Madriguera idiomática
Por Jairo Cala Otero
«El volcán tiene 360 metros a la
redonda». He aquí una forma muy
coloquial de describir el diámetro de un área. Así, generalmente, se expresan nuestros
apreciados campesinos colombianos. Pero esta oración la incluyeron en una
noticia publicada en un diario colombiano de circulación nacional, para
referirse al volcán Galeras, que amenaza regularmente con hacer erupción. Lo
preciso habría sido escribir: «El volcán tiene 360 metros de diámetro». El lenguaje también tiene precisión, como la
matemática.
«Un taxi de servicio público». Frase que pronuncian algunas personas
en referencia a los automotores que prestan el servicio individual de
transporte de pasajeros. Pero caen en una redundancia, lo cual es error.
Solamente los taxis están autorizados para prestar ese servicio de transporte;
los carros particulares, no. Luego con decir taxi es más que suficiente; y se
llega rápido y a tiempo, como lo hace el lenguaje cuando se lo emplea bien.
«Hombre fue sicariado dentro
de un vehículo en Bucaramanga». El verbo «sicariar» lo inventaron algunos redactores judiciales de
periódicos colombianos. Pero aun así, no tiene funcionalidad lingüística; la
palabreja «sicariado», como supuesto participio de «sicariar», es espuria a la
luz de la normativa gramatical vigente del español. Existe el sustantivo
sicario, que deviene de sica, arma corto punzante de la antigua Roma, la cual
usaban hombres pagados para matar. Fue el jurista, político, filósofo, escritor
y orador romano Marco Tulio Cicerón quien empezó a llamar a esos criminales con
el adjetivo ‘sicarius’, hoy traducido
como sicario. Así que, señores periodistas, el titular «Hombre fue sicariado
dentro de un vehículo, en Bucaramanga» no solo es un error gramatical, sino un
barbarismo vergonzoso. ¿Por qué le tienen miedo a la palabra muerto, tan
castiza para estos casos? «Hombre fue
muerto dentro de un vehículo en Bucaramanga», es lo preciso.
«También es importante aclarar que el
ninguneado compatriota llegó a dicho cargo en Naciones Unidas solito por
su prestigio internacional, sin la ayuda del gobierno de su país». Un abogado-periodista, que ejerce
también como «barquero» desde una columna de opinión de un periódico
colombiano, acuñó el verbo «ningunear»
como referente de negar a alguien una oportunidad laboral. Algo así como no
darle ningún cargo a alguien. Y como consecuencia de ese aborto lingüístico,
acuñó también el participio «ninguneado» que, en su «creatividad idiomática»,
vendría a ser alguien a quien le son negadas las oportunidades de nombramiento
en algún puesto público. ¡Vaya, vaya! Con tales neologismos para qué ocuparse
de diccionarios ni de la normativa gramatical. Además, Gobierno debe escribirse
con ge mayúscula (G).
«El suceso ocurrió en la noche del
día de ayer». Lenguaje ampuloso se le
dice a esta clase de expresiones. Redunda en palabras o estilo, cuando se puede
abreviar. El noticiario televisado de Venezuela donde tal expresión se usó pudo
emplear: «El suceso ocurrió anoche». Más directo y preciso, sin ese
circunloquio innecesario y pesado de «la noche del día de ayer». Recuerdo aquí
a alguien que pedía a su esposa: «Sírvame líquido perlático extraído de las
ubres de la consorte del toro». (Traducción: ¡Sírvame leche!).
«…y hará una cena privada
donde los invitados serán escogidos con lupa». Al informar acerca de la visita del
futbolista Lionel Messi a Colombia en junio, un diario de Bucaramanga así
escribió en una de sus páginas. No se sabía que Messi también se dedicaba al
arte culinario. Eso se colige de la expresión «y hará una cena privada». Es
decir, él mismo cocinaría. Y para completar el caos durante esa comida, el
mismo archiconocido deportista usaría una lupa para encontrar a sus invitados que,
seguramente, andarían, para entonces, mezclados con los ingredientes que llevaría
el platillo que él prepararía. ¡Plop! Pero, por fortuna, todo eso solo se
acomodaba en la cabecita del redactor de la nota. Porque en verdad, debió
escribir que Messi «ofrecerá una cena, en privado, para la cual se escogerá cuidadosamente
a los invitados». ¡Queda distinta la dichosa cena!
«…los del concurso, ni cortos ni
perezosos, decidieron este año no hacer convocatoria sino nombrar por
decreto a Bárbara». Una revista colombiana dio cuenta en esta forma de la escogencia de
Bárbara Turbay, para que en representación del país participe en el concurso
Miss Mundo. El error estuvo en que se hablara de decreto. La potestad de
decretar nombramientos es única de los gobernantes: presidentes, alcaldes y
gobernadores pueden decretar, mas no los ciudadanos comunes. Así que a Bárbara
Turbay escasamente la pueden delegar o elegir para lucirse en tal concurso. O
escogerla a dedo, que es igual.
