miércoles, 17 de octubre de 2012

Bienvenida la Marcha Patriótica


Por: Luis Barrera
Editor Proclama del Cauca

El movimiento de izquierda y social Marcha Patriótica, constituido en abril de 2012 e integrado por más de 1.500 organizaciones sociales y políticas de Colombia, anunció que está dispuesto a acoger a los guerrilleros de las FARC que se desmovilicen y decidan entrar en la vida civil.

Este es un adelanto de la buena noticia que podría traer como resultado el proceso de diálogo y terminación al conflicto interno que viene adelantando el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos Calderón con el grupo insurgente.

Entonces dejará de ser un secreto lo que todos sospechábamos y es que la Marcha Patriótica es una amalgama social con gran calado y poder de movilización, que busca consolidarse como movimiento político. Con un plan ambicioso aspira mostrarse como una alternativa política y que en el territorio caucano ha demostrado tener muchos simpatizantes.

Para que pueda existir la democracia, es de extrema importancia la participación de los ciudadanos de todas las tendencias y matices, ya que por definición esta forma de gobernar consiste en una organización que toma medidas con base en la voluntad de los miembros de la sociedad.

Por ello, si como consecuencia de un exitoso proceso de paz, las FARC deciden participar democráticamente en un proyecto electoral, bienvenidos sean con sus ideales y propuestas, pero siempre respetando el Estado Social de Derecho al que todos los colombianos estamos llamados salvaguardar.

El Gobierno de Santos con su nuevo estilo de gobernar, con ideas liberales, nos está señalando la nueva hoja de ruta de la democracia colombiana que apunta hacia la despolarización heredada del mandato del expresidente Uribe.

Debe quedar entonces superado el viejo esquema de la confrontación política y armada que enfrentó a los colombianos en las últimas cinco décadas, primero entre liberales y conservadores, y después entre guerrilleros y paramilitares, en la que el estado siempre ha intervenido para controlar y ponerle punto final, como es el deseo, el anhelo y sueño de la mayoría de los que queremos vivir algún día en paz, civilizadamente, sin matarnos los unos a los otros.

Y es que aquí ni los buenos estuvieron de un lado, ni los malos del otro. Los hay buenos y malos por ambas partes y también en cada combatiente alternan en todo momento las tentaciones del mal y los ideales del bien.

Si en ocasiones prevalece el deseo de triunfar en la guerra, en otras, afortunadamente, se abre paso el anhelo de acordar las condiciones de la paz sin vencedores ni vencidos. No se trata de satanizar a unos e idealizar a otros, se trata de entender las razones de todos y de ponernos a trabajar juntos como sociedad en la misma dirección de la convivencia pacífica y la construcción democrática.

Es por eso quizás que los diálogos y toda la “botadera de corriente” que viene tras el ejercicio de las mesas dialécticas de paz en la regiones como el Cauca, que convoca la Gobernación del Departamento, no pueden ser estériles, sino por el contrario, contribuir a fortalecer la democracia y la sociedad que queremos todos, sin exclusiones ni discriminaciones odiosas. No hay que temerle a una nueva competencia en las urnas.

Comienza un proceso de sanación de las profundas heridas dejadas por la violencia y entender que, así como las Farc victimizaron durante muchos años a no pocos integrantes de la población civil en pos de la pretendida redención social de quienes serían los sujetos beneficiarios de su proyecto político-militar, las autodefensas ocasionaron también incontables víctimas en la población civil mientras simultáneamente brindaron seguridad y protección a ingentes miembros de la población civil que hallaron en las autodefensas reparo suficiente para proseguir su vida en medio de las azarosas condiciones del conflicto.

Mayorías y minorías las hubo de lado y lado, según el momento y el espacio geográfico. Hubo víctimas porque las guerras producen también víctimas inocentes, y si las hubo ajenas al conflicto también las hubo, y muchas, por simpatizar con unos y generar antipatías en otros, por tomar partido y asumir riesgos en medio del conflicto armado. A ciertos representantes del Estado también se les fue la mano supuestamente defendiendo el imperio de la Ley.

Y así como hubo víctimas, como hay víctimas, hoy también hay sobrevivientes que tuvieron sus simpatías por unos o por otros, y ya no quieren más guerras, pero sí seguir discutiendo sin violencia sobre el presente y el futuro del país.

No digamos mentiras, porque unos y otros delinquen en gran escala al participar del conflicto armado por lo cual el daño hecho a la sociedad ha sido tremendo, independientemente de las razones que inducen a guerrilleros y autodefensas a trenzarse en feroz combate, defendiendo desde ambas orillas no solo ideales de sociedad teóricamente válidos, sino también personas de carne y hueso cuyas ideologías y cuyos intereses los volcan en favor o en contra de los bandos enfrentados.

Así como la ‘Marcha Patriótica’ es bienvenida y tiene todo el derecho de existir y expresarse a lo largo y lo ancho del país- de todo el país-, la otra orilla del mismo río de la misma patria, la de la ‘avenida del medio’ digamos–entre los extremos de derecha y de izquierda, entre los ‘ultras’ de lado y lado- también como víctimas, merecen florecer y estar socialmente disponibles como alternativa civilista, para que no solo los ‘Timochenko’ y los ‘Gabino’, también puedan elegir y ser elegidos democráticamente.

Quienes creyeron alguna vez que las armas de las guerrillas o de las autodefensas eran solución en tiempos del conflicto y hoy han decidido libremente que nunca más se apalancarán ni apoyarán ni consentirán el uso de la violencia como sustituto del Estado social de derecho y sus instituciones previstas en la Constitución, deberán ser invitados a firmar el pacto de civilidad y democracia, el gran acuerdo de la unión nacional, que les ofrece un gobierno del talante liberal y democrático como del presidente Juan Manuel Santos Calderón.

El Estado colombiano tendrá que admitir en el camino de la paz, que las guerrillas nacieron y se reprodujeron en el devenir de la sociedad desde las contradicciones inherentes a su condición de ‘Estado en gestación’ y ambos –guerrillas y Estado- tendrán que aceptar que las autodefensas también nacieron y se reprodujeron en el acontecer social desde la irrupción misma de las guerrillas en la historia de Colombia así como desde las mismas idénticas contradicciones del ‘Estado en gestación’.

Seguimos pensando desde la prensa libre y democrática regional como PROCLAMA, que si la invitación del Estado –y de la Comunidad internacional- a participar de la ‘justicia transicional’ es universal y es generosa, si la actitud es sincera y en la dirección de ‘recomenzar de cero’ sin privilegios ni discriminaciones, Colombia puede transformarse en apenas una generación no solo en potencia económica, sino lo más importante en un faro moral, en el territorio de un nuevo renacimiento, donde todos tengamos el derecho a vivir próspera y justamente, plenamente idénticos en derechos y obligaciones, e iguales ante la Ley, respondamos como respondamos ante los tribunales de la Historia y en lo más íntimo de nuestras conciencias aquellas preguntas que tanto duelen y dolerán mientras vivamos en medio del conflicto.

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