Jueves
9 de agosto, 2012
De:
Mario Pachajoa Burbano
Amigos:
Ha
fallecido en la ciudad de Bogotá Carlos Zambrano Ulloa, exministro de
Estado, en la mañana del martes 7 de agosto, 2012. Con este motivo reproducimos
las palabras de Amalita Grueso de
Salazar, Presidente de Popayan Corporation, así como las de César Negret Mosquera pronunciadas
durante el Sepelio.
Cordialmente,
***
Carlos Zambrano Ulloa
Por Amalia Grueso de Salazar
Popayan Corporation
Amigos
Payaneses:
Nos
sentimos tristes con la desaparición de Carlos Zambrano Ulloa. Después de leer
estas palabras tan profundas y elocuentes que César Negret Mosquera pronunció
en el Sepelio, sólo nos queda decirle adiós a Carlos y enviar a su esposa, a
sus hijos y a toda la familia, nuestro más sentido pésame.
Quisiera
recordar a sus padres Pepe y Melita quienes formaron una familia tan especial y
que nosotros los payaneses gozamos de su amistad, de su cariño y pudimos
compartir gratos momentos con sus hijos Carlos y Fernando, quienes están ya
gozando de la gloria de Dios al lado de sus padres. Para Pepito y Carmen Elena
sus hermanos, quienes hoy extrañan su ausencia les enviamos en nombre de la Red
de Payaneses nuestro saludo solidaridad y afecto.
Cordialmente,
Amalia
Grueso de Salazar
***
Palabras
de César Negret Mosquera en el sepelio de Carlos Zambrano Ulloa
Bogota,
agosto, 2012
Sin
vocería distinta de la que me conceden el afecto y el privilegio de haber sido
su amigo durante décadas, y con la seguridad de que para los Negret Mosquera
fue un pariente del alma, me atrevo en esta reunión de Payaneses a pronunciar
unas palabras para despedir a Carlos Zambrano Ulloa: Nacido en 1940 en una de
la más tradicionales calles de Popayán, la 4, entre carreras 9 y 10, frente a
la iglesia de San Francisco en el hogar distinguido, sencillo, católico y
conservador que conformaron José María Zambrano Rivera y Mela Ulloa López. En
su niñez y juventud fueron los libros su compañía y sus confidentes. Su cultura
era profunda y abarcaba múltiples campos. Ingresó a la facultad de derecho en
donde por su inteligencia se destacó rápidamente.
Cultivó
la oratoria hasta convertirse en uno de los más grandes tribunos de nuestra
generación. Ese ambiente de la Popayán de entonces, por donde la historia de
Colombia tenía que hacer su tránsito de manera obligada, lo animó a iniciarse
tempranamente en los procelosos mares de la actividad política y a saborear los
sinsabores de la administración pública. Militó activamente en el partido
Conservador Colombiano, sus ideas de avanzada y su pluma privilegiada, trazaron
un rumbo y enriquecieron muchos debates, en las épocas en que la erudición y la
elocuencia ilustrada encontraban espacio y reconocimiento en esos recintos,
ahora poblados por los méritos de la componenda y del clientelismo.
Fue
Presidente del Directorio Conservador del Cauca y de Popayán y en nombre de su
partido se desempeñó como secretario de Gobierno, del Gobernador Carlos Obando
Velasco. Luego, el sector privado que tempranamente recluta los talentos, se lo
llevó para trabajar en el sector azucarero en donde desplegó su inteligencia,
conocimientos y don de gentes en el trámite pacífico de las relaciones
laborales.
Viajó
a estudiar a Italia en donde se encontró con la tierra de quienes había
conocido en sus lecturas y pudo entablar con ellos un diálogo directo, porque
Zambrano, fue además un conversador sin par. Los clásicos del arte a los que le
dedicó jornadas enteras en diversos museos, plazas y foros romanos, no lo
deslumbraron pues todos le eran familiares gracias a sus serios y tempranos
estudios y lecturas de libros de arte, pero sí le confirmaron en la convicción
de que la grandeza sólo se consolida con el paso de los siglos. En su estadía
amplió su visión del mundo visitando los Balcanes, la Rusia comunista, España y
la tumba de José Antonio, y en París rindió la obligada reverencia en Los
Inválidos a la tumba del gran corso.
Todos
estos viajes y encuentros los refería con la generosidad, con la sencillez y
con la profunda humildad que engalanó su existencia.
