martes, 3 de julio de 2012



Madriguera idiomática
Por Jairo Cala Otero

«El volcán tiene 360 metros a la redonda». He aquí una forma muy coloquial de describir el diámetro de un área. Así, generalmente, se expresan nuestros apreciados campesinos colombianos. Pero esta oración la incluyeron en una noticia publicada en un diario colombiano de circulación nacional, para referirse al volcán Galeras, que amenaza regularmente con hacer erupción. Lo preciso habría sido escribir: «El volcán tiene 360 metros de diámetro». El lenguaje también tiene precisión, como la matemática.

«Un taxi de servicio público». Frase que pronuncian algunas personas en referencia a los automotores que prestan el servicio individual de transporte de pasajeros. Pero caen en una redundancia, lo cual es error. Solamente los taxis están autorizados para prestar ese servicio de transporte; los carros particulares, no. Luego con decir taxi es más que suficiente; y se llega rápido y a tiempo, como lo hace el lenguaje cuando se lo emplea bien.

«Hombre fue sicariado dentro de un vehículo en Bucaramanga». El verbo «sicariar» lo inventaron algunos redactores judiciales de periódicos colombianos. Pero aun así, no tiene funcionalidad lingüística; la palabreja «sicariado», como supuesto participio de «sicariar», es espuria a la luz de la normativa gramatical vigente del español. Existe el sustantivo sicario, que deviene de sica, arma corto punzante de la antigua Roma, la cual usaban hombres pagados para matar. Fue el jurista, político, filósofo, escritor y orador romano Marco Tulio Cicerón quien empezó a llamar a esos criminales con el adjetivo ‘sicarius’, hoy traducido como sicario. Así que, señores periodistas, el titular «Hombre fue sicariado dentro de un vehículo, en Bucaramanga» no solo es un error gramatical, sino un barbarismo vergonzoso. ¿Por qué le tienen miedo a la palabra muerto, tan castiza para estos casos? «Hombre fue muerto dentro de un vehículo en Bucaramanga», es lo preciso.

«También es importante aclarar que el ninguneado compatriota llegó a dicho cargo en Naciones Unidas solito por su prestigio internacional, sin la ayuda del gobierno de su país». Un abogado-periodista, que ejerce también como «barquero» desde una columna de opinión de un periódico colombiano, acuñó el verbo «ningunear» como referente de negar a alguien una oportunidad laboral. Algo así como no darle ningún cargo a alguien. Y como consecuencia de ese aborto lingüístico, acuñó también el participio «ninguneado» que, en su «creatividad idiomática», vendría a ser alguien a quien le son negadas las oportunidades de nombramiento en algún puesto público. ¡Vaya, vaya! Con tales neologismos para qué ocuparse de diccionarios ni de la normativa gramatical. Además, Gobierno debe escribirse con ge mayúscula (G).

«El suceso ocurrió en la noche del día de ayer». Lenguaje ampuloso se le dice a esta clase de expresiones. Redunda en palabras o estilo, cuando se puede abreviar. El noticiario televisado de Venezuela donde tal expresión se usó pudo emplear: «El suceso ocurrió anoche». Más directo y preciso, sin ese circunloquio innecesario y pesado de «la noche del día de ayer». Recuerdo aquí a alguien que pedía a su esposa: «Sírvame líquido perlático extraído de las ubres de la consorte del toro». (Traducción: ¡Sírvame leche!).

«…y hará una cena privada donde los invitados serán escogidos con lupa». Al informar acerca de la visita del futbolista Lionel Messi a Colombia en junio, un diario de Bucaramanga así escribió en una de sus páginas. No se sabía que Messi también se dedicaba al arte culinario. Eso se colige de la expresión «y hará una cena privada». Es decir, él mismo cocinaría. Y para completar el caos durante esa comida, el mismo archiconocido deportista usaría una lupa para encontrar a sus invitados que, seguramente, andarían, para entonces, mezclados con los ingredientes que llevaría el platillo que él prepararía. ¡Plop! Pero, por fortuna, todo eso solo se acomodaba en la cabecita del redactor de la nota. Porque en verdad, debió escribir que Messi «ofrecerá una cena, en privado, para la cual se escogerá cuidadosamente a los invitados». ¡Queda distinta la dichosa cena!

«…los del concurso, ni cortos ni perezosos, decidieron este año no hacer convocatoria sino nombrar por decreto a Bárbara». Una revista colombiana dio cuenta en esta forma de la escogencia de Bárbara Turbay, para que en representación del país participe en el concurso Miss Mundo. El error estuvo en que se hablara de decreto. La potestad de decretar nombramientos es única de los gobernantes: presidentes, alcaldes y gobernadores pueden decretar, mas no los ciudadanos comunes. Así que a Bárbara Turbay escasamente la pueden delegar o elegir para lucirse en tal concurso. O escogerla a dedo, que es igual.

