearios. Se van a descansar del trajín laboral del año. Se tiran en una hamaca a leer, a escuchar música, a estar tranquilos, a disfrutar de unos días libres bien ganados para renovar fuerzas y mentalizarse para el próximo año. Tienen derecho.
Muchos otros tienen mitos y agüeros para navidad. Eso nos hace terrestres y pedestres. Por ejemplo, yo soy de los que se paran frente a su estudio y comienza a sacar papeles, revistas, periódicos y deshacerme de todo el peso y la basura que he acumulado en el año. No me gusta dar regalos inútiles, pero me alegra organizar una cena para la familia, hacer que vengan todos los parientes a casa y tomarnos fotos y saber qué ha pasado con sus vidas en los últimos meses y que brindemos por ello. Pero sin duda, lo que más me gusta es reunirme en la casa de mi abuela con mis tíos y primos para comer la natilla que ella nos prepara. Ese olor de natilla, ese sabor a natilla, ese momento de felicidad me sabe a gloria, es el recuerdo más marcado de mi infancia, la tradición que más valoro y añoro. Ah, y jugar aguinaldos, me encanta jugar aguinaldos. Es divertido. Ya comienzan las novenas, los invito a jugar aguinaldos.
Marco Antonio Valencia Calle
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