CARLOS E. CAÑAR SARRIA
No fueron convincentes los
congresistas en las sesiones extraordinarias de Senado y Cámara. Se limitaron a
lavarse las manos y a evadir responsabilidades. Con distractores en el sentido
de que habían respaldado iniciativas como Familias en Acción, la Ley de
Víctimas, etc., sin ubicarse en explicar su responsabilidad en lo fundamental,
es decir, en el engendro de Reforma a la Justicia, que por fortuna fue abortada.
Las inconsistencias jurídicas sobre las competencias del Presidente para
objetar actos legislativos de reforma a la Constitución y de citar a reuniones
extraordinarias del Congreso como en el caso sucedido, queda en manos de las
entidades pertinentes y en expertos del Derecho. Nadie discute que la Nación
vive una tremenda crisis de legitimidad.
Reforma muy costosa para el
Gobierno, la popularidad del Presidente bajó de manera sustancial. Para el
Congreso también. Este no es el chivo expiatorio de la crisis-como ha querido
posar pues carga mucha responsabilidad por el estado de cosas. Con el archivo
de la reforma, todo no puede quedar como si nada. Hay que buscar mecanismos que
permitan la modernización del régimen y sistema político colombiano. Ello, por
ejemplo, llevaría a discutir la manera como ha venido funcionando la separación
de poderes, la conveniencia o no de hacer dejación del sistema presidencial al
parlamentario y la revocatoria del Congreso.
Presenciamos en televisión por
varias horas las intervenciones de varios congresistas en las pasadas sesiones
extraordinarias. Las culpas se las endilgaron al Ejecutivo y a los medios de
comunicación. Algunos arremetieron cínicamente contra los medios y las columnas
de prensa por sentirse estigmatizados; como si no hubieran hecho ‘méritos’ los
congresistas en su propio desprestigio.
El país entero clama por una revocatoria
y por un nuevo Congreso. Difícil en atención a la cultura política colombiana. El
pueblo requiere un alto grado de madurez política e intelectual que le permita
asumir con conciencia la gran responsabilidad de no reelegir a los mismos. El
pueblo tiene que aprender a elegir y no simplemente votar.
Colombia requiere un nuevo
Congreso, conformado por personas honestas, estudiosas y con lucidez moral e
intelectual a la hora de las grandes decisiones. En el seno del Congreso es
donde más se cocinan los delitos contra la administración pública. La
depuración de la política debe comenzar por revocar el Congreso. Sin
generalizar, es justo reconocer que hay algunos congresistas comprometidos con
el país.
El analista político, León
Valencia, ha enfatizado que “El país no puede permitir que mediante la
instauración de nuevas instancias y la redefinición de las etapas del proceso a
los parlamentarios se escamotee la campaña de limpieza a la política. La
reacción de los medios de comunicación y los columnistas de opinión, la
expresión de los ciudadanos a través de las redes sociales, han logrado que el
presidente Santos devuelva con objeciones al Congreso la reforma y le han dado
un aire a la Corte Constitucional para que asuma el control del acto
legislativo. No basta con ello. Es necesario mantener la idea de un referendo
revocatorio hasta que esté claro que las pretensiones del Congreso han sido
derrotadas”.
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