Por Alfonso J. Luna Geller
No tengo ánimos ni pretendo
referirme por ahora al “Inquieto Anacobero”, simplemente usurpé uno de sus
títulos para perfilar la actitud generalizada de las comunidades del norte del
Cauca.
Cada vez que ocurren hechos
lamentables en este territorio, lo que por acá es habitual, las comunidades
urbanas y quienes no hacen parte directa del conflicto o no padecen su
cotidianidad, vuelven a sorprenderse. De inmediato, el Gobierno reacciona conformando
nuevas comisiones para adelantar diálogos y proponer supuestos remedios. No
recuerdo bien, me parece que fue Napoleón quien sentenciaba que si algo debía
demorarse eternamente, para ello sería necesario nombrar una comisión.
Sobre el norte del Cauca se
hacen nuevos diagnósticos sobre los diagnósticos que reposan desde hace mucho
tiempo en todas las oficinas gubernamentales; se consignan “novedosas” declaraciones
y comunicados públicos (igualitos a los que se expedían hace 40, 30, 20, 10 o 5
años), se firman nuevos convenios con otros actores prometiendo que ahora sí se
van a cumplir; instituciones educativas y ONG convocan a más foros para estudiar
a las comunidades y sus problemas –los indígenas y afros son analizados como
ratones de laboratorio- donde el académico descifra y concluye lo que se había descubierto
hace siglos; se citan urgentes y sofisticados consejos de seguridad en los que
se habla la misma cháchara de siempre, se pide, y se aumenta el pie de fuerza,
mientras las FARC y los delincuentes suben y bajan cada vez que se les ocurre
hacer presencia y colocar bombas en cualquier parte, donde se les ocurra; los
nuevos gobernantes, como son nuevos, prometen nuevos recursos (500 mil millones
para esta temporada) improductivos por el paternalismo que debe caracterizar su
inversión; se identifican nuevos milicianos y se les judicializa sin mayores
elementos de juicio (los falsos positivos perdieron la credibilidad que les dio
Uribe); se realizan nuevas marchas por las vías públicas y los líderes se echan
los mismos discursos de siempre motivando acciones contra todo, especialmente
contra multinacionales que arrasan con el medio ambiente y las riquezas
naturales… y lo más grave, quienes no pertenecemos a la burocracia civil ni
armada, siempre a la espera, en perpetua esperanza inútil, soñando en que ahora
sí llegó el momento… que apareció el dirigente capaz, el líder eficaz… Grave,
por la reiterada equivocación.
Así funciona el Estado,
pero el Estado colombiano; y el norte del Cauca, un círculo vicioso en su
miseria, en su conflicto eterno, conveniente escenario que hay que mantener para justificar inversiones de
capital extranjero –y nacional- sin responsabilidad social, para aplicar funcionarios
infructuosos que son especialistas en proyectos de asistencialismo, y para
destinar inversiones que mitigan las llamas pero que sostienen el necesario
estado de atraso (el fuego sigue vivo en el subsuelo). Todo, convertido en
circunstancias precisas, caldo de cultivo adecuado para quienes han de heredar o
retomar cacicazgos y sostener la tarea de gobernar conservando vigente la
esperanza inútil.
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