miércoles, 6 de marzo de 2013



CHÁVEZ, EL LÍDER SURAMERICANISTA


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano

Chávez, caudillo, bolivariano, luchador, antiimperialista, suramericanista, militarista, amigo del pueblo-pueblo, amigo de los perseguidos como Fidel y Gadhafi, amigo de las causas revolucionarias, enemigo de las oligarquías cayó merced a un cáncer que le minó el pulmón y el vozarrón. El poder político de EE.UU no pudo doblegarlo con su yugo. Fue a la tumba ante el asombro de todo el mundo político.

De Chávez se podrá decir que sumió a su pueblo en la igualdad que da la necesidad no llenada, reducida a lo mínimo vital. Pero le dio una identidad a quienes la riqueza y la opulencia nunca ha tocado a su puerta. Niveló por lo bajo a todo el país que lo erigió sobre el pedestal como su salvador y mesías.

Porque Hugo Chávez Frías no se andaba por las ramas cuando se trataba de expropiar, de quitar prebendas a los poder-osos en política o tradición burocrática. Empleó su carisma para afianzarse en el mando proveyendo a los desposeídos. Se podrá decir que eso es populismo, que despilfarró la riqueza que tenía a su disposición para pauperizar el estado a costa de dar bienestar a los de abajo. Hizo, así, gala de poner en práctica un socialismo criollo, no visto nunca en Suramérica.

Chávez en vida, así como ha sido costumbre en todas las democracias, usó los mismos mecanismos para mantenerse en el poder por 14 años. Cambió la constitución como en otras latitudes, convocó a elecciones y nadie pudo acusarlo de tirano o usurpador. Fue un animal político que aplicó el poder y la economía para alejar a quienes detentaron la silla presidencial hasta entonces. No hubo delfines, expresidentes, partidos suficientes que le ganaran el pulso.

Desde su posición de teniente coronel en el ejército fue capaz de hacerle frente e intentar derrocar en 1992 a Carlos Andrés Pérez, uno de los presidentes con más prestigio hasta ese entonces. Merced a su astucia fue sobreseído por Caldera en 1994 y volvió para retomar la bandera de la lucha contra las oligarquías hasta que consiguió en 1999 el solio en la cuna de Bolívar.

Ningún otro caudillo hasta ese momento había tomado el nombre del Libertador para darle imagen a su gestión. Cambió el nombre del país por el República Bolivariana de Venezuela y cabalgó con su sombra y sus consignas en el corcel de la lucha por la liberación del pueblo de las garras de la economía salvaje que convierte en parias a los desposeídos.

Lo que no pudieron hacer Bolívar, Gaitán en Colombia, o las guerrillas de Perú, Bolivia o Argentina o de Colombia, lo hizo Chávez desde la institucionalidad. Puso al petróleo, la mayor riqueza de la nación al servicio de la causa nacional. Pese a llevarla a la inflación, a la devaluación de la moneda, al alejamiento de otras naciones, logró acallar a sus enemigos y darle a la población huérfana de poder, el alimento de su dignidad y el techo que la abrigara.

Se unieron a él naciones lejanas como Irak, Palestina, y en Suramérica, Brasil, Ecuador, Bolivia, Argentina, Uruguay, Cuba. Desde Colombia tuvo sus francotiradores. Siempre fue un adalid de la anfictionía americana, de creer que los vecinos pueden darse su destino y bienestar, sueño de Bolívar, sin la ayuda de las potencias que siempre la han colonizado o le escamotearon su territorio o le impusieron sus productos y vasallaje.

Murió Chávez vencido por un cáncer, no por la política extranjera. Odiado por muchos y controvertido como cualquier otro mandatario. Murió como vivió, luchando contra la corriente y lo que parecía imposible.

06-03-13                                         9:52 a.m.

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