miércoles, 12 de septiembre de 2012

El mayor problema social de Puerto Tejada


Por: Luis Barrera
Editor Proclama del Cauca

La delincuencia juvenil se convirtió en el problema social de mayor importancia en Puerto Tejada. Siempre se ha sostenido que los jóvenes representan el futuro de un pueblo o de un país, pero si se vuelcan a la delincuencia desde temprana edad, resultará muy difícil reincorporarlos a la sociedad.

En esta población, los jóvenes, en su mayoría, tratan de buscar identificarse con un estilo de vida con el que sientan que son tomados en cuenta realmente. Es por esta razón que cada vez más jóvenes buscan una solución en el pandillaje. Este es uno de los problemas sociales que más está aquejando a Puerto Tejada, hasta tal punto que las propias autoridades y padres de familias no saben prácticamente qué hacer tras la creciente ola delincuencial.

En reiteradas ocasiones el senador liberal Luis Fernando Velasco Chávez y el representante a la Cámara Carlos Julio Bonilla Soto al inicio de sus labores legislativas, propusieron una especie de “Intervención urgente” de alto nivel para el caso de Puerto Tejada, con el propósito de buscarle una salida viable y estructural al fenómeno de las pandillas delincuenciales y en tal sentido también se ha expresado con propuestas legales y jurídicas el senador Jesús Ignacio García Valencia.


Pero de momento no se ha podido gubernamentalmente diseñar una política concreta en tal sentido, y como una espiral, el accionar de las pandillas sigue aumentando el número de víctimas, hasta el punto que muchos prefirieron en algunos barrios dejar sus casas abandonadas y marcharse de la ciudad ante la inseguridad que ha puesto en jaque las autoridades en muchos casos con la complicidad misma de padres de familias que de una manera “alcahueta” e irresponsable han promovido la desafortunada desviación de sus hijos.

Es también comprensible el sufrimiento de tantas y tantas madres de familia, a las cuales sus hijos se les “salieron de las manos” y hoy vergonzosamente asumen en sus corazones la dura realidad que las golpea porque sus hijos están en las cárceles o en una fría bóveda sepulcral o dos metros bajo tierra.

En este problema, las principales causas sociales que provocan el auge del pandillaje en Puerto Tejada han sido: la familia y la educación. En primer lugar, la familia juega un rol muy importante, pues los integrantes de una pandilla suelen proceder de hogares en crisis o destruidos totalmente o parcialmente por parte de los padres, donde sus necesidades materiales o afectivas no son atendidas para un adecuado desarrollo personal. En segundo lugar, la educación integral académica y pedagógica que se le debe brindar al joven junto a los valores necesarios para contribuir al buen camino y así, no caer en el pandillaje.

Pero ambos están incidiendo seriamente en la formación de nuevas pandillas en cada uno de los barrios y sectores rurales, la estabilidad y consolidación de las familias han sido afectadas y el sistema educativo en Puerto Tejada fracasó registrándose un alto nivel de deserción escolar y la falta de inculcación de valores y principios que para nada se respetan.

Pocos fenómenos han traído en los últimos años consigo una alteración más aguda de la convivencia en Puerto Tejada que el fenómeno delincuencial cometido por menores de edad. Ante estos supuestos la comunidad se siente en ocasiones inerme, impotente e indefensa.

En conclusión, los integrantes de las pandillas en Puerto Tejada, mayormente, son jóvenes e incluso niños con pocos valores y maltratados provenientes de hogares destruidos, sin educación aunque se han visto casos de hogares muy bien conformados y un buen nivel de vida.

Las 36 pandillas identificadas están conformadas y operan generalmente, para una ayuda mutua entre sus miembros, defienden su territorio a muerte y otras más radicales realizan sus actos delictivos en cualquier parte de la ciudad, dejando en luto familias enteras por los homicidios que a veces hasta insólitos cometen.

En nuestra opinión, la educación y la familia, así sean en niveles pobres, son las que más influyen en la decisión del joven para integrarse a una pandilla o seguir con una vida normal.


Claro que existe también una serie de causas sociales que al final confluye en un mismo mínimo común denominador: familias desestructuradas incapaces de cumplir la función primordial de transmitir la normatividad inicial y afectuosa al menor: padres drogadictos, alcohólicos, analfabetos, padres “desaparecidos”, familias marginales o desarraigadas, pobreza, prostitución y marcada exclusión social.

Esa falta de control de los progenitores ha dado lugar a continuos comportamientos ilícitos por parte de los menores. Urge por tanto adoptar medidas preventivas contra delincuencia juvenil, debiéndose seguir políticas sociales tendientes a poner fin a los focos de marginalidad, cuyo factor criminológico debe conmover de forma rápida e inaplazable a las autoridades y la sociedad en su conjunto.

Igualmente prioritario debe ser el reforzamiento de la familia, como célula vital en la formación y crecimiento de los niños y jóvenes en alto riesgo y del mejoramiento de la enseñanza en los centros educativos como factores de socialización primarios, siendo imprescindible rearmar moralmente a ambas instituciones.

Deben igualmente utilizarse refuerzos en las escuelas y centros de capacitación, tales como la creación de programas tendentes a enseñar a los niños a dominar sus tendencias antisociales, especialmente en niños con problemas de agresividad factor éste que se ha revelado como uno de los alicientes de riesgo para desembocar en fenómenos de delincuencia juvenil.


Hay quienes sin embargo opinan, que ha faltado es “mano dura” para combatir las incontrolables pandillas a las que ni el mismo expresidente Uribe Vélez en ocho años de mandato prefirió no afrontarlas y nunca atendió el clamor de los concejales, dirigentes, comerciantes, docentes, trabajadores y gentes de bien, que le solicitaban su intervención directa para impulsar programas sociales de rehabilitación y prevención, o “poner a raya” a los grupos juveniles que están haciendo quedar muy mal una población que pese a este y otros  problemas, sigue siendo amañadora y trasnochadora.

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