«A la vida no hay que correrla, es mejor caminarla». En un artículo sobre espiritualidad en un diario liberal colombiano se usó esta oración. Pero el redactor se peló por una pequeñez: la preposición ‘a’, que sobra. Debió escribirse: «La vida no hay que correrla, es mejor caminarla». Es útil ese consejo. Porque, también para escribir no hay que correr, hay que pensar primero y escribir después.

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NEOLOGISMOS DE ACTUALIDAD EN COLOMBIA

El Diccionario de la Real Academia Española recoge muchos vocablos conocidos por todos los hispanos. Pero algunos han sido desfigurados por los politiqueros colombianos. Podemos decir que los «prostituyeron», como hacen con tantos otros aspectos de la vida.

Les presento aquí los más «sobresalientes» de tales términos, con las definiciones que los recaudadores de votos les han dado:

Congresista: Sustantivo. Colombiano prevalido de argucias politiqueras para ocupar curul mullida en el Congreso, con computadora para ver mujeres desnudas, mientras unos pocos de sus colegas parodian el estudio de las leyes que impondrán a sus electores. Aplícase este vocablo, inclusive, a quienes cuya voz nunca se escucha en el Congreso.

Bandido (a): Adjetivo. Persona que a sabiendas de la existencia de las leyes, las viola de modo descarado y flagrante. Aplícase por extensión a los miembros del Congreso de la República.

Cínico (a): Persona que trasgrede las leyes colombianas con plena consciencia de que su proceder es un delito, y, posteriormente, cuando se ve descubierta y a punto de ser «empapelada judicialmente», niega ante la prensa que haya sido autora de tales violaciones.

Hipócrita: Adjetivo. Individuo semejante al cínico. Este se oculta, y enmudece ante la opinión pública; en secreto, se autoproclama «ciudadano de bien», aunque todos sepan que es bien torcida su conducta.

Legislador: Adjetivo. 1. Dícese de la persona que valiéndose de artimañas y promesas electoreras consigue una curul en el Congreso de la República. Una vez allí, produce actos legislativos que solo la favorecen a ella y a los demás secuaces que la secundan; tales leyes, generalmente, la amparan de la cárcel, aunque haya cometido graves delitos. 2. Congresista que legisla en causa propia para protegerse, a sabiendas de que sus intenciones son las de delinquir para enriquecerse.

Conciliador: Adjetivo. Dícese del congresista o legislador colombiano que se confabula con otros bandidos, para arreglar a su libertino acomodo algunas leyes, a fin de sacar partido para su beneficio, en detrimento del interés de los 44 millones de compatriotas ingenuos que siguen creyendo en él.

Partidista: Adjetivo. 1. Movimiento político donde tienen cabida los bandidos que legislan en favor propio. 2. Militante de empresa política familiar, desde donde se traman entuertos y toda clase de atropellos contra las leyes que él y otros cínicos aprueban sin haberlas leído siquiera.

Gobiernista: Adjetivo. 1. Aplícase a quien es fiel seguidor de las triquiñuelas políticas del Gobierno de turno. 2. Congresista que lame los zapatos del jefe del Ejecutivo de turno, y que, en cualquier momento, puede voltearse hacia otro bando, porque es traidor y desvergonzado por naturaleza.

Ministro: Sustantivo. 1. Figura que otrora infundía respeto entre los ciudadanos de la nación. 2. Monigote, muy parecido a una veleta, que tranza con bandidos enquistados en el Congreso, según el nivel de las indecorosas propuestas que estos le formulen. 3. Dícese del cargo al que aspiran quienes tienen niveles superiores de capacidad para mentir, y de construir candidaturas presidenciales a partir de negociados politiqueros y programas populistas y engañosos.

Funcionario: Sustantivo. 1. Calidad de la persona que se somete a los caprichos de los cínicos enquistados en el Congreso. 2. Dícese de quien encuentra un puesto laboral en el Gobierno, y entrega su autonomía personal a sus patrocinadores políticos, los legisladores o congresistas. 3. Persona que carga con las culpas de actos dolosos cometidos por congresistas, cuando ellos no dejan rastro de sus oscuras maniobras.

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 Uso de mayúsculas en palabras o frases enteras


«Se escriben enteramente en mayúscula las siglas y algunos acrónimos: ISBN, OTI, ONG. Se escriben en minúscula, en cambio, los acrónimos que el uso ha convertido en sustantivos comunes: láser, radar, uvi. Cuando los acrónimos son nombres propios y tienen más de cuatro letras, solo se escribe en mayúscula la inicial: Unicef, Unesco».

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Pensamiento

«No codicies nada distinto a tu propia capacidad para labrar tus anhelos; lo demás, se devolverá contra ti». -Jairo Cala Otero, Bucaramanga-.

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