SALTO LARGO, CICLISMO Y
PESAS
DAN MÁS QUE LA CORRUPCIÓN
Por Leopoldo de Quevedo y
Monroy
Locombiano
En
un desgobierno institucional, que el Deporte esté ubicando a nuestra Patria en
el puesto 43 vecinos de México y por encima de Argentina, hace que el corazón
se nos llene de esperanza. Un país que valora el sudor, la disciplina, el
esfuerzo de jóvenes que se apartan de las armas y la política y del billete
fácil - que ofrecen los nuevos capones de la droga y la corruptela de los carruseles
-, quiere decir ante el mundo que los segundos lugares ya son más que los
acostumbrados cinco centavos que siempre nos han faltado en las competencias de
países con más tradición deportiva.
Urán,
Figueroa, Ibargüen han corrido, levantado el peso de la indolencia de los
dirigentes y dado los tres saltos largos hacia la gloria. Vimos sus músculos en
la bicicleta, sus bíceps y sus venas casi reventadas al levantar las panelas de
hierro y ver volar a Catherine como una pantera en las selvas colombianas.
Fueron
104 atletas que salieron de la cantera de nuestros suelos sin que se
contaminaran las aguas ni se desviaran ríos del presupuesto nacional. Todo lo
contrario. El sacrificio diario, la mira puesta no en el dinero sino en la
gloria de recibir una medalla han dado los frutos. No es cierto que el ser
humano viva solo de zanahorias o señuelos monetarios. No solo de pan y circo se
alimenta el pueblo, como en épocas de tiranos.
Los
atletas de Olimpia lanzaban el disco, y disputaban por el honor del esfuerzo y
el cansancio que les diera una corona de olivo o de mirto en sus sienes. No
ambicionaban sino el aplauso y el sonido de las avenas y los ditirambos de los
poetas. Por la ganancia en estos certámenes no caían miles de árboles ni
retumbaban cañonazos. Solo se otorgaba un puñado de hojas de laurel. No se
dilapidaba un reino sino que gozaban miles de espectadores en los coliseos y
tribunas con la belleza de la disputa leal en la arena, la pista, con la
garrocha o las argollas.
Hemos
visto levantar brazos en el podio y brillar caras por la emoción y sonar los
himnos de cada nación cuando gana un atleta suyo. La Patria bulle de alegría en
las casas y las emisoras y la TV se congratulan con estos campeones que dan
ejemplo de tenacidad y amor por el deporte. Sea el bronce, sea la plata, el oro
o el diploma, lo que cuenta es que han cumplido un sueño sostenido desde
tempranos años con disciplina espartana y por eso se les premia. Los acompañamos,
les agradecemos y esperamos que el gobierno los recompense a ellos y sus
familias. Ya les ha dado una palmadita en el hombro y les ha confiado la
bandera, ahora debe llegar la plata que debe salir del erario para este fin tan
noble y merecido.
Como
van las cosas para el deporte van bastante bien. Cuando una nación se
compromete con el bienestar de toda la Nación ocurrirá lo mismo que están
logrando en Kazajistán. Sus atletas se sentirán seguros, no se desconcentrarán
ni mirarán nerviosos el reloj y arrojarán sobre el terreno toda su energía para
clavar un récord, como la jabalina, o sobrepasarán al seguidor que los intenta
superar. Al jamaiquino Bolt le sobraron fuerzas para detenerse antes de la
línea y ahorrar sacar la nariz o la rodilla para la prueba definitiva.
Un
aplauso para el técnico de Muñoz que pidió la revisión que demostró que el
contendor no le había rozado la cara. Es lo que debe hacer alguien cuando sus
derechos se le están embolatando por error oculto o por descuido de los jueces.
09-08-12
9:54 a.m.
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