ACERCAMIENTOS AL CESE DE
LA GUERRA EN COLOMBIA
Por
Leopoldo de Quevedo y Monroy
Locombiano
…cosa es de volverse loco…
La perrilla. José Manuel Marroquín
Colombia
observa con ojos de esperanza y oye las noticias del Gobierno Santos y de la
guerrilla de las Farc con asiento en Cuba sobre las escaramuzas previas a
diálogos para acabar con el flagelo de la guerra ya cincuentenaria en nuestro
suelo patrio.
Las
historias de gobiernos anteriores no surtieron los efectos por causas internas
a ambas partes que no conoce la opinión, pero que el pueblo las supone. Se
estancaron porque no hubo una voluntad política adecuada por parte de los
actores de los gobiernos de turno y porque las Farc tampoco brindaron una
franca disposición al cese de secuestros, a la siembra de minas, al asalto a
pueblos e instalaciones eléctricas o puestos de policía y ataque a poblaciones
civiles inermes.
Todo
problema tiene aristas que punzan. Cuestiones ideológicas, métodos radicales ya
pasados de moda, consignas fuera de contexto, muertes por cansancio o por
sorpresa de la inteligencia de la fuerza militar, de una parte. Por parte del
Gobierno, desinterés de entender que el diálogo no es bajar la cabeza ante la
insurgencia, que la guerra no la gana o la pierde el Gobierno sino el pueblo
que la sufre, y el deseo de mostrar que a una fuerza ilegal se opone otra legal
con más hombres, más uniformes, más aviones y helicópteros, más presupuesto
salido de bolsillo de la ciudadanía.
Los
años han ido pasando y la película es la misma. Combates, anuncios de que están
cayendo los comandantes, que la guerrilla está cansada y a punto de ser
vencida. Y los gastos de guerra suben y las muertes en el campo de batalla
cunden inútilmente para el gobierno. No hay límite y ni las lágrimas de madres
y familias hacen mella en los mandos supremos. Hay que aumentar el pie de
fuerza y hay que alimentar la guerra con munición, metralla y ayuda extranjera.
Por 10 y más lustros el panorama no ha cambiado. Eso se volvió un negocio en
donde se compra, se hace propaganda y se muestran los productos y algunos
resultados: muertes, bajas, insultos, odios y más plata en el presupuesto.
Por
fin ahora estamos viendo una luz con la palabra diálogo. Ya los lobos, los
legales y los ilegales, se detuvieron a mirarse a los ojos. Salieron de las
madrigueras y los campamentos y se han acordado encuentros en una mesa como
iguales. Cinco y cinco representantes de cada lado y 60 asesores. Allí no habrá
bajas ni pesarán las consignas ni las charreteras ni las voces altisonantes.
Allí valdrán los argumentos las concesiones de parte y parte, como iguales en
la responsabilidad. No hay más ni menos. Esa es la condición del diálogo. La
deposición de las voluntades antes que de las armas. Y el fin: Desarticular la
guerra y trazar un camino que devuelva al camino de la paz social y económica.
Sin cartas escondidas ni señales por debajo de la mesa.
Colombia
debe estar uniendo sus manos en un solo haz para hacer fuerza. Tendrá que haber
cambios de escenarios, ofertas civilizadas, garantías inmediatas o a muy corto
plazo que se puedan medir y apreciar por todo el territorio. El mundo nos está
viendo más que a Falcao que nos emociona. La victoria depende de cada bando. Ambos
podrán cantarla y alzar unidos los brazos para celebrarla. Ninguno de los dos
lados podrá cantarla primero ni decir que fue tal puño el que ganó el pulso.
04-09-12 11.02 a.m.
No hay comentarios:
Publicar un comentario