sábado, 11 de agosto de 2012

¿Quiénes luchan contra la corrupción y la violencia?


CARLOS ALBERTO ORTEGA MUÑOZ

La inmensa mayoría de los colombianos, gentes de bien, están en su diario vivir, inmisericordemente sitiados por una poderosa minoría infiltrada en la sociedad con el propósito de ejecutar acciones contrarias a la moral, la ética, la honradez y las buenas costumbres.

A diario la ciudadanía es horrorizada por el deprimente espectáculo ofrecido por los medios de comunicación social cuando informan sobre los innumerables actos de corrupción y violencia que ocurren en el territorio nacional.

Sin escrúpulo alguno se desfalca el erario, la mafia avasalla sin cesar por doquier y cantidades de compatriotas, amenazados, extorsionados o torturados, sin más alternativa, huyen despavoridos hacia las ciudades capitales o hacia otros países con la esperanza de salvar sus vidas y la de sus familias. Son los desplazados que al abandonar sus bienes y sus fortunas, llegan obligatoriamente a las urbes a engrosar los cinturones de miseria con el agravante de que muchos de ellos lloran inconsolablemente la pérdida de la vida de sus seres queridos.

En Colombia, la violencia, la corrupción y la crueldad son implacables.

Han pasado décadas e inclusive siglos y nada o casi nada se ha hecho en contra de tan abominable flagelo. La inocua e infructuosa lucha anti-corrupción y anti-violencia contrasta pálida y lánguidamente con los enormes daños que se causan a la sociedad.

El gobierno colombiano, investido constitucional y legalmente para combatir la corrupción y la violencia, parece estar bloqueado, en sus instituciones, por la infiltración de delincuentes de distinto origen que posan ante la opinión pública como acrisolados e impolutos servidores públicos. En su actuar, estos personajes expiden o influyen para que se expidan normas que al decir de ellos mismos son insuperables en su eficiencia y eficacia.

Es paradójico observar cómo la seudo-dirigencia corrupta y violenta posa como abanderada del altruismo y la filantropía sacrificándose en favor de las mayorías desprevenidas pero los hechos muestran todo lo contrario; sus propios intereses son la prioridad. Expiden normas a su medida. Delinquen y nada pasa porque todo es correcto y está dentro del marco legal. Si surgen divergencias comprometedoras, vienen las acusaciones, las investigaciones y los juzgamientos cubiertos por el manto de la impunidad. Entonces, ¿Quiénes luchan contra la corrupción y la violencia?

Si bien es cierto que hay momentos en que la desilusión y la desesperanza afloran en muchos compatriotas, también es cierto que no se ha bajado la guardia ni se ha perdido el horizonte.

La patria amable, acogedora, solidaria y equilibrada no es una utopía. El pueblo es soberano y dueño absoluto de su propio destino. Sabe que rumbo tomar. Aunque es duro y exigente, el camino a seguir es claro. Recorrerlo exitosamente es cuestión de decisión y compromiso. Su visión es a corto, mediano y largo plazo. El corto plazo implica llevar a la dirigencia estatal a líderes rectos, capaces y deseosos de servir a los demás; en el mediano plazo se redireccionarían y se reacondicionarían las estructuras estatales y el largo plazo daría lugar a la implementación de políticas que conduzcan a la conformación de un Estado justo en todas sus dimensiones.

Es un imperativo que desde ahora se implementen planes, programas y proyectos educativos que se encaminen a la formación de buenos ciudadanos. La nueva mentalidad debe empezar a construirse desde la más temprana edad. El niño como elemento básico de la sociedad es el primer objetivo de la educación y la capacitación integral. Los valores éticos, morales y las buenas costumbres serán la guía de toda actividad educativa. Un camino diferente es difícil encontrar. Sigámoslo con la seguridad de que llegará el momento en que la Nación se liberará de la tenebrosa y tiránica minoría.

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