JOSE
LOPEZ HURTADO*
Las FARC y el ELN (Ejercito de Liberación Nacional) lograron
entender después de muchos años de inútil derramamiento de sangre, que la lucha
armada resulta anacrónica, como lo dejaron conocer el año pasado en la Cumbre
de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe), realizado en
Caracas, sobre cuya utilidad a la integración de la región, nos proclamamos incrédulos,
dicho sea de paso.
Pero el análisis de hoy es diferente, y tiene que ver con la
obsolescencia de la guerra, que ha sido entendida así por varios de los
actuales mandatarios que militaron en movimientos de izquierda radical en
América Latina, y que han logrado, con mucho esfuerzo, tras recorrer un camino
difícil y sembrado de obstáculos, incorporarse a la vida democrática de la sociedad,
por lo menos como la asumimos por éstas latitudes.
Por supuesto que se sobrentiende que no pueden existir análisis
iguales para situaciones diferentes, así existan perfiles comunes. El ilegal
comercio del tráfico de drogas, que ha sido la combustión de la insurgencia
armada en Colombia, por supuesto que es un ingrediente que no existió en otros
conflictos de la región, alentados, esos sí, por consideraciones políticas en
favor de sus pueblos. Criminal mercado que convirtió a estos movimientos subversivos
en monumentales máquinas del terror, con tentáculos e imbricaciones en muchas
partes del mundo.
Es claro también, que de llegarse a acuerdos efectivos de paz,
éste elemento será de una vital consideración, pues significaría el abandono
definitivo del tráfico de estupefacientes, junto con el de la dejación de armas
y reparación de víctimas, por citar solo algunos.
"Wanda","Luiza" o "Marina", alias de
Dilma Roussef, desde la clandestinidad, como activista de la Vanguardia Armada
Revolucionaria, que se enfrentó a la dictadura militar en los 70, torturada y
vilipendiada, entendió que debía hacer el tránsito hacia la civilidad desde el monte,
conformando el Partido de los Trabajadores Brasileño, junto a Luiz Ignacio Lula
Da Silva.
Para estos efectos, el caso del Movimiento de Liberación Nacional
Tupamaros en Uruguay, resulta igualmente emblemático. Pepe Mujica uno de sus
líderes, soportó cárcel y torturas hasta su liberación en 1985, cuando comenzó
el tránsito a la civilidad, al conformar el Movimiento de Participación Popular,
recibiendo el poder de Tabaré Vásquez, líder de una convergencia de facciones
de izquierda, con alguna militancia guerrillera.
Convertidos en alternativas democráticas, sus resultados están
ahí, más para bien que para mal, trabajando en la construcción de mejores
destinos para sus pueblos. Algunos querrán incluir en la lista a Chávez, al
mismo Ortega del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que derrocó a la
sangrienta dictadura de Anastasio Somoza. Sólo que en éstos casos, no se sabe
qué ha resultado peor, si el remedio o la enfermedad. Pero aun así y todo, los
mecanismos democráticos son los escenarios naturales del hombre.
Analista Internacional, colombiano*.
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