Por: Luis Barrera
Dicen los que suelen sentarse en
el parque principal a ver pasar las horas y componer el país, que cuando Mario
Navarrete se muera, medio Puerto Tejada irá a su sepelio y la mayoría lo hará no
solo porque es un personaje que la gente aprecia y distingue con bastantes
amistades, sino para asegurarse que con su partida se lleva muchos secretos a
su tumba.
Sobre el aura del barbero, como
guardador de cuitas, el último de los barberos en Puerto Tejada comenta que “esto
es parte de la tradición, como el médico o sacerdote al guardar confidencias”.
Por ejemplo, nos aseguró que todavía a su barbería llegan clientes tal como lo
hicieron por vez primera hace ya 50 años, “y sus conversaciones siguen siendo
auténticos secretos”.
Luego de señalar con su típica
formar de ironizar con sus clientes que él siempre ha sido un “barbero clásico”
y no es para nada como los estilistas de ahora, que los servicios de peluquería
básicamente siguen siendo los mismos: corte tradicional de cabello y afeitada
con barbera y piedra-lumbre.
Las barberías tradicionales, como
muchos otros comercios de toda la vida, en esta población nortecaucana han ido
desapareciendo con el paso de los años y prácticamente no queda sino una al
frente del Instituto Municipal de Cultura en la calle 16, aunque por varias décadas
estuvo en la cuadra de la alcaldía la peluquería de Mario Navarrete, el mismo
que se ufana que cuando jugaba en el América de Puerto Tejada “cobrada los
tiros de esquinas y yo mismo los cabeceaba”.
Recuerda a sus 75 años de vida,
que en la época de oro del fútbol jugó como puntero izquierdo al lado del Indio
Nemesio, Robertino Balanta, Fanor Reza, Daniel “Lenta” Lasso, Orlando Lizcano,
Chepe Peña, entre otros, pasión que practicó desde que trabajaba en el otrora Ingenio
Bengala al que siempre consideró como el alma de Puerto Tejada.
Afeitarse es una rutina diaria y
de lo más mundana para muchos hombres, pero muchos prefieren acudir a donde Navarrete
que como los buenos conversadores saben que, en toda conversación, para charlar
en forma amena su voz debe ser amistosa y llena de anécdotas y que se debe
escuchar más que hablar.
Casado con Marleny Ortiz, es
padre Jefferson y Edwar, sus dos hijos a quienes siempre les ha enseñado con
principios y valores que “No hay que olvidar el pasado. Hay que mirar el pasado
como una historia. Una historia que nos cuenta que siempre se necesita fe para
salir adelante, en técnica, en sensibilidad, en ideas...”
Entre sus frustraciones se
encuentra el no haber podido peluquear al exgobernador del Cauca Juan José
Cháux Mosquera cuando éste, perdido de la “juma” para unas ferias y fiestas,
creyendo que cabalgaba sobre un caballo por poco le daña su silla marca “Richard”
que lo ha acompañado por casi medio siglo.
En su peluquería también se
siguen usando colonias de varias marcas, como la clásica Agua de Florida Murray
y Lanman’s, la crema mentolada Lucky Tiger o “Tigre de la suerte” y la
menticol, con las que refresca la afeitada después de hacer los cortes alemán o
desvanecido que más le piden sus asiduos clientes y que de paso se leen el
diario El País, el cual compra y colecciona infaliblemente desde 1960.
Cuando trabajaba conjuntamente
con su hermano Hernando Navarrete, el extinto novillero artístico conocido en
el mundo taurino de los pueblos como el “Indio Navarrete”, solía decirle a sus
clientes nuevos: “Entre dos barberos en una barbería, escoja mijo al que tenga
el pelo peor cortado, porque aquí cada uno le corta el pelo al otro…”
Mario Navarrete es el último
barbero tradicional lo que lo convierte en otra “especie en extinción” como él
mismo se define, al tiempo que nos recuerda los nombres de los barberos que
hicieron historia en el Puerto, como Lubín Morales Mora, Egidio Possú, Alfonso
García, el “Indio” Farid, Alfonso García, Eliseo Rentería y los hermanos Carlos
y Jorge Gonzales.
Por estos días, sostiene
Navarrete, el motilado que más usan los pelaos es el de “la cometa”, le pregunto
¿y cuál es ese?, el veterano peluquero respondió: el que se le dejan la cola. Ja,
ja, ja, suelta su ritual carcajada que lo caracteriza como un hombre alegre y
amable con todos, como cuando revela que sólo toma algunos traguitos en navidad
y que por muchos años el secreto de su vitalidad se la debía a los vinos pasito
mocato y la leche de la mujer amada.
“Yo quisiera ganarme el baloto y
hacer un negocio con el Municipio para construirle un buen sistema de agua
potable a Puerto Tejada, pues ese problema es el que más me ha dolido y
frustrado durante tantos años en esta ciudad que amo más que mis zapatos viejos”
sostiene Mario Navarrete, tras advertir que “Un pueblo como Puerto Tejada, no
debe contentarse con que sus jefes o quienes lo manejan obren bien; él debe
aspirar a que nunca puedan obrar mal. Porque cuando en un pueblo se trabaja
honestamente Dios lo respeta y lo ama.”
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