JOSE LOPEZ HURTADO*
Mediando una distancia de un mes entre una y otra, se celebrarán
las elecciones presidenciales en E.U. y Venezuela, en un momento
significativamente particular en la geopolítica mundial y del hemisferio.
La Casa Blanca, con su enorme poderío, sigue marcando la pauta del
mundo, y afianzando su papel protagónico en los destinos del planeta, a pesar
de la aparición de nuevos agentes militares y económicos, en particular China,
que comienzan a disputarle su posición de privilegio.
El singular desarrollo de la campaña electoral en la tierra del Tío
Sam, se caracteriza, en esta oportunidad, por un escenario en el que, siendo la
primera economía del orbe, alcanza a registrar una población superior a 23
millones de desempleados, un creciente costo de vida, un enorme déficit fiscal
que supera los 16 billones de dólares, y una permanente depreciación de los
salarios, que es la "piedra en el talón” de los demócratas en trance de reelección.
Las encuestas, cuando ya se realizaron las convenciones de ambos
partidos, marcan, por primera vez en el trascurso de la campaña, un empate
técnico en las intenciones de voto, que obligan a enfatizar las diferencias
programáticas ofrecidas al pueblo norteamericano.
Mientras Romney le apuesta a la deducción de impuestos como
estrategia para impulsar la economía, reducir el déficit y generar empleos, --la
tasa de desempleo de hace cinco años acá sólo se ha reducido de 8.3% a 8.1%--;
Obama insiste en una política tributaria en la que los ricos paguen más
impuestos, y en el fortalecimiento de un Estado más atento a las necesidades de
los más desprotegidos.
Así que, en este momento, los analistas no se arriesgan a señalar
si bastará para los demócratas los pálidos aciertos de la política exterior
como la muerte de Bin Laden y el término de la guerra en Irak, cuando todo
parece indicar que los asuntos de agenda doméstica serán los que definirán los
resultados de los comicios del 6 de noviembre.
Por eso es que a estas alturas, para ambos competidores, resulta
de una importancia vital la conquista del voto de los indecisos, equivalente al
5% de las minorías, y en ellas, el definitivo voto latino.
Similar panorama pareciera estar viviendo Venezuela en la recta
final de la campaña presidencial, enmarcada entre la desconfianza en las encuestas,
la mas incisiva guerra verbal y la disputa del voto de los "ninis" o indecisos,
que algunos ubican entre el 15 y el 20%, cifra exagerada para los portavoces de
la campaña oficial, por lo que no aparece como un tema relevante para Chávez.
Capriles, además de imprimirle el sello dinámico a la contienda,
con la formulación de propuestas serias para el futuro de Venezuela, ha disminuido
ostensiblemente la diferencia con su contrincante, en una desigual lucha, en la
que pretende convocar a lo que en América Latina, se conoce como "mayorías
silenciosas", arrinconadas por el despotismo oficial y la potísima
maquinaria del Socialismo del siglo XXI.
"Una derrota de la revolución bolivariana sería una derrota
para el mundo...” (!), ha dicho Chávez. También: “... ¡Ay majunche (poca cosa,
refiriéndose a Capriles), no sabes contra quién te has metido". Su talante
no le da para más, sólo para agraviar. Pero qué de los graves problemas
insolutos de esa amada nación hermana.
Analista Internacional, colombiano*.
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