Por Luís Barrera
Así se pretenda desconocer por
algunos sectores de opinión, el presidente Juan Manuel Santos Calderón tiene
las “llaves de la paz” en Colombia, pues de su gobierno depende la voluntad de
abrir caminos para explorar el fin del conflicto interno, aunque se diga que no
están dadas las condiciones para dialogar con los grupos alzados en armas, su estilo
de gobierno en el fondo puede aunque sea inicialmente en el papel firmar
eventualmente un acuerdo de paz y reconciliación.
Es más, los restantes dos años de
su gobierno podría dedicarlos con todas las dificultades del caso a trabajar
por la paz entre los colombianos, cosa que le traería mayores dividendos para
su reelección, si en verdad la está buscando, no habiendo de momento otra
figura política capaz de convocar a la unidad nacional.
El conflicto armado interno
colombiano, históricamente ha servido para restringir libertades y para violar
derechos, acciones estas justificadas por los actores del conflicto, que desde
diferentes perspectivas, buscan penetrar y conquistar espacios de acción civil.
Desde el actuar político,
ideológico y militar de las guerrillas, pasando por las propias acciones
estatales y de señalados actores de la sociedad civil, se legitimó un régimen
de terror que poco a poco cercena las esperanzas de millones de colombianos de
alcanzar condiciones mínimas de vida digna dentro del territorio colombiano.
Es por ello que se evidencia que
tenemos ahora más que nunca un Santos
para la Paz, así la guerra siga siendo el mejor negocio del mundo y
particularmente en Colombia. Escenarios como el congreso de Colombia deben
servir para iniciar cuanto antes puntos de acercamiento entre las regiones, los
actores violentos y la sociedad en su conjunto, la paz no se puede hacer con
generales y tropas por doquier, pues ellos están para combatir en las batallas
imaginarias, esta nueva etapa hay que hacerla con las comunidades organizadas,
los dirigentes y políticos de todas las regiones afectadas.
Esta guerra de baja intensidad
que Colombia sufre desde hace ya casi 50 años, deja en evidencia no sólo la
incapacidad de los ejércitos enfrentados de conseguir la victoria, sino las
efectivas maniobras de unos y otros, de perpetuar el conflicto, de tal forma
que con su naturalización, logran aplazar viejos anhelos como el de afianzar y
profundizar la democracia, atacar de manera clara y efectiva la concentración
de la riqueza y su consecuente correlato, la pobreza, y de consolidar el
Estado-nación como un tipo de orden viable, perenne, confiable y por sobre
todo, garante del desarrollo digno de proyectos colectivos e individuales.
El Presidente Santos tiene las
llaves de paz y abrir espacios de diálogo para este sueño es una necesidad
inaplazable para un país que culturalmente es rico y diverso, pero conservador,
violento y excluyente.
Por ello, Colombia requiere con
urgencia reformas estructurales en su Estado y en las formas tradicionales como
hemos entendido la democracia, la diferencia, pero por sobre todo, como hemos
entendido lo público y hasta el propio conflicto armado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario