Rodrigo Valencia Q
Especial para Proclama del Cauca
—Mire este texto del Corán en árabe.
Una belleza, ¿no? —Tomaron el libro, lo miraron
con delectación; los signos, sin comunicar nada gramatical, tenían la
plasticidad y belleza de los impulsos del espíritu: se veían como letras mudas, pero hablaban y se imponían con
belleza, elegancia apacible y cadencia armónica.
—Al margen de esa sensibilidad tan sui géneris, las grafías de las lenguas
semíticas, y en general las orientales, son verdaderas obras de arte. Nuestro
alfabeto es demasiado simple, pero milagroso: ¡escribir infinitos mensajes con
28 letras!
—Aquellas son caligrafías para enmarcar; ¿pero no será que el
idioma nuestro, en sus grafías, lo vemos tan simple y nada artístico porque es
nuestro pan de cada día? A lo mejor los orientales miran nuestros textos
escritos también como nosotros miramos los de ellos.
—Probablemente es como dices, pero
sin duda hay más "rasgos y rasguños" en los signos árabes y chinos.
—Sí; allí hay además un cierto orden; cada signo parece que
esconde un misterio propuesto con elegancia y serena quietud en movimiento.
—Más que signos lingüísticos lo que
yo veo son delicadas pinturas.
—Son verdaderos impulsos de una mano sensitiva.
—También es un misterio de la especie
por qué nos fueron dados diferentes sistemas para expresar sentimiento y
pensamiento.
—Entre los animales, todos los de una especie "hablan"
el mismo idioma, así vivan en la China o en Cafarnaum. Siempre me he preguntado
por qué el ser humano se ha encerrado en territorios exclusivos, excluyentes
para los demás, con límites inviolables, con sus lenguas propias y costumbres,
siendo que los pensamientos deben ser los mismos. El resguardo, la defensa, los
celos, la envidia, la guerra contra otros, los secretos, etc... Todo ello dice
mucho de la mala disposición del hombre para reconocer los derechos legítimos
de la totalidad de sus congéneres. Tenemos sentimientos pequeñitos; no hemos
madurado una pizca en tantos milenios de ensayar la vida.
—Las pasiones humanas son comunes a
todos los hombres, el deseo de trascender es el mismo; para qué entonces
"decir" todo eso en distintas lenguas. Y el colmo: cada lengua tiene
la manera de hacerse casi inaccesible para quien no la habla y brega por
aprenderla.
—La historia de Babel es una buena parábola, pero la realidad
debe ser otra. Quizá los lingüistas sepan algo al respecto…
—El autor o autores de Babel se hacían las mismas preguntas
que nos hemos formulado. Los lingüistas tampoco tienen la respuesta, ese es
otro misterio que viene
de la bruma de los tiempos.
—El hombre nació "hablando"; al menos, aunque
primitivo, tuvo el pensamiento como principal herramienta para la vida. Pero la
palabra inicial, la metafísica, digamos, se desdobla en signos sui géneris, se
opaca con su lado sensible, y las propias alteridades redundan en multiplicidad
de expresiones y signos correspondientes.
—Donde nacía el individuo, con la
comunidad convenía lo que había que "hablar". Y como se vivía en
aislamiento, entonces una comunidad remota no sabía lo que sus antípodas
estaban "hablando". Cuando ya se establecieron contactos, las lenguas
"aisladas" tenían raíces muy profundas como para pensar en unificar.
—Es posible que las comunidades totalmente aisladas
"oyeran" las palabras de una forma diferente; en ello vendría a
trabajar la capacidad inventiva, cierta sensibilidad por el entorno y sus
diferencias geográficas, el paisaje, la alimentación, el color de la piel, los
mitos y los miedos... No sé, acabo de intuir esto. Por eso, también, las
expresiones musicales y artísticas son tan distintas.
—Buena teoría: Los sonidos del
desierto, los sonidos del mar, los sonidos de la montaña, los sonidos de los
polos... Como para hablar de familias lingüísticas. Y sensibilidades distintas:
unos poetas, otros narradores, otros pintores, otros músicos...
—Y otros que no sirven para nada; ni siquiera reconocen el
entorno; han nacido con la precariedad de la infinita nada... Se podrían sacar
los grandes ojos que tienen, y, aún así, no perderían nada. La pereza atenta
contra la dignidad humana; es la antecámara de la muerte…
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