«A la vida no hay que correrla, es
mejor caminarla». En un artículo sobre
espiritualidad en un diario liberal colombiano se usó esta oración. Pero el
redactor se peló por una pequeñez: la preposición ‘a’, que sobra. Debió
escribirse: «La vida no hay que correrla, es mejor caminarla». Es útil ese
consejo. Porque, también para escribir no hay que correr, hay que pensar
primero y escribir después.
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NEOLOGISMOS DE ACTUALIDAD EN COLOMBIA
El Diccionario de la Real Academia Española recoge muchos vocablos
conocidos por todos los hispanos. Pero algunos han sido desfigurados por los
politiqueros colombianos. Podemos decir que los «prostituyeron», como hacen con
tantos otros aspectos de la vida.
Les presento aquí los más «sobresalientes» de tales términos, con las
definiciones que los recaudadores de votos les han dado:
Congresista: Sustantivo. Colombiano prevalido de argucias politiqueras para ocupar
curul mullida en el Congreso, con computadora para ver mujeres desnudas,
mientras unos pocos de sus colegas parodian el estudio de las leyes que
impondrán a sus electores. Aplícase este vocablo, inclusive, a quienes cuya voz
nunca se escucha en el Congreso.
Bandido (a): Adjetivo. Persona que a sabiendas de la existencia de las leyes, las
viola de modo descarado y flagrante. Aplícase por extensión a los miembros del
Congreso de la República.
Cínico (a): Persona que trasgrede las leyes colombianas con plena consciencia de
que su proceder es un delito, y, posteriormente, cuando se ve descubierta y a
punto de ser «empapelada judicialmente», niega ante la prensa que haya sido
autora de tales violaciones.
Hipócrita: Adjetivo. Individuo semejante al cínico. Este se oculta, y enmudece
ante la opinión pública; en secreto, se autoproclama «ciudadano de bien»,
aunque todos sepan que es bien torcida su conducta.
Legislador: Adjetivo. 1. Dícese de la persona que valiéndose de artimañas y promesas
electoreras consigue una curul en el Congreso de la República. Una vez allí,
produce actos legislativos que solo la favorecen a ella y a los demás secuaces
que la secundan; tales leyes, generalmente, la amparan de la cárcel, aunque
haya cometido graves delitos. 2. Congresista que legisla en causa propia para
protegerse, a sabiendas de que sus intenciones son las de delinquir para
enriquecerse.
Conciliador: Adjetivo. Dícese del congresista o legislador colombiano que se
confabula con otros bandidos, para arreglar a su libertino acomodo algunas
leyes, a fin de sacar partido para su beneficio, en detrimento del interés de
los 44 millones de compatriotas ingenuos que siguen creyendo en él.
Partidista: Adjetivo. 1. Movimiento político donde tienen cabida los bandidos que
legislan en favor propio. 2. Militante de empresa política familiar, desde
donde se traman entuertos y toda clase de atropellos contra las leyes que él y
otros cínicos aprueban sin haberlas leído siquiera.
Gobiernista: Adjetivo. 1. Aplícase a quien es fiel seguidor de las triquiñuelas
políticas del Gobierno de turno. 2. Congresista que lame los zapatos del jefe
del Ejecutivo de turno, y que, en cualquier momento, puede voltearse hacia otro
bando, porque es traidor y desvergonzado por naturaleza.
Ministro: Sustantivo. 1. Figura que otrora infundía respeto entre los ciudadanos
de la nación. 2. Monigote, muy parecido a una veleta, que tranza con bandidos
enquistados en el Congreso, según el nivel de las indecorosas propuestas que
estos le formulen. 3. Dícese del cargo al que aspiran quienes tienen niveles
superiores de capacidad para mentir, y de construir candidaturas presidenciales
a partir de negociados politiqueros y programas populistas y engañosos.
Funcionario: Sustantivo. 1. Calidad de la persona que se somete a los caprichos de
los cínicos enquistados en el Congreso. 2. Dícese de quien encuentra un puesto
laboral en el Gobierno, y entrega su autonomía personal a sus patrocinadores
políticos, los legisladores o congresistas. 3. Persona que carga con las culpas
de actos dolosos cometidos por congresistas, cuando ellos no dejan rastro de
sus oscuras maniobras.
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Uso de mayúsculas en palabras o
frases enteras
«Se escriben enteramente en mayúscula las siglas y
algunos acrónimos: ISBN, OTI, ONG. Se escriben en minúscula, en cambio,
los acrónimos que el uso ha convertido en sustantivos comunes: láser, radar,
uvi. Cuando los acrónimos son nombres propios y tienen más de cuatro
letras, solo se escribe en mayúscula la inicial: Unicef, Unesco».
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Pensamiento
«No codicies nada
distinto a tu propia capacidad para labrar tus anhelos; lo demás, se devolverá
contra ti». -Jairo Cala Otero, Bucaramanga-.
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