Años
más tarde sirvió como Vicepresidente y Presidente del Banco del Estado cuando
era del Cauca, antes de que, un débil presidente mediante un habilidoso decreto
decidiera nacionalizarlo, para luego liquidarlo, en otro de los tantos expolios
que ha recibido nuestra tierra y que hemos aceptado con sumiso silencio.
Posteriormente, el presidente Turbay que con generosidad exaltó a promisorias
figuras de las regiones a posiciones de preeminencia en la administración
nacional, lo designó Viceministro de Minas y Energía y desde ahí puso todo su
empeño, entusiasmo y amor por el Cauca, para darle vida y rumbo al proyecto
hidroeléctrico del Río Micay, que luego no fuimos capaces de defender, ni de
sacar adelante, por nuestra atávica impotencia para encontrarnos en torno a
metas comunes.
Terminado
ese gobierno, fue designado Gobernador del Cauca, nombramiento que llenó de
alegría y entusiasmo a todos los que conocíamos de sus capacidades y
anticipábamos los beneficios que para el Departamento significaría su gestión.
A pesar de que tal vez fuera la única dignidad a la que Zambrano aspiró y luego
siempre añoró, decidió no posesionarse, cuando el pusilánime Presidente le
pidió que obtuviera de un periodista el compromiso de que no volvería a
escribir sobre su designación. Como Carlos encontró indigno el requerimiento,
prefirió la renuncia a la claudicación de sus principios.
Se
alejó, entonces, de la actividad pública y en su biblioteca se reencontró con
su vida y volvió a escribir sobre diversos temas: la independencia, nuestros
próceres locales, los toros, los caballos a los que tanto amó, así como sus
esporádicas y punzantes columnas para El Liberal. Compareció, en no pocas
ocasiones, con su verbo iluminado a despedir a varios amigos y familiares que
se le anticiparon a cumplir con la cita suprema. Memorables sus palabras ante
los féretros de Don Carlos Angulo y de Andrés Angulo Rojas.
Permítanme
recordar, ya que decidió morirse el día en que celebramos la independencia
nacional, esta lúcida reflexión que nos legó:
"Había llegado la hora de la libertad. La sombría época de la
colonia tocaba a su fin. Con su grandeza y sus miserias, con sus abismos y sus
contradicciones, pero forjadora del espíritu de la ciudad. Porque las ciudades
como los hombres tienen alma. Un alma que perdura más allá del tiempo y que
eslabona sus edades. Popayán es de la colonia, así como el hombre es de su
infancia."
Como a
pocos de los grandes, alcanzó a Zambrano el tiempo, beneficio que no es
concedido a todos de ver crecer a sus hijos: un abogado, Juan Carlos; una
médica, María Fernanda; una economista, Ana María y un estudiante de
politología, Luis Miguel; quienes seguirán las huellas de este hombre bueno, en
cuyo talento y bonhomía se ven reflejados, y al releer sus escritos y al volver
a escuchar sus discursos, a su vez podrán encontrar bálsamo y consuelo para la
tristeza y el vacío que desde hoy y por siempre, les acompañará.
Para
quienes lo amaron y le dieron sus hijos, estas palabras sonarán poco elocuentes
y serán siempre insuficientes para la dimensión del gran ser humano con el que
compartieron parte de sus días.
Y sí
los epitafios no hubieran desaparecido de nuestras costumbres, entre otras
razones, porque los cementerios dejaron de pertenecer al claustro de las
ciudades. Para revivir tan hermosa y soberana costumbre sobre la losa de su
sepultura podríamos esculpir en el mármol frío pero eterno, la admonición de
Luciano de Samosata: "Este era
un hombre libre, lleno de franqueza, ni adulador ni servil, la verdad está en
sus obras".
Para
terminar y como alcayata para esta voz entristecida, tomo las palabras de un
bardo de mi tierra para decir:
"Amigo
de mi alma:
Cada
tarde
Cuando
el crepúsculo en rojo y amaranto
Se
transforme en la pestaña de la noche,
Desde
este sitio solitario
Serás
un roble comarcano
Centinela
gigante del paisaje
Entretanto,
Desde
lo taciturno del recuerdo, repetiré el himno del príncipe de Westfalia: Yo
tenía un compañero, otro igual no encontraré.
MUCHAS
GRACIAS
Bogotá,
agosto 8 de 2012.