DESDE EL SUR NOS LLAMA LA
POESÍA
Leopoldo de Quevedo y
Gloria María Medina visitan en el Café
Tortoni a los Artistas de toda una vida: Jorge Luis Borges, que firma,
Carlos Gardel y Alfonsina Storni
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Colombiano
El
azul estaba cubierto con una espesa manta blanca. Llovía sobre el valle de
Cali. En el aeropuerto los aviones, como patos, nadaban sobre la pista. Los que
llegaban parecían niñitos que corrían con sus pies desnudos y los pantalones
arremangados sobre el suelo encharcado.
Antes
del horario acordado, el Embraer 190 de Copa salió hacia Panamá su sede
obligada para salir a las 11:30 hacia el país del tango y de Messi. En casi
todo el trayecto el experimentado lobo del aire nos recomendó no desabrochar el
cinturón porque las turbulencias estaban de fiesta. Aunque había nerviosismo la
ilusión calmaba los sobresaltos. La mirada ya estaba lejos, en Punta del Este,
Rocío Cardoso nos estaba esperando en el Encuentro de poetas y narradores que
se llama de Las dos Orillas.
Abajo
fuimos pasando por Guayaquil, Lima, San José de Oruro, Jujuy, Córdoba, Rosario
y Mar del Plata. Vimos cómo las montañas y los valles estaban firmados con
rúbricas caprichosas de ríos delgados y gordos. Allí estaban el Orinoco, el
Amazonas y el larguísimo Río Blanco. Esa es la esperanza del mundo. Selvas,
ríos, cataratas, lagos con su flora, aves y animales de pelaje suave y dientes
filudos. Pensando y mirando se pasaron casi ocho horas de vuelo.
A
las 9:00 de la noche por fin llegamos a Buenos Aires querido. Al descender a
tierra encontramos una ciudad despierta con 22 grados de temperatura. Mucha
gente, mucha espera, mucha cola para los trámites de inmigración en Ezeiza y
pocos empleados para revisar papeles y poner un sello.
Ya
teníamos reserva en un hotel no muy nombrado que tiene el nombre Bonito. Allí llegamos después de pagar
200 pesos argentinos en un transporte urbano. Laura, Bárbara y Dánae nos
abrieron sus ojos y puertas en el confortable y moderno piso tercero que han
convertido en hotel. Cama de colchón de espuma, mantas calientes, baño y ducha
en un edificio que tal vez conoció Gardel en el barrio Monserrat. De allí
fuimos al Café Tortoni a tomar café con tres medias lunas y luego un chop de cerveza fría que nos sirvió
Facundo. Llegamos un poco tarde para disfrutar del show de tango que había
empezado a las 8:30 a.m.
Ayer
lunes Buenos Aires amaneció con sol y mucha gente en sus calles. Recorrimos
avenidas, en una librería compramos La
ciudad de las palabras de Alberto Manguel y Arráncame la vida de Ángeles Mastretta. Viajamos en metro muy lleno
y cordial, fuimos hasta el Parque Lacrozze al Cementerio de la Cahacarita a
visitar a nuestro amigo Gardel. La van que hace el recorrido turístico estaba rota y no pudimos ir a donde están en su
lugar descansando otras glorias del tango como Pugliese y Goyeneche.
De
noche hemos ido al espectáculo de baile y tango en el tradicional Viejo Almacén. Imposible venir a Buenos
Aires y disfrutar de la música que le dieron fama tantos cantantes y divas. Se
va uno con su dama a la cama y en los sueños aparecen almacenes, acento de
canto, calles largas de gente linda, casas viejas, parques verdes y un Mar de
Plata que lleva un aire de tango en sus ondas.
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