Por Diego Luis Carabalí C.
Periodista Independiente
Los colombianos somos así, es una
frase que se utiliza diariamente en nuestros diálogos, controversias,
reflexiones y meditaciones; pero ese ‘los colombianos somos así’, lo único que
hace es confirmar que así somos.
Durante estos días en el Cauca,
los hechos acaecidos en los territorios indígenas, que mostraron cómo la
disputa por un territorio, por unos ideales y por un dominio total de intereses
enmarcados en distintos factores, han dejado sentimientos encontrados: satisfacción
para quienes se identifican con dicha lucha o indignación por las humillaciones
a que fue sometida la fuerza pública. Pero hay otro amplio sector que no opina
porque no quiere tomar partido, o quizás porque no le preocupa dicha situación;
y quizás finalmente también hay que tener en cuenta a aquellos que hacen parte
de los territorios pero que no les importa ni lo que pasa, y mucho menos lo que
pueda pasar.
Hasta el momento son muchos los
actos de dialogo, de intentos de acuerdo sobre los diversos intereses, pero es
poco lo que se avanza por lo complejo e inmanejable de los temas.
Días después, con aparente calma
en la región del Cauca, nos ocupamos de lo que nos podría representar la
participación de un grupo de hombres y mujeres deportistas, dirigentes,
gobernantes y demás actores que conforman una delegación para unas justas tan
importantes del nivel olímpico; la verdad, ése entusiasmo no era en vano, tenía
su razón de ser, pues los colombianos somos así, luchadores, sufridos,
“verracos “y echados p’lante pase lo que pase y he ahí los resultados
históricos que hoy ponen en lo más alto a ese grupo de colombianos unos con más
recursos que otros ,pero al fin y al cabo, afectados por la precaria inversión
que hace el Estado en el deporte colombiano; deportistas sin apoyos económicos,
sin un techo propio, sin pistas ni escenarios dignos y acordes a lo que
representan para el país y el mundo.
Porque de contrastes vivimos,
precisamente por ello, porque ayer soñamos, hoy celebramos o lloramos y mañana
fácilmente olvidamos. Quizás esa sea la clave para no sufrir eternamente o
quizás creernos que lo tenemos todo, que lo logramos todo, que en Colombia no
pasa nada o que en Colombia todo está en orden; la verdad es otra; en Colombia aún
nos falta mucho para no decir que todo.
Unas horas después, en medio de
la guerra que se sigue enfrentando en nuestra patria querida Colombia, seguimos
soñando gracias a la participación de nuestros gladiadores en los campos y
escenarios del país británico sede de los juegos olímpicos 2012.
Al despertar o quizás sin
dormirnos, aún escuchamos los estruendos causados por la explosión de petardos y
carros-bomba con los que se busca destruir puentes, estaciones de policía,
bases militares, establecimientos públicos, torres del sistema eléctrico y
mucho más. Lamentablemente los colombianos somos así; y como somos así, aún no
logramos salir de un “viacrucis” y ya entramos al otro, hoy lloramos unos con más
sentimiento que otros la desaparición del gran maestro Jairo Varela Martínez,
un hombre sabio de la música que en medio de sus contrastes de vida, luchó por
sus ideales y alcanzó un lugar muy alto en la esfera mundial, gracias a sus
letras y canciones compuestas e interpretadas por esa amplia gama de músicos
que durante más de treinta años han hecho música de la buena; música que
perdurará por siempre y que en el cielo, si tiene la oportunidad, podría
dirigir esa gran banda de sabios musicales que ya se encuentran en el más allá
disfrutando del privilegio otorgado por el Altísimo.
Sólo nos queda seguir soñando en que
algún día este país mejorará, quizás no estemos para vivirlo y contarlo; pero
allí estarán nuestras generaciones futuras para que lo disfruten y sigan
construyendo, ya no un país de contrastes, sino de vivencias lógicas, donde
todos quepamos sin pretender sacar a unos del territorio para acomodar a otros,
donde la oportunidad de trabajo sea un verdadero derecho por la dignidad
humana, donde la salud y la educación no se mendiguen y donde nuestras
potencialidades intelectuales y demás, sean verdaderamente valoradas y
aprovechadas convirtiendo a Colombia en un verdadero estado social de derecho.
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