JOSE LOPEZ HURTADO*
Los emocionantes triunfos de nuestros deportistas olímpicos se
vieron opacados por la embestida criminal de las FARC, en particular en el
departamento del Cauca, sitiado literalmente por los grupos terroristas, que de
nuevo esta semana trataron de aislarlo del resto del país, al atentar
gravemente contra la única vía de comunicación con el norte y sur del país, la
internacional carretera Panamericana y contra su infraestructura eléctrica.
Como lo hicieron en otras partes del país, pero que en nuestro
departamento, para quienes somos oriundos y vivimos en él, reviste especial
gravedad, que hace temer la repetición de episodios tan graves como aquellos
como cuando por muchos días estuvimos sometidos prácticamente a un encierro, a
la carencia de productos básicos, y en fin, a ser víctimas de todas las plagas modernas,
habidas y por haber.
La precaria economía de subsistencia, porque no tenemos industria,
comienza a mostrar síntomas de inanición. Popayán, se ha repetido una y otra
vez, ostenta el deshonroso segundo lugar de más alto desempleo en el país, con
un largo etcétera de falencias, frente a las cuales la llamada clase dirigente
no se da por enterada. Los problemas del campesino caucano, que muy pocas veces
se tratan, con altos intereses crediticios, sin insumos agrícolas, sin tierras,
sin un acompañamiento permanente del Estado, y que constituyen el único
elemento de movilidad productiva de la región, parece que no existieron para
quienes están directamente obligados a tomar decisiones en el sector.
Sobre el asunto indígena, como dirían los políticos, existe
suficiente ilustración, pero nada que avanza hacia soluciones definitivas, en
un tira y afloje que no tiene término. Como sobrediagnosticado el de la
narcoguerrilla, que crece en el Cauca en forma alarmante, con atentados,
destrucción de torres eléctricas, secuestros, como en los viejos tiempos de los
fracasados diálogos de paz. Pero nadie parece darse por enterado, salvo los
anuncios de más fuerza pública, más batallones de montaña, y - por fin - de
inversión pública, con el engorroso trámite que, se supone debe recorrer para
su desenvolvimiento.
La cosa parece no ser por ahí, señor Presidente. Otra vez
utilizamos la consabida frase de cajón: el Cauca colocó el más alto aporte, en
gentes, en sangre etc., para el nacimiento de la República que hoy tenemos y el
Estado nunca ha pagado esa enorme deuda, pero ya es hora de que se haga, sin
más dilaciones. Puede ser que este estado de cosas beneficie a unos pocos, pero
a costa del sacrificio de muchas generaciones presentes y futuras, de nuestros
hijos, de nuestros nietos, Señor Presidente, ya es hora de nuestra redención,
para que desde su gobierno de corte liberal se tomen las medidas de urgencia
que nos salve de la hecatombe, porque las que se han tomado hasta ahora han
demostrado su inutilidad e insuficiencia.
Estimamos que se requiere de decisiones de choque, al amparo de
los instrumentos constitucionales como el del Estado de Conmoción Interior del
artículo 213 de la Carta Política, previsto para situaciones de emergencia
cuando se " atente de manera inminente contra la estabilidad institucional,
la seguridad del Estado, o la convivencia ciudadana...". El pueblo caucano
y colombiano aplaudirá esas decisiones, sin duda. Como lo hemos hecho al
celebrar su evidente intención de entregar al final de su mandato un nuevo
país, menos injusto, más equilibrado, en el que todos podamos vivir mejor.
* Analista Internacional, colombiano.
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