Un contraste de sentimientos entre
el dolor y la emoción de recordar su música, se agolparon en el alma de quienes
nos paralizamos en torno a conocer los pormenores de la apoteósica despedida
que le rindieron los caleños al más grande compositor de salsa que haya
existido.
La quinta, a la que tanto tributo
le rindió en sus canciones, se vistió de miles de gentes y un monumental
recorrido sin precedente alguno. Programado para dos horas, se postergó por dos
horas más, antes de las cuales hubo que acelerar el recorrido para que el
maestro no llegara demasiado tarde a su última cita.
El reloj marcaba las 5:45 p.m. cuando los gritos de los otros miles que esperaban el féretro en el Campo Santo Metropolitano del Sur, alertaron sobre la llegada del cuerpo sin vida de Varela. Pareciese que miles de salseros se hubieran dado cita, pero esta vez no para disfrutar con su música, sino para con la consternación que se agudizaba, devolverle un poco de la alegría que con sus composiciones le regaló al mundo. La cita ya no era ni en Juanchito ni en Menga, menos en la novena, sus seguidores cambiaron esta vez los “rumbiaderos” por la homilía, y conscientes de que tal vez era retrasado el homenaje, pero mejor tarde que nunca, dieron lo mejor de sí para demostrar cuán conmocionados estaban por la partida del más grande.
Luego de superar su propia prueba
de fuego al haber salido adelante en medio de difíciles situaciones que le
obligaron a enfrentarse al mundo, despojándose de su terruño para emprender una
aventura que pese a sus éxitos solo alcanzó su mayor gloria paradójicamente
después de su muerte, todos recordamos el dolor con el que tuvo que haber
llorado lágrimas del corazón, al sentir que defender su país con sus principios
e ideales, porque terminar como él entre cadenas, soportando cuatro largos años
de los seis a los que fue condenado a prisión, que no fueron suficientes para
desaparecer la imborrable huella de sus composiciones y como todo en su vida
esa amarga experiencia se convirtió en una excusa para cantarle incluso a quien
lo envió a la cárcel.
Esa fue su vida, una serie de anécdotas propias y ajenas narradas a través de canciones, con las cuales muchos bailaron sin entender tanta profundidad en una composición que maquillada con ritmo musical y adornada con instrumentos, podía ser una historia de dolor o alegría, que no solo su Cali pachanguero y Buenaventura y Caney disfrutaron, sino que los salseros del mundo escucharon sin escaparse ni las majestuosas plantas de sonido en nueva york y otras partes del mundo, las cuales marcó con ritmo y letra de sus canciones, donde era apetecida su orquesta que protagonizó cientos de conciertos en la tierra.
Al momento de su partida las
estaciones radiales sintonizaron al unísono sus canciones, mientras que las multitudes
le hacían su despedida, pero el dolor de personas como Alexis Lozano su amigo y
rival, no entendía para que podía servir tanta majestuosidad, si el maestro ya
no estaba con nosotros y en vida se le negó un merecido homenaje, el cual ni el
fiscal Valdivieso que sin titubear lo mando a la cárcel, lograría convocar,
pues el mismo Varela lo sentenció con su música diciéndole “que por esa acción
indecente no te va seguir, no te va seguir mi gente”.
Lo cierto es que Varela partió dejando el vacío de no contar más con su formidable inteligencia para la música, el majestuoso homenaje póstumo que se le rindió marcó su grandeza, avenidas y monumentos de ahora en adelante llevaran su nombre, algo que sus familiares y amigos agradecerán, pero estoy seguro de que el maestro Varela hubiera podido agradecer en vida semejante acompañamiento, en momentos importantes para su vida como la celebración de los 30 años de vida artística de su Grupo Niche, evento que en contraste con su sepelio no contó ni con la tercera parte de quienes salieron consternados a darle el último adiós.
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