Por: Luis Barrera
Popayán se ubica en la primera
posición en Colombia, entre las ciudades capitales con mayor nivel de
desocupados.
Un amigo nortecaucano que durante
mucho tiempo trabajó como funcionario oficial en la Gobernación del Cauca
siempre me ha dicho “La ofensa más grave que se puede hacer a un patojo es
quitarle el puesto, los payaneses de tiempo atrás, no solo han vivido de la
historia, el notablato y la alcurnia de los abolengos, sino de la burocracia
gubernamental”.
Y esto tiene su explicación: La
capital del Cauca ha carecido de empresas y grandes proyectos productivos que
generen empleos masivos, lo que le ha permitido acumular un enorme rezago en la
oferta laboral y en la puesta en marcha de iniciativas industriales, agropecuarias,
turísticas y mineras, que ocupen a una gran parte de la creciente
disponibilidad de empleo y trabajo, lo que hoy la ubica en el primer lugar
según el DANE con mayor número de desempleados.
El sector de mayor crecimiento
productivo en Popayán ha sido el comercio, pero que el que durante muchas
décadas y quizás siglos, ha suplido la dinámica laboral y de ocupación ha sido
el Estado y todas sus instancias gubernamentales, heredándose legítimamente los
poderes políticos, los cargos y los puestos públicos, como obedeciendo a una ya
tradicional práctica con plenos derechos autenticados de buena fe.
En el Cauca y su capital, las
gentes ante la crisis generalizada han tenido que refugiarse en el “rebusque” y
los más arriesgados y desesperados, en ciertas prácticas y actividades
ilícitas, pues sus cultivos y labores tradicionales no compensan sus
aspiraciones y gastos de sobrevivencia cotidiana.
Muchas pequeñas y medianas
empresas han tenido que cerrar sus producciones y la pérdida de empleo ante la
crisis supone un replanteamiento existencial de lo que el nuevo desempleado y
de lo que supone para los que están él. Todo eso han tenido que hacerlo desde
la humildad resignada; pues si ellos no logran entrenarse para sobrellevarlo
pueden terminar creándose problemas de soledad y fatalismo, porque nuestra
cultura previa de tanto éxito y de que todo iba sobre ruedas, con economías
ficticias no facilita esas pautas de entrenamiento para la angustia de no hacer
nada.
¿Pero qué hacer, cuando en una
ciudad como Popayán con todos sus encantos culturales, históricos y
paisajísticos no hay nada qué hacer? ¿Seguir engrosando junto a los
privilegiados pensionados la condición de “huéspedes ilustres” en las bancas
del parque Caldas y pasando las horas hablando y rajando de todo el mundo?
Hay quienes consideran que sin
empleo o habiéndolo perdido, se debe aprovechar la situación de desempleo para
formarse y actualizarse profesionalmente, para buscar otras salidas laborales o
para ayudar a otros en peor situación, son algunas de las opciones mayoritarias
de las personas afectadas por expedientes de regulación de empleo del DANE que
a mala hora le otorgó esa distinción a Popayán para evitar situaciones de
ansiedad y angustia.
Los miedos futuros a una
continuidad prolongada en el desempleo, pueden desmoralizar hasta un payaso y
hacen que sean frágiles, vulnerables y dependientes. La solución sin salidas
pasa por establecer pautas o rutinas de vida, hacer deporte, salir con una
cierta organización y buscar apoyos en redes sociales, en la familia o en el
peor de los casos, a una iglesia de garaje que ayude supuestamente a
reflexionar en lo espiritual, lo que vale cada uno para adaptar la autoestima
del trabajo.
Algo que siempre ha experimentado
Popayán, es que se cree mucho en los cuentos de hadas, también se ha creído que
los políticos ayudarán a los pobres a conseguir trabajo. Pero la realidad ha
sido otra. Con muchas ilusiones en campaña electoral y asistiendo a un derecho
de elector interesado muchos, ingenuamente ilusionados participan animadamente
en los procesos electorales y cuando llega la hora de la “repartiña”… no hay
cama para tanta gente.
Esto ha creado una ácida
desconfianza entre electores y elegidos, siendo la síntesis más clara de la
opinión que la gente tiene sobre uno de los temas centrales a los que deberá
dar respuesta los actuales gobernantes, pues una inmensa mayoría de la gente que
sigue varada sin opciones de empleo u ocupación, considerando casi
resignadamente que quien gane las próximas elecciones no podrá acabar con el
desempleo.
Si usted se detiene en cualquier
barrio de Popayán y les pregunta a los habitantes cuál es el principal problema
que enfrentan, la respuesta siempre es la misma: la falta de empleo. Y todo parece
indicar que el desempleo, será por mucho tiempo la angustia inseparable de los patojos,
payaneses y popayanejos juntos.
Una de las preocupaciones
expresadas por las autoridades y el propio SENA es el alto desempleo calificado
que hoy se registra sin que se reactiven sectores tan importantes como la
construcción, el hotelero y turístico que siempre han absorbido gran parte de
esta población capacitada.
El problema del desempleo en
Popayán tiene varias causas, entre ellas el desplazamiento forzado. Popayán es
receptora de personas en esa situación, las cuales no sólo llegan de otras
poblaciones del Cauca, sino también del norte de Nariño, del Huila y Putumayo.
Se calcula que actualmente esta capital tiene 59 mil personas que migraron a
causa del conflicto armado y del narcotráfico.
Para nadie es un secreto el
problema de seguridad que atraviesa el departamento. Los atentados contra las
poblaciones, las estaciones de policía y la infraestructura vial, todos estos
hechos al margen de la ley, terminan afectado la imagen del Cauca y las
inversiones en nuestra blanca e hidalga ciudad de Popayán.
Por eso un proceso de diálogo, el
cese a las hostilidades y la búsqueda de la paz y la convivencia, sería el
principal aliado para recuperar la confianza de la inversión privada que logre
quebrarle el espinazo al fenómeno del desempleo que tiene al borde de una
crisis de nervios a miles de habitantes en la capital del Cauca y otras
poblaciones.
Qué bueno sería que se tuviera la
conciencia en Popayán que un obrero sin trabajo, no importa que sea o no sea
Santista, no importa que sea o no sea rezandero en Semana Santa, no importa que
no tenga ideología política y no pertenezca a ningún directorio político, es un
hombre con mujer e hijos que tiene el sagrado derecho al trabajo y deben
dárselo la sociedad entera.
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