domingo, 5 de agosto de 2012

¿CUÁLES SON LOS ELEMENTOS DE LA ORACIÓN?


Por Pbro. Edward Andrade
Párroco Iglesia Stma. Trinidad Santander de Quilichao, Cauca


La fe: No dudamos que nuestro Padre nos escucha y lo que le pedimos tendrá respuesta Pero que la pida con fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una a otra parte. Que no piense recibir cosa alguna del Señor un hombre como éste, un hombre irresoluto e inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1, 6-8).

Compromiso: Esto implica una alianza de amor, un voto que no depende de nuestro tiempo libre (si me sobra un rato entonces oro) o de nuestro estado de ánimo (hoy no me siento espiritual, hoy no “me nace” hacer oración). Tampoco depende de nuestro trabajo, así este sea para el Señor. Nuestro compromiso de oración no puede sustituirse por nada, ni con trabajo para el Señor, ni con oración comunitaria. Es una cita personal de amor, en la que podemos estar seguros que él no va a faltar jamás.

Perseverancia en lo que se pide: No desfallezcamos cuando una petición no es respondida rápidamente. El tiempo del Señor no es el tiempo de los hombres. Nuestra perseverancia y acción de gracias harán que la respuesta se apresure “La oración ferviente del justo tiene mucho poder. Elías era un hombre de igual condición que nosotros, oró insistentemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses” (Santiago 5, 16-17) “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4,2).

No tener barreras: No debemos guardar odios, rencores, resentimientos. Esto lo comprendemos mejor por medio de la canción: amémonos de corazón, que dice: dios no escucha la oración si no estoy reconciliado “Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas” (Marcos 11, 25) ; Mt 5, 23-24; Jn 8, 29; “Queridos: si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios, y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada” (1 Jn 3, 21-22).


Honradez: Con nosotros mismos. Debemos presentarnos ante Dios sin máscaras, tal como somos, reconociendo nuestra miseria y nuestros pecados. No disfracemos la realidad. No oremos como los fariseos para ser vistos (1 Jn 3, 18-24). “Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones” (Santiago 4, 3-4).

Ser concisa: sin palabras inútiles. No adornemos la oración para que suene mejor, debemos orar con claridad y sencillez, aceptando con humildad que la respuesta divina será mejor de lo que esperamos. Vemos que la oración del ciego fue clara y concisa: “Maestro, quiero recobrar la vista” y tuvo una respuesta inmediata (Mt 6,7; Mc 10, 46-51).

En el nombre de Jesús Jn 14, 13 Por la cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos” Filipenses 2, 9-11.

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