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publicó hoy, Domingo, 14 de Oct de 2012, el siguiente artículo, que por
considerarlo de interés regional y como abrebocas a otros casos que se
presentan, especialmente en Santander de Quilichao, y que documentaremos más adelante,
lo dejamos a consideración de nuestros amables lectores y visitantes. Se trata
del “no rotundo de los nasas a la
minería.
Por: Carolina Gutiérrez Torres /
Enviada Especial Caldono, Cauca /
Estos indígenas, que históricamente han batallado contra los
invasores, dicen que su nuevo enemigo es la locomotora minera. Calculan que en
su tierra (Caldono, Cauca) hay 60 mil hectáreas comprometidas en solicitudes.
El resguardo de la Laguna Siberia, en Caldono, Cauca, fue el lugar de encuentro de indígenas y campesinos para discutir los impactos de la minería. |
Los indígenas nasas libraron la primera gran batalla contra la
minería en el río Mondomo (norte del Cauca). La consigna era: si nos toca dar
la vida, la damos, pero nuestro territorio lo respetan, cuenta Andrés Almendra,
comunero. Tres retroexcavadoras, siete dragas y ocho motobombas habían sido
instaladas en las riberas. La guardia indígena de los resguardos Las Mercedes y
La Laguna Siberia enfrentó a los invasores. Aparecieron con sus bastones de
chonta y sus banderas rojas y verdes. No sabían si los obreros que estaban
extrayendo oro tenían licencia para estar allí. No importaba. No queremos
ningún tipo de minería en nuestro territorio, repite Almendra.
Hicieron un primer llamado: tienen 20 días para desalojar. No
cumplieron. Vino una segunda alerta: no estamos jugando, salgan de nuestras
tierras. No cumplieron. En la tercera visita no hubo necesidad de palabras: le
prendieron fuego a la maquinaria y se lanzaron a la batalla. Los mineros, que
al parecer venían de Antioquia por su acento parsimonioso y arrastrado,
respondieron con disparos que milagrosamente no hirieron a nadie. Eran por lo
menos 150 indígenas bravos, indignados, dispuestos a pelear hasta la muerte.
Los intrusos huyeron y no volvieron. Un año después, no han vuelto.
Los nasas tienen una posición clara, radical, frente a la minería.
No la quieren en sus tierras. Ni a grande, ni a pequeña, ni a mediana escala;
ni mucho menos a cielo abierto. Ni la legal ni la ilegal. Ni siquiera la
ejercida por ellos mismos. Eso contaba Andrés Almendra antes de que comenzara
el ‘Primer encuentro intercultural en defensa de la Madre Tierra’, que se
celebraba en el resguardo de la Laguna, en Caldono, Cauca. Citaron a indígenas
y campesinos para contarles, en las voces de académicos que viajaron desde
Bogotá, por qué la extracción minera en su territorio no es conveniente.
Almendra vestía una camiseta verde y un jean, y llevaba una
mochila de hilo terciada. Con su hablado rápido, fuerte y fluido repetía que la
minería sólo trae descomposición social. Pobreza. Decía: “Para la muestra un
botón: los españoles entraron por Nariño, y desde 1525 explotan oro en
Barbacoas, que es una población negra. ¿Y ellos tienen plata hoy? Viven aún más
pobres que nosotros. En más miseria. Me da pena hablar de ellos, pero es así”.
El cálculo que hace este hombre de 47 años, de mamá guambiana y
papá nasa, bajito, sonriente, es que en Caldono hay 24 puntos que las
multinacionales mineras han solicitado para exploración y explotación. Y uno
más que ya fue entregado. Al parecer, a una empresa paisa (ver mapa).
Dice “estamos rodeados de solicitudes: hay 60 mil hectáreas
comprometidas”. Dice “venga se las enumero: el río Salado, que tiene por lo
menos 22 kilómetros, está pedido todo. Está pedido el cerro Cresta de Gallo,
que es sagrado para el pueblo nasa de Caldono. También la quebrada Piedra
Pintada, que está en el límite con Santander de Quilichao y más abajito, la
quebrada Las Mercedes. Está pedida la desembocadura del río Mondomo con el río
Ovejas, y la del río Ovejas con el río Pescador. Y ahí subimos a la quebrada
Salinas. Por el otro lado está pedido el río Mermejal en tres puntos y subimos
hasta la parte alta del río Pescador...”. Y la lista sigue y Almendra repite
estamos rodeados.
