Por: Luis Barrera
Todos sabían que Gustavo Petro en la Alcaldía de Bogotá iba a pisar cayos. Meterse de lleno a revisar y asumir por parte del Distrito el espinoso tema de las basuras se ha convertido en una trascendental y “revolucionaria” acción que sólo un tipo y gobernante como él, podría desafiar.
Aunque el jugoso negocio de la recolección y disposición final de basuras es un problema extremadamente complejo, hoy por hoy, se ha convertido en uno de los mejores negocios porque lo que es basura para unos, es tesoro para otros.
Petro, en su cuestionado gobierno tiene en sus manos una audaz propuesta que puede conducir a una política responsable y racional, en la que se debaten cuestiones que están antes y después de la recolección de la basura y cuyo negocio supera los 260 mil millones de pesos al año algo así como más de 700 millones de pesos diarios, que cuesta recoger 7700 toneladas que produce la capital de la República a diario.
La basura en muchos municipios del Cauca también es un reflejo de sus habitantes y de sus autoridades. No sólo se trata del poco hábito por la higiene que mostramos en forma cotidiana, sino de los lugares que se eligen como destino final de los desperdicios.
El manejo inadecuado que le da la comunidad a las basuras es un problema ya que afecta a tanto a las personas como a los demás seres vivos que habitan en el entorno. En muchas ocasiones, por ignorancia, por irresponsabilidad, o por simple falta de sentido de pertenencia los habitantes de la ciudad dejan las basuras en lugares no apropiados como calles, zonas verdes o zonas de ronda de las fuentes de agua, así una cadena de contaminación que a la postre afecta los suelos, el aire y el agua.
Lo que muchos no quieren reconocer es que todas las personas somos responsables de la contaminación ya que alguna vez arrojamos una simple basura al suelo. Pero el 100% de la población se afecta por el mal manejo que se da a los desechos sólidos y algunos procedimientos empleados ya que si quemamos las basuras se estará deteriorando la capa de ozono y los rayos del sol entraran directamente en la tierra afectando la vida del planeta.
En los debates pre-electorales, el problema de la basura aparece concentrado en la discusión de la limpieza. Cómo lograr retirar la basura de las calles y los domicilios es un tema que pasa del problema del prestador (concesión privada o servicios propios) al problema de la medición: si el pago de ese trabajo debe realizarse según la tonelada de basura, como sucede actualmente, o si debe hacerse mediante el reconocimiento de un canon por zona limpia. Pero la realidad es que la recolección es la parte menor del problema de la basura. Su fase crítica se encuentra antes y después de la recolección: en la producción y en la disposición de la basura.
De todas maneras las basuras y el reciclaje de las mismas es un extraordinario negocio y en el fondo la política en cuanto a residuos urbanos no ha cambiado demasiado desde tiempos inmemoriales. Puede resumirse en un único concepto: llevarlos a otro lado.
Nadie quiere tener un basurero o relleno sanitario cerca a su casa, barrio o vereda. Pero es un problema que requiere soluciones de fondo y estructurales y en el que muchos inversionistas privados están interesados y pocos gobernantes y autoridades, quieren democratizar el manejo y darle un sentido de responsabilidad pública a través de las empresas de los entes gubernamentales.
Botellas de plástico vacías, cuadernos usados, periódicos viejos, vidrios, chatarras... Todo tiene un valor económico en nuestro medio, donde aumenta el número de industrias dispuestas a comprar cualquier cosa reutilizable.
En el fondo todo parece indicar que los bogotanos, pese al bajo nivel de aceptación en las encuestas de Petro, respaldarán del 18 de diciembre en adelante un nuevo esquema de aseo que beneficiará a toda la ciudad, porque no lo mueve la avaricia de unos negociantes ávidos de acumular ganancias, sino el propósito de defender los intereses del público, en cumplimiento de lo que ordena la Constitución.
Petro no es ningún tonto, y sabe que del Palacio de Liévano a la Casa de Nariño hay escasos metros y que con decisiones como estas se está jugando lo que le pueden catapultar o sepultar, que pelea con todo el mundo, pero sus adversarios terminan dándole la razón por su terquedad, espíritu impetuoso y estilo aventurero.
El Gobierno nacional debería exaltar los gobiernos, las empresas públicas o privadas que contribuyan por un entorno urbano más saludable en nuestro país. Hay que volver a premiar a las ciudades y entidades más limpias reconociendo aquellas actuaciones para mejorar la gestión de residuos, la limpieza y conservación de nuestras cuencas hidrográficas y, en definitiva, nuestra calidad de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario