domingo, 30 de septiembre de 2012

De Santos a Santos


Por: Luis Barrera

Aquello que los gobernantes hacen su propia historia, aunque bajo circunstancias influidas por el pasado, sí que podríamos aplicar al actual gobierno del presidente Juan Manuel Santos que no deja de sorprender por su estilo de mandato, tan y quizá más liberal que su antepasado que también estuvo en el solio de Bolívar.
No son pocos los retos que enfrenta el presidente de los colombianos. Para empezar, cabe recordar que al gobierno de su tío abuelo, Eduardo Santos Montejo (1938-1942), se le denominó “la gran pausa”, refiriéndose con ello al freno y la moderación que le impuso al ritmo de las reformas propuestas por Alfonso López Pumarejo, que habían crispado los ánimos políticos. Santos optó por la vía de un reformismo moderado con prudencia y llamando a la unidad de la nación en consonancia con su tradición liberal y republicana.
Las circunstancias que vive el actual presidente son parecidas. Su llamado a la unidad nacional tiene como objetivo superar ocho años de polarización política, hacer como “una gran pausa” generados por un gobierno al que las organizaciones de derechos humanos calificaron como el del “embrujo autoritario”.
Sin embargo, aunque es un hecho el ánimo conciliador de Juan Manuel Santos, la situación es bastante compleja, a tal punto que prácticamente quedó como jefe de la oposición a su gobierno, su propio mentor y exjefe político el ex presidente Álvaro Uribe Vélez. Ahora no se trata para marcar distancias hacer una pausa en el reformismo liberal, sino también y con buen olfato de atajar a la derecha para la cual disimuladamente hasta las más mínimas reglas de la democracia representan un estorbo.
A Santos Calderón y ahora máxime, con la osada apuesta a la paz dialogando con las FARC, no falta quien lo califique como un hombre que giró de la centroderecha a la izquierda, que está gobernando con las ideas del Liberalismo, colectividad de sus entrañas y que nunca dejó, a pesar de militar en otro partido como el de la U y que con su carisma político tiene obnubilados a los azules, verdes y hasta amarillos.
Las expectativas y opiniones sobre su gobierno, sus programas y acciones, son diversas y en ocasiones encontradas. Pero realmente sorprendentes, que ha dejado boquiabiertos a los sectores de la izquierda más radical, a los cuales Juan Manuel Santos representaba el continuismo uribista, sobre todo por sus anuncios parecidos en materia de Seguridad Democrática.
Para la gente del centro son innegables las distancias con respecto a su antecesor, ya que es evidente, tanto en los hechos como en los enunciados, el objetivo de recuperar un clima más favorable y positivo en dos ámbitos que el uribismo había llevado a su máximo deterioro: las relaciones internacionales y el respeto a la autonomía del poder judiciales, así como el reconocimiento a las minorías políticas y sociales, que de paso con el diálogo se las echó al bolsillo.
Y, por último, la derecha contumaz piensa que representa un grave peligro para sus intereses, defendidos a capa y espada por el gobierno de Uribe y algunos sectores ultraconservadores. Ese grupo recela de los anuncios sociales y reformadores de Santos, tal vez porque añora las prácticas y el estilo de su caudillo paisa.
Quien fuera entonces a creer que lo que está haciendo Santos es realmente una especie de reforma agraria al corto plazo con la ley de restitución de tierras, por ejemplo, con un ministro de agricultura de ascendencia goda, haciendo anuncios que llaman al optimismo en la posible y anhelada solución de aspectos centrales que atan el conflicto armado y el problema agrario.
De otro lado tiene con el corajudo ministro y jefe del partido Cambio Radical de origen rojo, Germán Vargas Lleras el reto social de entregar inicialmente 100mil viviendas gratis, lo que se suma a las reformas laborales en pensiones, en salud, la creación de nuevos puestos de trabajo, y la puesta en marcha de las llamadas locomotoras que en el fondo buscan mejorar las condiciones de vida de los colombianos con mayores  ingresos y mejores condiciones de vida.
Recordemos que el tío-abuelo del presidente Juan Manuel Santos, Eduardo Santos Montejo fue el sucesor de López Pumarejo durante el período constitucional 1938-1942. Santos pertenecía al ala moderada del liberalismo interesada en detener el programa de reformas.
Durante su gobierno no se establecieron nuevas leyes reformistas y se aplicaron las propuestas inspiradas por el gobierno anterior aunque sin ello afectara profundamente a los grupos económicamente poderosos que habían brindado total apoyo a la candidatura presidencial de Santos. En el gobierno de Santos Montejo, se impuso como remunerado en los contratos laborales el descanso semanal de domingos y festivos.
Santos tuvo que afrontar la crisis ocasionada por el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial que, al igual que las anteriores crisis internacionales, afectó nuestra economía ya que se redujeron las compras de café colombiano en el mercado internacional y las importaciones.
Santos aplicó medidas proteccionistas y puso en práctica los principios intervencionistas que habían sido establecidos durante el gobierno de López. Y fue así como campesinos, desilusionados por la lentitud con que el Gobierno aplicaba las reformas, comenzaron a retirarle su apoyo y se unieron al movimiento que dirigía el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.
El partido comunista, que había sido creado en 1930, mantuvo su apoyo al liberalismo, debido a una política mundial, adoptada por los partidos comunistas de todos los países, que consistía en apoyar los gobiernos liberales reformistas.
Uno de los propósitos del gobierno de Eduardo Santos fue reconstruir entre los distintos sectores de la élite, polarizados por la 'Revolución en Marcha', así como fortificar los lazos con los Estados Unidos. Tal vez eran los mismos criterios que el viejo López había tenido cuando decretó en 1936 la famosa 'pausa' en el proceso reformista.
Santos, por ser dueño del mayor periódico del país (El Tiempo) y por su postura de centro-derecha liberal, parecía ser el indicado para la reconstrucción del consenso elitista. Pero eso, que era ventaja para los sectores dominantes, era motivo de preocupación para los sectores populares, especialmente para la clase obrera.
Hoy su sobrino de la casa Santos, le ha tocado el desafío de reconstruir la convivencia entre los colombianos, llamando a la unidad nacional políticamente para despolarizar el país y dialogando con la guerrilla más antigua del mundo asombrando a los más poderosos y pudientes, en busca al cese del conflicto interno y lograr a pasos agigantados el sueño de la tan anhelada paz.

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