sábado, 18 de agosto de 2012

Un tema ineludible


Por: Luís Barrera

En el conflicto actual del Cauca hay un tema casi ineludible pero muy esquivo de tratar a la hora de buscar salidas a la espiral de violencia que se está viviendo y tiene que ver con el cultivo y el tráfico de marihuana, lo cual no significa que deba dejarse a un lado el impacto socioeconómico que generan también otras sustancias ilegales como son la heroína, la cocaína y el látex de amapola comercializados en grandes cantidades en este departamento.

Para nadie es un secreto que el Cauca se siembra en la zona montañosa de Corinto la mejor y más cara marihuana del mundo, la tipo 'cripi 'con un contenido del 2.0 % de tetrahidrocannabinol, lo que la hace apetecible y de costo cotizado.

Aunque muy pocos se atreven a hablar de ello, creo que dada la crítica situación de orden público y dinámica productiva de la región, es importante comenzar a debatir e impulsar entre los ciudadanos la opinión de que es mejor a la postre legalizar la marihuana —lo que implica poner reglas, normar, normalizar, y no simplemente liberalizar, aunque mucho de liberal tendría la medida— que mantener una prohibición sólo útil para aumentar los recursos de los delincuentes y las organizaciones mafiosas dedicadas al narcotráfico.

No nos metamos mentiras pero, la cruda realidad del Cauca viene demostrando que la impresionante cantidad de recursos que se manejan en el mercado ilegal de las drogas es lo suficientemente alta como para sostener indefinidamente la guerra contra el Estado.

En un departamento tan agobiado por la pobreza y un país con la desigualdad como Colombia, el ejército de reserva de los narcotraficantes se ha vuelto suficientemente grande como para mantener la operación frente a unos agentes del Estado muchas veces corruptibles, que vienen trabajando y propiciando golpes contundentes e incluso con mejor nivel técnico, más armamento y envidiable presupuesto, pero que, no arrojan resultados efectivos frente a la creciente demanda de los consumidores.

Además, puede llegar a existir una forma muchísimo más racional de manejar el problema de los crecientes consumos y los costos sociales y familiares de las adicciones: que el Estado responsablemente regule el mercado, de manera que desaparezcan los incentivos de particulares inescrupulosos para enganchar a los niños y jóvenes, como ocurre vulgarmente en las afueras de las instituciones educativas en poblaciones como Santander de Quilichao, en el caso de la heroína.

Es evidente que se trata de una droga injustamente satanizada, como quiere hacerse ver por ejemplo a la propuesta del alcalde Petro, cuando en cambio es legal el alcohol violento y asesino, culpable de la inmensa mayoría de los accidentes mortales de tráfico, y el tabaco, adictivo hasta la desesperación e indudablemente mortal, droga inútil, nada divertida y efímeramente placentera, que termina produciendo cáncer mortal.

El tabaco atrapa a casi todos los que lo consumen y a una buena parte los mata. El alcohol también atrapa y destruye. No a todos, pero a muchos de los que lo usan. Y mata alrededor de donde se consume, ni siquiera sólo a los que se lo beben. Y la prohibición ha demostrado su absoluto fracaso ahí donde se ha impuesto, con leyes como la “Merlano”.

Se está restringiendo el espacio público para fumar y se está eliminando la publicidad, sin prohibir ni la venta ni el consumo. Ese es un caso de regulación extrema del mercado de un producto adictivo, dañino para la salud y con consecuencias sociales, pero a nadie se le ocurriría el desatino de prohibir completamente el tabaco. El mercado negro surgiría de inmediato y las ganancias del crimen organizado se multiplicarían.

Científicamente se ha demostrado que la marihuana es mucho menos dañina. Nadie se ha muerto por sobredosis de THC, hay formas de consumirla que evitan la combustión y los efectos de ésta en los pulmones, y es mucho menos adictiva. Los marihuaneros no suelen agredir al prójimo, sus “trabas” casi son aisladas como sus comportamientos, como sí lo hacen los borrachos, y si bien es cierto que son un peligro al volante, no lo son más que los beodos convertidos en campeones de fórmula uno.

Conozco muchos intelectuales, periodistas, artistas e incluso políticos que fuman marihuana habitualmente y no son ni criminales ni monstruos a los que hay que someter. La inmensa mayoría de ellos tampoco son adictos necesitados de un programa de rehabilitación y los que lo requerirían lo necesitan más por el alcohol que por su consumo inmoderado. Es hora de que salgamos sin temor a equivocarnos y sin prejuicios, a defender o proponer en el Cauca una idea, propuesta y causa que nos involucre directa e indirectamente, sin hipocresía y sin moralismos idiotas.

En primer lugar, la razón es de índole criminológico, la prohibición de la comercialización y el cultivo de la marihuana produce un mercado negro, que es el narcotráfico el cual genera un gasto al Estado en perseguir a los productores de marihuana que como ya se sabe es considerada una droga blanda que no genera altos niveles de dependencia y de la cual no existe prueba alguna de que alguien haya muerto por el consumo de esta.

La mantención de la prohibición genera que no exista regulación por lo que los narcos en su afán lucroso del menudeo entregan marihuana de escasa calidad muchas veces mezclada con otros compuestos como residuos de petróleo o comida para perro.

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Como conclusión es claro ver que la política de represión y “guerra contra la droga” no ha dado resultado, se ha demonizado a los consumidores y se le ha hecho una “guerra sin ganar” a los que practican e cultivo ilegal. Es necesario pasar de una política represiva y dura por una política de reducción de daños, que busque el debido equilibrio entre la autonomía individual y los intereses de orden público. Por lo cual me inclino a que debe comenzarse a debatir ampliamente la viabilidad de legislar y permitir la despenalización.

El gobierno dado la complejidad legal y moral del tema, podría comenzar a reconocer que la lucha contra el narcotráfico en el Cauca y el país ha fracasado y que la salida audaz y autónoma, es legalizar el uso de las sustancias hoy prohibidas, como la marihuana al menos inicialmente. Estamos hablando de definir el consumo de drogas como un problema de salud y no como un problema criminal.

Expresidentes, como el colombiano César Gaviria Trujillo, destacados líderes internacionales, intelectuales y empresarios, vienen haciendo en distintos foros un llamado a políticos y figuras públicas a “tener el coraje de articular públicamente lo que muchos de ellos reconocen en privado: que la evidencia demuestra, abrumadoramente, que las estrategias represivas no resolverán el problema de las drogas”.

En el Cauca, desde luego, hay que decirlo sin tapujos, la lucha antidroga es un problema de seguridad nacional, porque no se puede, negar tampoco, que el narcotráfico ha sido la fuente de financiación de todos los factores de violencia de esta región del  país y lo sigue siendo.

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