lunes, 10 de septiembre de 2012

ALGUNAS FORMAS PARA DEMOSTRAR EL AMOR A LOS HERMANOS


Por el Padre Edwar Gerardo Andrade Rojas
Párroco Iglesia de la S. Trinidad
Santander de Quilichao



Amar y ser amado, es la necesidad psicológica fundamental de cualquier persona. El que ama, vive. El que no ama se acaba muriendo psíquicamente, espiritualmente y a menudo también físicamente. El amor a nuestros hermanos no debe ser solo de palabra, según se nos explica en Primera de Juan 3, 16: “Él (Jesucristo) sacrificó su vida por nosotros y en esto conocemos el amor; también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos”, debe ser amor con servicio, sin egoísmos, sincero y en el cual nos demos totalmente. Quien no sirve de rodillas, en una ayuda humilde y nunca prepotente o interesada, desfigura el amor cristiano y lo convierte en escándalo ante los hombres. Por el amor servicial comienza nuestro apostolado más a mano. Para conseguir esto debemos cumplir una serie de pasos:

Oración debemos pedirle a Dios que nos indique en qué debemos servir y cómo emplear los dones y carismas que nos ha dado, los cuales son un regalo de Dios para su Iglesia. Romanos 12, 6-8 dice “Dios nos ha dado diferentes dones, según lo que él quiso dar a cada uno. Por lo tanto, si Dios nos ha dado el don de comunicar sus mensajes, hagámoslo según la fe que tenemos, si nos ha dado el don de servir a los otros, sirvámoslos bien. El que haya recibido el don de enseñar, que se dedique a la enseñanza, el que haya recibido el don de animar a otros, que se dedique a animarlos. El que da, hágalo con sencillez; el que ocupa un puesto de responsabilidad, desempeñe su cargo con todo cuidado; el que ayuda a los necesitados, hágalo con alegría”.

Conversión: Busquemos un cambio de vida, un verdadero arrepentimiento “Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados” (Hch 3: 19) esta conversión debe ser sincera, real, interna y verdadera, mediante la cual logremos un cambio de actitud hacia los demás, cambio que nos llenará de amor, entrega, generosidad, evitando así la crítica, los chismes, el egoísmo. Toda conversión es para los demás, so pena de caer es un intimismo espiritual enfermizo. La nostalgia de Dios es el comienzo privilegiado del retorno al Señor en nuestras vidas. Sólo existe una manera de agradar a Dios: evitar profanar el templo del Espíritu Santo, que es el corazón de cualquier hombre.


Unión con Dios Padre y con Jesús, por medio del Espíritu Santo: Debemos dejarnos guiar por el Espíritu Santo, siguiendo con disciplina sus inspiraciones, contribuyendo en la construcción del Reino de Cristo del cual Él es la cabeza “Él es también la Cabeza del Cuerpo de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo” (Colosenses 1, 18) y así ser “piedras” vivas utilizadas por Él en la edificación de su Iglesia. La base fundamental de nuestra relación con Dios y nuestros hermanos es el amor: “Si hablo lenguas de los hombres y aún de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena, o un platillo discordante. Y si hablo de parte de Dios, y entiendo sus propósitos secretos, y sé todas las cosas, y si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada. Y si reparto entre los pobres todo lo que tengo, y aún si entrego mi propio cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13, 1-3). Debemos amar y respetar a nuestros hermanos tal como son, no como nosotros queremos que sean. Debemos evitar la ira, las rencillas, el chisme, las divisiones, las discusiones, las envidias “Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Gálatas 5, 19-21) “Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. Si os airáis no pequéis, no se ponga el sol mientras estéis airados, ni deis ocasión al diablo. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil, para que pueda hacer partícipe al que se halle en necesidad. No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen...Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo (Efesios 4, 25-32).

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