Por Pbro.
Edward Andrade
Párroco
Iglesia Stma. Trinidad Santander de Quilichao, Cauca
La fe: No dudamos que nuestro Padre nos
escucha y lo que le pedimos tendrá respuesta Pero que la pida con fe, sin
vacilar; porque el que vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el
viento y llevado de una a otra parte. Que no piense recibir cosa alguna del
Señor un hombre como éste, un hombre irresoluto e inconstante en todos sus caminos”
(Santiago 1, 6-8).
Compromiso: Esto implica una alianza de amor,
un voto que no depende de nuestro tiempo libre (si me sobra un rato entonces
oro) o de nuestro estado de ánimo (hoy no me siento espiritual, hoy no “me
nace” hacer oración). Tampoco depende de nuestro trabajo, así este sea para el
Señor. Nuestro compromiso de oración no puede sustituirse por nada, ni con
trabajo para el Señor, ni con oración comunitaria. Es una cita personal de
amor, en la que podemos estar seguros que él no va a faltar jamás.
Perseverancia
en lo que se pide: No
desfallezcamos cuando una petición no es respondida rápidamente. El tiempo del
Señor no es el tiempo de los hombres. Nuestra perseverancia y acción de gracias
harán que la respuesta se apresure “La oración ferviente del justo tiene mucho
poder. Elías era un hombre de igual condición que nosotros, oró insistentemente
para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis
meses” (Santiago 5, 16-17) “Sed perseverantes en la oración, velando en
ella con acción de gracias” (Colosenses 4,2).
No tener
barreras: No debemos
guardar odios, rencores, resentimientos. Esto lo comprendemos mejor por medio
de la canción: amémonos de corazón, que dice: dios no escucha la oración si no
estoy reconciliado “Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra
alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos, os perdone
vuestras ofensas” (Marcos 11, 25) ; Mt 5, 23-24; Jn 8, 29; “Queridos:
si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios, y cuanto
pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que
le agrada” (1 Jn 3, 21-22).
Honradez: Con nosotros mismos. Debemos
presentarnos ante Dios sin máscaras, tal como somos, reconociendo nuestra miseria
y nuestros pecados. No disfracemos la realidad. No oremos como los fariseos
para ser vistos “(1 Jn 3, 18-24). “Pedís y no recibís porque pedís mal, con la
intención de malgastarlo en vuestras pasiones” (Santiago 4, 3-4).
Ser concisa:
sin palabras
inútiles. No adornemos la oración para que suene mejor, debemos orar con
claridad y sencillez, aceptando con humildad que la respuesta divina será mejor
de lo que esperamos. Vemos que la oración del ciego fue clara y concisa:
“Maestro, quiero recobrar la vista” y tuvo una respuesta inmediata (Mt 6,7; Mc
10, 46-51).
En el nombre
de Jesús Jn 14, 13 “Por
la cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en
los abismos” Filipenses 2,
9-11.
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