martes, 5 de marzo de 2013



ESPECIES EN EXTINCIÓN


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano

Los pangolines habitan en zonas tropicales de Asia y África, nos dice Wikipedia. Tienen su cuerpo totalmente recubierto de escamas duras, a medida que avanzan en la edad. Emiten un olor fétido cuando alguien los amenaza, al igual que los zorrillos y comadrejas. Debe su nombre al vocablo malayo peng-goling, el que se enrolla. Exóticas especies mamíferas en extinción, como muchas de las que habitan en nuestras selvas colombianas, como el armadillo, el cocodrilo, la tortuga, la guacamaya, el delfín de río, varias de micos y monos, el jaguar, el oso de anteojos, vegetariano, y muchas otras de nuestra fauna y flora que se consiguen en mercados locales y extranjeros.

La Agencia para la conservación de Recursos Naturales (¿?) registra la liberación de este pangolín en la selva de Sumatra, Indonesia en esta foto de la AP que nos muestra hoy Semana.com. No sabemos si es una de nuestras Agencias dependientes de un Ministerio o si es un organismo internacional. De todas maneras es gran noticia saber que uno de esos ejemplares se rescata de manos que hacen menos vivible el planeta.

Sabemos que animales y plantas cumplen una función dentro de la cadena alimenticia y que su presencia es vital para conservar el equilibrio ecológico. La caza y la matanza para vender su carne y piel, sus dientes y las propiedades de flores y hojas han deforestado nuestros montes y cordilleras. No hay control en su hábitat ni se nota la vigilancia de las autoridades ambientales.

En cambio, otras especies animalescas, carnívoras y mamíferas, de cascarón impenetrable y fuero que los protege, de sangre caliente y fiera pululan por entre calles, avenidas, edificios públicos y transitan en aviones privados y automóviles de alta gama, como dicen los sabuesos del CTI.

Pareciera que tuvieran su origen en genes extraordinarios. Están dotados con dientes de orangután, sed de lobo siberiano, carrera loca de guepardos, uñas corvas de águila, olfato con el órgano de Jacobson muy desarrollado como los carroñeros, oído de delfines, vista de cernícalo y sonar de murciélago.

Estos animales dotados de cerebro racional extrañamente no se hallan en extinción. Todo lo contrario, cada vez se reproducen como la hiedra y las ramas parásitas, que se prenden a paredes y árboles hasta cubrirlos y ahogarlos. Parecen a veces, anguilas que se adhieren a la piel y chupan la sangre hasta reventar como chicharra que chilla.

Van algunos de ellos a universidades, visten de frac, organizan fiestas, convenciones, forman partidos, con nombres exóticos y confusos, ganan siempre en las elecciones, transmiten sus nichos de generación en generación y extienden sus alas como los cóndores para cubrir a sus polluelos y les ofrecen su comida en la propia boca.

La mayoría de esta prolífica especie, sin temor a extinguirse como el camaleón, tienen gran facilidad de cambiar de color, nunca dejan su nido vacío y lo llenan con sus parientes que escogen y excitan como el pavo real, inflando su cresta y soplando duro hasta conseguir sus pretensiones. A diario los vemos en la prensa como directores de otras Agencias y en limusinas en esa selva del Congreso y de la burocracia oficial.

04-03-13                                12-05 p.m.

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