martes, 3 de julio de 2012

¿QUE SE FIZO EL REY DON JUAN ? …


Jaime Vejarano Varona

¿… los infantes de Aragón qué se ficieron?

Memoria… memoria…

Estrujo mi archivo memorístico para tratar de ubicar en qué momento se perdió esa serie de valores que distinguieron a nuestra querida Popayán. ¿Quizá fue en la fatídica fecha del terremoto de 1983? ¿Habíamos venido decayendo desde antes? ¿O nuestra ruina se generó con las últimas desastrosas administraciones locales?

Para empezar, vaya ésta anécdota: En la reciente presentación de la magnífica obra pictórica del Maestro Álvaro Garzón López, se mostró un video que se iniciaba con una fotografía de la Plaza de Caldas a comienzos del siglo XX, cuando frente a la Alcaldía se realizaba un mercado con toldas y caballos; y llena de enruanados con sombrero de iraca y jigra y todo. Viéndola, toqué el hombro del Arquitecto Tomás Castrillón Valencia y le pregunté en voz baja: “Sácame de una duda, esa foto es del Popayán de antes, o del que viene.”?.

Es tal el deterioro que ha sufrido nuestra ciudad y peor aun el que se avecina, que la respuesta pudo ser: de ambos, del Popayán de ayer y del que se aproxima.

Pues bien: me puse a rememorar algunos episodios sucedidos en nuestra ciudad y acudió primero el de la gran Minga convocada por el Gobernador Edgar Simmonds Pardo para construir un camino de ascenso a las Tres Cruces.

Qué maravillosa muestra de civismo dio la ciudadanía: desde el señor Arzobispo hasta el último de nuestros coterráneos, pala y pico en mano, acudieron al llamado; y en dos días se abrió el carreteable. Las más distinguidas señoras, junto a humildes amas de casa, se encargaron de ofrecernos entredías y refrescos, así como un suculento almuerzo. Con qué emoción rememoro ese suceso histórico de civismo.

¡Ah! Qué tiempos, señor don Simón!

Otros episodios de esa Civilidad que continuamente reclama en sus notas periodísticas nuestro gran amigo Dr. Horacio Dorado Gómez, vinieron a mi memoria para socorrerme.

Curiosamente casi todos a raíz del terremoto y varios singularmente protagonizados por tres miembros de una de nuestras más tradicionales y representativas familias:

Al derrumbarse su casa de la esquina de Santo Domingo, pereció uno de los hijitos del Doctor Santiago Ayerbe. Ante semejante tragedia  familiar, este notable Galeno no tuvo inconveniente, con su gran dolor a cuestas, de presentarse al Hospital y dedicar los días enteros subsiguientes a socorrer humanitaria y profesionalmente a los muchos heridos que clamaban auxilio.

Otrosí, la casa de doña Silvia Ayerbe de Caicedo fue una de las más perjudicadas por el sismo. Ella fungía como Directora del Museo Arquidiocesano de Arte Religioso, y en función admirable de su responsabilidad, olvidándose de lo suyo, se dedicó a organizar el salvamento de las múltiples e invaluables reliquias que contiene esta notable colección.

Con el desconcierto natural que embargó a la ciudad en la fecha infausta del Jueves Santo de 1983, una comisión del Municipio se dio a la tarea de hacer el censo de edificaciones que amenazaban ruina. El diagnóstico casi general fue: “Demolición Total”. Entre ellas se determinó que el Teatro Municipal debería ser derruido. Ya se había ubicado frente a este hemiciclo un gran buldócer para iniciar la demolición, cuando apareció el Arquitecto Luis Eduardo Ayerbe y parándose en frente de la máquina dijo que sólo por encima de su humanidad permitiría semejante crimen contra Popayán.

Y, también a causa del sismo, se derrumbó la cúpula de la Catedral. Algún Arquitecto venido de Bogotá proyectó un domo absurdo para restituirla. Era tan grande el desacierto de su proyecto, que la ciudadanía entera lo rechazó y evitó se llevara a cabo tal atropello a nuestra Basílica de la Asunción.

Y la entrañable Iglesia de San José cuya demolición había dispuesto la Curia, se salvó “a punta de empanadas”, por un grupo de payaneses, gracias al liderazgo, la convicción y el denuedo de la esclarecida y bien recordada dama doña Luz María Álvarez Garcés.

Años después y con la anuencia del Consejo Filial de Monumentos, presidido por el Arquitecto Álvaro Montilla, se pretendió construir un edificio -digo mejor- un adefesio totalmente absurdo en su diseño, para la Facultad de Ciencias Contables de la Universidad del Cauca, y con el liderazgo de una protesta general que inicié periodísticamente después de presentar mi renuncia como vocero de la Academia de Historia del Cauca ante ese organismo, en razón de mi inconformidad, se logró rescindir el inconcebible proyecto arquitectónico propuesto.

Quizá no debemos olvidar cuando se pretendió conceder la “Alcayata de Oro” al Rey de España, o de entregarle las “Llaves de la Ciudad” al acaudalado industrial Ardila Lulle. Ambas resoluciones, totalmente injustificables, recibieron pleno rechazo ciudadano.

Recientemente, la estatua del General T.C. de Mosquera de una manera inconsulta e ignorante, fue pintada de color plata. La reacción indignada de toda la ciudad no se hizo esperar y prontamente hubo de serle restituida la pátina del tiempo que ennoblecía la escultura.

En la Avenida Panamericana, entrada Norte Popayán, sobre la zona verde de separación se encuentran, aun sobrevivientes, unos hermosos guayacanes que exornan maravillosamente la vía. Pues bien como algunos de los “hijos de papi”, en sus borracheras sabatinas y en la resaca de las madrugadas dominicales, se estrellaban con sus vehículos contra ellos, ordenaron talarlos, pero se inició un gran movimiento cívico liderado por la Arquitecta Paisajística Lucy Amparo Bastidas que impidió se llevase a cabo tan absurda determinación. Y hoy lucen esplendorosamente los inocentes guayacanes.

En días pasados un grupo de ciudadanos indignados evitó que se trasladara en carretillas de mano, ¡sabe Dios hacia donde! la biblioteca donada por la familia Mosquera Wallis y que estaba en la Casa Museo del Prócer cuatro veces Presidente de la República.

Los anteriores episodios, traídos al azar, nos indican que cuando la ciudadanía se para de frente con solidaridad y decisión en defensa de sus intereses, es posible salvar a nuestra amada Popayán.

Me pregunto: ¿dónde estábamos los payaneses cuando permitimos que nos acabaran con el añorado parquecito de San Francisco? ¿Dónde, cuando nos desfiguraron el Parque de Caldas y, con ello, la preciosa fisonomía de nuestra Ciudad? y ¿dónde cuando reutilizaron con fines comerciales la Casa Caldas, olvidando que se trata de un invaluable monumento histórico Nacional?

Y digo ahora, como lo cantó Rodrigo de Caro ante las ruinas de la Itálica Famosa: Qué se fizo el rey don Juan; los infantes de Aragón que se ficieron” … (Y, para nuestro caso, ¿qué nos hicimos los popayanejos mientras destruyeron la Ciudad?)

Así debemos clamar hoy ante la ruina que amenaza a nuestra ilustre Popayán.

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