Por: Luís Barrera
Por todo el territorio colombiano los pueblos están enfiestados, no sólo por el regocijo de la Navidad y el Año nuevo, sino por las festividades populares o patronales de muchas poblaciones que reflejan las ideologías de sus gentes y las aspiraciones de una nación.
Establecidas oficialmente, éstas tradiciones permiten ver los deseos, las preocupaciones y los contenidos emocionales e intuitivos del pueblo caucano y colombiano, y nos hacen pensar en diversidad cultural, asimilación, invención y mestizaje.
Estas fiestas locales o regionales se fundamentan en actividades importantes para la colectividad, como las que daban en sus principios los aborígenes indígenas con motivo de siembras y cosechas.
Las fiestas culturales o populares de nuestros pueblos, más que ser un momento de entretenimiento, aportan a los propios y extraños un sentimiento de integración comunitaria, de retorno a los ancestros y los recuerdos, nacionalidad compartida, sin importar la clase, religión, género o etnia.
Los municipios caucanos desde hace muchos años están viviendo un fenómeno de transculturización de los carnavales de negros y blancos de Pasto, cuya marcada asimilación se han dado en los pueblos del sur del Cauca e inclusive se prologaron con las ya tradicionales de Pubenza en la meseta de Popayán.
Considerado como la manifestación cultural de razas más significativa, el Carnaval de Negros y Blancos se ha convertido en una experiencia cultural inolvidable, aprovechando que la capital nariñense se ha conocido también históricamente como el punto de encuentro y cruce de caminos de diferentes pueblos y culturas.
La arraigada cultura de las gentes nariñenses de la cordillera y litoral Pacífico, es la expresión de su historia, costumbres y tradiciones, basadas en el legado de los pueblos originarios y el aporte de los inmigrantes. Todo ello ha dado forma a su reconocida representación artesanal y artística actual. Estos multitudinarios carnavales, la música y la danza son su vivo reflejo de la creatividad de los pueblos y colonias que allí se dan cita.
La expresión tradicional y cultural de las fiestas pueblerinas del Cauca igualmente se ha considerado como una dimensión importante e imprescindible en la evolución del concepto de desarrollo en sus diferentes celebraciones.
Su función va muy unida curiosamente a la política y a la educación que deben buscar mejorar el bienestar colectivo, concibiéndola como un bien común que las comunidades y sociedades han de incorporar en la configuración de sus futuros y en la lucha contra las dificultades que genera la pobreza y la desigualdad.
Los pesimistas sostienen que “mientras el país se derrumba, el pueblo de va de rumba”. Pero quién va creer que las fiestas populares de los distintos pueblos convocan, unen e identifican la cultura e idiosincrasia de los pueblos.
La esencia cultural de las ferias y fiestas de nuestras poblaciones, tiene una función de capital humano como medio de obtener poder y reconocimiento social y político.
Las actividades culturales con organización lúdica y apoyo gubernamental por ejemplo, pueden influir en la capacidad de la gente para afrontar los retos de la vida cotidiana y para reaccionar ante los cambios repentinos en su ambiente físico y social.
Las festividades de los pueblos son expresiones culturales que en algo inciden en el aumento de las oportunidades sociales de las personas, influye en la integración y reencuentro familiar, el empleo y en el uso lúdico del tiempo libre, aunque la mayoría opten por la parranda.
El mes de enero es un tiempo de festividades en Popayán y otras poblaciones vecinas caucanas pues además de los Reyes Magos, estos municipios se llenan de alegría con motivo de las fiestas de Pubenza, un acontecimiento que se aleja de lo piadoso y religioso para acercase a la diversión pagana.
Se trata de un evento conocido como la “guerra de agua” en la que el objetivo es que no quede un solo habitante con la ropa seca. Durante este tiempo, todos se entusiasman con la idea de mojarse y así es como dentro de estas fiestas los pobladores compiten por el balde más grande de agua o la manguera más potente para así mojar a la mayor cantidad de gente posible, pese a las prohibiciones en tal sentido de la municipalidad.