EL TREN POR ENTRE LAS MONTAÑAS
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano
Mucho
tiempo había esperado esta noticia para Locombia. Tantas bellezas se hablan de
ella y tantos fracasos se cuentan… Pero, al fin, al hallar el enlace de El
Espectador, saltó la liebre por entre las montañas, los ríos y la imaginación.
¿Cómo no alegrarse uno de que las dificultades y los peros tengan siempre una
solución? El hombre, terco, ingenioso, puede vencer y entrar a la caverna de
Alí Babá, disimulada y cerrada por una inmensa roca para gozar del tesoro.
Lo
que parece una amenaza, por arte de la tecnología, la técnica y la industria
del hombre, se convierte en una oportunidad. Hacer lo obvio, contentarse con lo
fácil, echarse a dormir porque las cosas son difíciles ya hoy no es explicable.
Cada vez que amanece un año, países pobres que fueron, se convierten en tigres,
como los asiáticos. Y nosotros tenemos que ponernos a vender lo que ellos
producen y nos quedamos en la pobreza industrial por no estudiar y no
prepararnos.
Las
noticias del progreso en vías de comunicación y tecnología en China, que en los
tiempos de Chiang Kai Shek y de Mao eran de imágenes de hombres y mujeres dobladores
de telas y vestían todos uniformados con gorra y overol, ya han cambiado. La
Revolución en Marcha tuvo sus polémicas, pero hoy se ven los frutos. No fueron
en vano la disciplina, la austeridad y ajustarse el cinturón por varios
quinquenios. Hoy la república más extensa del mundo luce en la moda, en la
tecnología y llena al mundo con la emoción de esos dragones que han cambiado su
cara y su lengua de fuego por su tren de la misma velocidad de una bala.
Su
geografía no es plana, las distancias son enormes y sus gentes necesitan un
transporte masivo eficiente, acomodado a su terreno y a sus necesidades.
También mostrar los resultados de su modelo de trabajo y de tecnología es hacer
política internacional. La dificultad de la fisonomía de su extenso mapa no fue
obstáculo para que sus ingenieros diseñaran el moderno y casi supersónico tren
que en ocho horas recorre la distancia, 2.298 kilómetros, que un avión demora
las mismas, o más horas todavía, de Pekín a Canton, polo económico del sur.
Para
lograr tal hazaña de construcción de las líneas férreas la tecnología china venció
montañas rocosas, abismos y no reparó en horadar cordilleras para túneles,
elevar puentes y tender rieles para que el coloso tren volara con la velocidad
de un Ruiseñor de Oriente.
Aquí
en Colombia de Cali a Bogotá un avión traslada a un pasajero en cuatro horas en
un trayecto de 283 kilómetros. Una hora y media para trasladarse y esperar en
sala en el Bonilla Aragón, una hora y media de carreteo y vuelo y otra hora
para esperar las valijas en El Dorado y trasladarse luego al centro de la
ciudad.
Estos
trenes rápidos, como el AVE en Europa, salen en punto a la hora señalada del
centro de la ciudad, no sufre el pasajero del vértigo por las turbulencias y lo
dejan también con sus valijas en el centro de la ciudad de destino. Los precios
de ambas modalidades son muy comparables, -tal vez más bajos, 85-97 euros, los
tiquetes del tren- para este mismo trayecto.
El
último tramo que acaban de inaugurar los chinos el sábado pasado es casi el
final de un ambicioso proyecto que empezó solo hace cuatro años, une a siete
grandes ciudades y desde ellas enlaza a todo el país con más 600 millones de
habitantes.
¿Será
que en Locombia tendremos en cuatro años las comodidades, la eficiencia y ahorro
de tiempo y dinero con transporte ferroviario rápido, sin excusas, si empezamos
ahora mismo?
26-12-12 1:03 p.m.
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