Marco Antonio Valencia Calle
Ahora que Caracol acaba de terminar su reality El Desafío, es
bueno hacer algún balance sobre lo positivo y negativo de esta propuesta
televisiva que entretuvo a la población colombiana.
“The hunger games” (Los juegos del hambre) es una película basada
un libro escrito por Suzanne Collins. Se trata de un reality televisado donde
24 niños entre 12 y 18 años, representando a sus regiones, deben asesinarse
entre sí por el honor de su región. En el Desafío no se mataban, porque se los
prohibían, ¿pero se los hubieran permitido?
Tanto el programa de televisión como la película, nos llevan a
reflexionar varios asuntos: El primero, es el tema de “sobrevivir” y lo que
estamos dispuestos a hacer por ello. El segundo tema tiene que ver con los “los
valores” y la capacidad de sostenerlos en situaciones difíciles; y el tercero,
sobre lo bien o mal “educados” que estamos para convivir con otros.
El escritor William Goldin, en El Señor de las Moscas, nos dice
que “que la gente nunca resulta ser del todo como uno cree que es”. Porque a
veces los débiles resultan que no lo son, y los bien educados nos desilusionan
porque en el fondo son viles, y hasta peligrosos.
En un país como Colombia, que ostentamos la condición de ser el
tercer país con la peor desigualdad social del mundo, y que aparece en la lista
de los cien países más violentos del orbe, tenemos que, obligatoriamente,
preguntarnos por el tipo de educación que estamos ofreciendo a nuestros niños y
jóvenes… para sobrevivir en comunidad y con valores positivos.
La escuela es una oportunidad, forma, inspira, revela y nos salva
tanto la esclavitud como de la ignorancia; pero nada de eso es posible, si no
hay padres educados como lo afirmaba Goethe; y en Colombia las últimas dos
generaciones son el resultado de un dudoso sistema educativo, que se ve y se
nota en la desigualdad social, y el alma corrupta de la mayoría de ciudadanos
del común.
La educación es la respuesta al subdesarrollo, la pobreza y la
marginalidad nos lo dice Oppenheimer en su libro “!Basta de historias!”; pero
nuestro sistema educativo solo ha servido para convertirnos en seres sumisos,
con valores mutilados, individualistas e intelecto dudoso. Jóvenes débiles e
indiferentes para asumir responsabilidades y comenzar a dar respuestas a las
múltiples crisis que padecemos. Y eso tiene que cambiar. Y es por eso que el
magisterio tiene que cambiar, y transformarse en un gremio comprometido con la
transformación del país.
Esos reality, entonces, son dolorosos espejos de lo que somos.
Porque produce escalofrío de pensar de las bajezas que somos capaces de hacer
por el hambre a la plata. Ver el Desafío me hizo pensar que es tan baja la
educación colombiana, que no solo perdió el año, sino la década y la
oportunidad para brillar en el siglo XXI. Pero queda la esperanza…
Marco
Antonio Valencia Calle
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