Por: Luis Barrera
Editor Proclama del Cauca
El movimiento de izquierda y
social Marcha Patriótica, constituido en abril de 2012 e integrado por más de
1.500 organizaciones sociales y políticas de Colombia, anunció que está
dispuesto a acoger a los guerrilleros de las FARC que se desmovilicen y decidan
entrar en la vida civil.
Este es un adelanto de la buena
noticia que podría traer como resultado el proceso de diálogo y terminación al
conflicto interno que viene adelantando el gobierno del Presidente Juan Manuel
Santos Calderón con el grupo insurgente.
Entonces dejará de ser un secreto
lo que todos sospechábamos y es que la Marcha Patriótica es una amalgama social
con gran calado y poder de movilización, que busca consolidarse como movimiento
político. Con un plan ambicioso aspira mostrarse como una alternativa política
y que en el territorio caucano ha demostrado tener muchos simpatizantes.
Para que pueda existir la
democracia, es de extrema importancia la participación de los ciudadanos de
todas las tendencias y matices, ya que por definición esta forma de gobernar
consiste en una organización que toma medidas con base en la voluntad de los
miembros de la sociedad.
Por ello, si como consecuencia de
un exitoso proceso de paz, las FARC deciden participar democráticamente en un
proyecto electoral, bienvenidos sean con sus ideales y propuestas, pero siempre
respetando el Estado Social de Derecho al que todos los colombianos estamos
llamados salvaguardar.
El Gobierno de Santos con su
nuevo estilo de gobernar, con ideas liberales, nos está señalando la nueva hoja
de ruta de la democracia colombiana que apunta hacia la despolarización
heredada del mandato del expresidente Uribe.
Debe quedar entonces superado el
viejo esquema de la confrontación política y armada que enfrentó a los
colombianos en las últimas cinco décadas, primero entre liberales y
conservadores, y después entre guerrilleros y paramilitares, en la que el
estado siempre ha intervenido para controlar y ponerle punto final, como es el
deseo, el anhelo y sueño de la mayoría de los que queremos vivir algún día en
paz, civilizadamente, sin matarnos los unos a los otros.
Y es que aquí ni los buenos
estuvieron de un lado, ni los malos del otro. Los hay buenos y malos por ambas
partes y también en cada combatiente alternan en todo momento las tentaciones
del mal y los ideales del bien.
Si en ocasiones prevalece el
deseo de triunfar en la guerra, en otras, afortunadamente, se abre paso el
anhelo de acordar las condiciones de la paz sin vencedores ni vencidos. No se
trata de satanizar a unos e idealizar a otros, se trata de entender las razones
de todos y de ponernos a trabajar juntos como sociedad en la misma dirección de
la convivencia pacífica y la construcción democrática.
Es por eso quizás que los diálogos
y toda la “botadera de corriente” que viene tras el ejercicio de las mesas
dialécticas de paz en la regiones como el Cauca, que convoca la Gobernación del
Departamento, no pueden ser estériles, sino por el contrario, contribuir a
fortalecer la democracia y la sociedad que queremos todos, sin exclusiones ni
discriminaciones odiosas. No hay que temerle a una nueva competencia en las
urnas.
Comienza un proceso de sanación
de las profundas heridas dejadas por la violencia y entender que, así como las
Farc victimizaron durante muchos años a no pocos integrantes de la población
civil en pos de la pretendida redención social de quienes serían los sujetos
beneficiarios de su proyecto político-militar, las autodefensas ocasionaron
también incontables víctimas en la población civil mientras simultáneamente brindaron
seguridad y protección a ingentes miembros de la población civil que hallaron
en las autodefensas reparo suficiente para proseguir su vida en medio de las
azarosas condiciones del conflicto.
Mayorías y minorías las hubo de
lado y lado, según el momento y el espacio geográfico. Hubo víctimas porque las
guerras producen también víctimas inocentes, y si las hubo ajenas al conflicto
también las hubo, y muchas, por simpatizar con unos y generar antipatías en
otros, por tomar partido y asumir riesgos en medio del conflicto armado. A
ciertos representantes del Estado también se les fue la mano supuestamente
defendiendo el imperio de la Ley.
Y así como hubo víctimas, como
hay víctimas, hoy también hay sobrevivientes que tuvieron sus simpatías por
unos o por otros, y ya no quieren más guerras, pero sí seguir discutiendo sin
violencia sobre el presente y el futuro del país.
No digamos mentiras, porque unos
y otros delinquen en gran escala al participar del conflicto armado por lo cual
el daño hecho a la sociedad ha sido tremendo, independientemente de las razones
que inducen a guerrilleros y autodefensas a trenzarse en feroz combate,
defendiendo desde ambas orillas no solo ideales de sociedad teóricamente
válidos, sino también personas de carne y hueso cuyas ideologías y cuyos
intereses los volcan en favor o en contra de los bandos enfrentados.
Así como la ‘Marcha Patriótica’
es bienvenida y tiene todo el derecho de existir y expresarse a lo largo y lo
ancho del país- de todo el país-, la otra orilla del mismo río de la misma
patria, la de la ‘avenida del medio’ digamos–entre los extremos de derecha y de
izquierda, entre los ‘ultras’ de lado y lado- también como víctimas, merecen
florecer y estar socialmente disponibles como alternativa civilista, para que
no solo los ‘Timochenko’ y los ‘Gabino’, también puedan elegir y ser elegidos
democráticamente.
Quienes creyeron alguna vez que
las armas de las guerrillas o de las autodefensas eran solución en tiempos del
conflicto y hoy han decidido libremente que nunca más se apalancarán ni
apoyarán ni consentirán el uso de la violencia como sustituto del Estado social
de derecho y sus instituciones previstas en la Constitución, deberán ser
invitados a firmar el pacto de civilidad y democracia, el gran acuerdo de la
unión nacional, que les ofrece un gobierno del talante liberal y democrático
como del presidente Juan Manuel Santos Calderón.
El Estado colombiano tendrá que
admitir en el camino de la paz, que las guerrillas nacieron y se reprodujeron
en el devenir de la sociedad desde las contradicciones inherentes a su
condición de ‘Estado en gestación’ y ambos –guerrillas y Estado- tendrán que
aceptar que las autodefensas también nacieron y se reprodujeron en el acontecer
social desde la irrupción misma de las guerrillas en la historia de Colombia
así como desde las mismas idénticas contradicciones del ‘Estado en gestación’.
Seguimos pensando desde la prensa
libre y democrática regional como PROCLAMA,
que si la invitación del Estado –y de la Comunidad internacional- a participar
de la ‘justicia transicional’ es universal y es generosa, si la actitud es
sincera y en la dirección de ‘recomenzar de cero’ sin privilegios ni
discriminaciones, Colombia puede transformarse en apenas una generación no solo
en potencia económica, sino lo más importante en un faro moral, en el
territorio de un nuevo renacimiento, donde todos tengamos el derecho a vivir
próspera y justamente, plenamente idénticos en derechos y obligaciones, e iguales
ante la Ley, respondamos como respondamos ante los tribunales de la Historia y
en lo más íntimo de nuestras conciencias aquellas preguntas que tanto duelen y
dolerán mientras vivamos en medio del conflicto.
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