JOSE LOPEZ HURTADO
En el exclusivo Club El Nogal de Bogotá,
se acaba esta semana de lanzar el manifiesto para la construcción de la nueva
República de Colombia. Y el extenso documento, que pretende dar fundamento a un
decálogo final, se envió desde la clandestinidad por el renuente ex Comisionado
de Paz, Luis Carlos Restrepo, quien, para ser justos, ya no ostenta la triste
condición de prófugo, pues la boleta de captura se revocó, sino simplemente la
de una persona, con domicilio desconocido de todas maneras, que no ha querido
presentarse a rendir cuentas a la justicia por los graves cargos que se le
imputan, pues estima que al igual que otros allegados íntimos a Uribe, son
perseguidos políticos del actual régimen.
En el aristocrático recinto se
reunió a manteles la crema y nata de la derecha colombiana, “viuda del poder”, que
busca a como dé lugar, instalarse de nuevo en la Casa de Nariño, no por cuatro
años según lo establece la ley, sino por ocho años y con reelección
presidencial incluida, como se cuida de resaltar el histórico documento,
similar a aquél con el que los paramilitares con el punible concierto de
algunos políticos, hoy purgando sentencias, pretendían "refundar" la
patria.
Por supuesto, que hay que hacer
un esfuerzo sobrenatural para digerir el mamotreto lleno de referencias históricas
desde el gobierno de Pastrana y Samper, tiempos desde los cuales, dice,
Colombia equivocó su rumbo al tratar de dialogar sobre la paz. O sea el único
camino es el militarista. Más adelante, se queja del “error costoso”, que
significó la segunda pretendida reelección del ‘Mesías’, que abrió una fisura
por medio de la cual, con jugadas de tahúr, Santos supo aprovechar.
Pretende así mismo el documento,
adelantar una definición del santismo, como escuela política que gira alrededor
de la premisa de que el actual Presidente es un “traidor a su clase”, porque no
de otra manera se explica que haya colocado a los dos más recalcitrantes
enemigos, Vargas y Juan Camilo Restrepo, en puestos claves del gobierno. No obstante,
abona a Santos “su manejo de las diferencias de salón”.
El capítulo que sigue se intitula
“No a la reelección de la mentira”, y es una invitación a un "juicio
político" al primer mandatario, por gobernar con la “agenda de los
opositores”, con esa soberbia propia que es característica del mejor estilo uribista.
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Los acápites siguientes incluyen
la urgente convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, que no deberá
contemplar en ningún momento la revocatoria del mandato de los congresistas
elegidos en 2014, además de fortalecer el fuero militar por actos cometidos en
razón del servicio, y finalmente contempla como cualquier lectura sagrada, el
Decálogo final, remedio para todos los males que aquejan a saber:
v
Reconocer
que el uribismo se equivocó al elegir a Santos; iniciar una férrea campaña
contra la reelección del actual Presidente e identificación de tres candidatos:
el presidencial, el cabeza de lista del Senado de la República y el de la lista
para la ANC. Cabe resaltar que uno de los diez puntos subraya la necesidad de
que en adelante los periodos presidenciales sean de ocho años, con la
posibilidad de la reelección.
v
Se intuye a
manera de castigo contra el Partido de la U, por formar parte de la Unidad
Nacional que acompaña a Santos, la posibilidad de su reforma o disolución, en
el peor de los casos.
En términos generales esta es la milagrosa
fórmula de los uribistas, incluido por supuesto el inefable José Obdulio
Gaviria y el no menos impotable Plinio Apuleyo Mendoza, para salvar al país del
abismo al que lo ha conducido el presente gobierno, porque según el documento “Santos
no piensa en el futuro de Colombia , sino en su futuro personal”.
Desde la penumbra de los más
recónditos sentimientos de amargura personal, se le acaba de trazar el nuevo
rumbo a Colombia. Váyase a saber si desde la selva colombiana... o desde
cualquier encopetada capital europea - porque eso sí les fascina -, se ha
reorientado el torcido camino de la democracia colombiana.
Este, el loco diagnóstico de un
siquiatra en retirada.
Sólo falta que aparezca el ‘Mesías’.
* Analista Internacional, colombiano.