martes, 7 de agosto de 2012

Santos para la Paz


Por Luís Barrera

Así se pretenda desconocer por algunos sectores de opinión, el presidente Juan Manuel Santos Calderón tiene las “llaves de la paz” en Colombia, pues de su gobierno depende la voluntad de abrir caminos para explorar el fin del conflicto interno, aunque se diga que no están dadas las condiciones para dialogar con los grupos alzados en armas, su estilo de gobierno en el fondo puede aunque sea inicialmente en el papel firmar eventualmente un acuerdo de paz y reconciliación.

Es más, los restantes dos años de su gobierno podría dedicarlos con todas las dificultades del caso a trabajar por la paz entre los colombianos, cosa que le traería mayores dividendos para su reelección, si en verdad la está buscando, no habiendo de momento otra figura política capaz de convocar a la unidad nacional.

El conflicto armado interno colombiano, históricamente ha servido para restringir libertades y para violar derechos, acciones estas justificadas por los actores del conflicto, que desde diferentes perspectivas, buscan penetrar y conquistar espacios de acción civil.

Desde el actuar político, ideológico y militar de las guerrillas, pasando por las propias acciones estatales y de señalados actores de la sociedad civil, se legitimó un régimen de terror que poco a poco cercena las esperanzas de millones de colombianos de alcanzar condiciones mínimas de vida digna dentro del territorio colombiano.

Es por ello que se evidencia que tenemos ahora más que nunca un Santos para la Paz, así la guerra siga siendo el mejor negocio del mundo y particularmente en Colombia. Escenarios como el congreso de Colombia deben servir para iniciar cuanto antes puntos de acercamiento entre las regiones, los actores violentos y la sociedad en su conjunto, la paz no se puede hacer con generales y tropas por doquier, pues ellos están para combatir en las batallas imaginarias, esta nueva etapa hay que hacerla con las comunidades organizadas, los dirigentes y políticos de todas las regiones afectadas.

Esta guerra de baja intensidad que Colombia sufre desde hace ya casi 50 años, deja en evidencia no sólo la incapacidad de los ejércitos enfrentados de conseguir la victoria, sino las efectivas maniobras de unos y otros, de perpetuar el conflicto, de tal forma que con su naturalización, logran aplazar viejos anhelos como el de afianzar y profundizar la democracia, atacar de manera clara y efectiva la concentración de la riqueza y su consecuente correlato, la pobreza, y de consolidar el Estado-nación como un tipo de orden viable, perenne, confiable y por sobre todo, garante del desarrollo digno de proyectos colectivos e individuales.

El Presidente Santos tiene las llaves de paz y abrir espacios de diálogo para este sueño es una necesidad inaplazable para un país que culturalmente es rico y diverso, pero conservador, violento y excluyente.

Por ello, Colombia requiere con urgencia reformas estructurales en su Estado y en las formas tradicionales como hemos entendido la democracia, la diferencia, pero por sobre todo, como hemos entendido lo público y hasta el propio conflicto armado.

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