Todo eso lo dijo Andrés Almendra desde un salón vacío, contiguo al
sitio del encuentro. Afuera, resguardados en una carpa gigante, con un calor de
23 grados, los adultos escuchaban a los expositores, concentrados, asintiendo
con la cabeza; y los niños corrían y se reían y se encaramaban en las columnas
que sostenían el plástico. En la parte de atrás, en pailas y ollas gigantescas,
las mujeres, guiadas por Teresa Chepe — la capitana, la máxima autoridad del
cabildo— cocinaban sopas y arroz y carne para los cientos que harían fila más
tarde.
Andrés Almendra dice que tiene cara de guambiano —como la de la
mamá que lo regaló—, pero se siente nasa —como el papá que murió de pena moral
cuando en la guerra bipartidista lo persiguieron y despojaron de todo. Todo—.
Al que realmente llamó papá fue a Julio Conda, un señor que lo crió como su
cuarto hijo. Era además un dirigente poderoso del norte del Cauca. “Todo lo que
tengo en mi cabeza es de él. Fui aprendiendo de esa identidad política”.
Bien podría describirse a Almendra con las mismas palabras que él
habla de su padre. Un líder poderoso. Incansable. Su primera pelea la dio por
la recuperación de tierras. Las otras tantas las ha dado como concejal de
Caldono, como gobernador del cabildo y hoy, como comunero —que es lo mismo que
decir líder, aunque ellos no están de acuerdo con esta expresión—. Siendo
concejal le dispararon seis veces y le incrustaron dos balas y no murió “porque
no era el día”.
Siendo concejal vivió la batalla del agua, que ganó el pueblo nasa
en Caldono. Decidieron no apoyar el llamado Plan Departamental de Aguas que
pretendía —pretendía, porque ya el mismo Gobierno aceptó que había fracasado—
reorganizar la administración de este servicio en el país. Dijeron que no se
iban a adherir porque eso significaba privatizar y mercantilizar el servicio.
Que no lo harían porque los acueductos comunitarios, que es como ellos han
venido manejado el agua, les han funcionado. Nadie pudo convencerlos. Ganaron.
Y ni hablar de las batallas que han tenido que librar para estar
aislados del conflicto. De las balas cruzadas. De las venganzas entre grupos
armados ilegales y legales. El último episodio de esa guerra le costó la vida
al nasa Fabián Guetió, de 21 años. Fue un error militar, dijo el Ejército, y la
comunidad se enfureció y exigió que ningún uniformado volviera a patrullar en
las veredas.
A los terratenientes. A los errores militares. A las hostilidades
de unos y otros, se sumó la minería. Y ellos, a seguir resistiendo.
En algún momento, de alguna comunidad indígena, nació esta idea:
crear unos territorios mineros indígenas, que en otras palabras significaba
quitarles el negocio a las multinacionales mineras para dejárselo a ellos. Si
esas compañías van a explotar nuestros recursos, entonces hagámoslo nosotros,
parecía ser la consigna. Los nasas dieron un no definitivo desde un principio.
Y se mantuvieron en esa posición, con la misma fuerza que han resistido
históricamente. Con la misma fuerza de la que se han valido para que otros
pueblos se sumen a su causa.
Andrés Almendra hace los siguientes cálculos: cuando comenzó su
lucha sustancial contra la minería, ni siquiera los seis resguardos nasas que
habitan en el Cauca estaban de acuerdo. Hoy todos los nasas son uno solo en
esta batalla. Y hay otros 36 resguardos (de 117 que existen en el Cauca) que
también se han declarado en contra de toda clase de minería. Esto lo contaba
Idelber Aranda León, gobernador del resguardo indígena de la Laguna Siberia,
mientras las presentaciones de los académicos seguían afuera, en la carpa, y el
sol se hacía más bochornoso.
Aranda camina siempre con su bastón. Siempre, también, lleva ropas
formales. Para este encuentro vestía camisa azul, pantalón café y zapatos
negros. Cuando se le pide que resuma en un argumento, en un solo argumento, la
esencia de su causa, dice: “La minería no es una cosmovisión de los indígenas.
¿El oro de quién ha sido? ¿Quiénes han sido los mineros? Las negritudes.
Nosotros lo que hemos hecho es trabajar la agricultura. Nosotros decimos que la
tierra es nuestra madre y que el oro es la sangre de ella, ¿cómo la vamos a
desangrar? Estaríamos matándola. Entonces, ¿es nuestra madre o no lo es?”.
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