Jaime
Vejarano Varona (*)
Al maníaco presidente de Venezuela ya no le gustó la figura
históricamente aceptada de nuestro Libertador Simón Bolívar, sino que ordenó le
fabricasen una para su uso exclusivo.
Y la ciencia cibernética, puesta incondicionalmente a su servicio,
desenterró un esqueleto de ni se sabe quién, le elaboró un cutis y le implantó
una máscara.
Y, “allí lo tiene como lo ordenó, mi coronel Chaves”.
Ya no valen las descripciones de quienes lo conocieron de cuerpo
presente: Perú De Lacroix, o el General Páez; ni los retratos elaborados por aquellos
artistas para quienes posó personalmente Bolívar: el francés Roulin, el
venezolano Tito Salas, el colombiano Espinoza, el peruano Gil de Castro, el
otro venezolano Fernando Salas, el italiano Meuci, el francés David D´Angers y Alfredo
Boulton, entre muchos más.
Para quienes quisiéramos tener una imagen clara, definida y
clásica de la fisonomía de nuestro máximo héroe americano, es desconcertante la
profusión de interpretaciones orales, escritas, pictóricas o esculturales que
nos muestran los artistas exégetas de su identidad.
El investigador ecuatoriano Manuel Arocha, en su obra Iconografía del Libertador, nos
presenta 102 estampas, todas con rasgos muy peculiares, junto a una serie
descriptiva de las distintas apreciaciones acerca de la fisonomía de Bolívar. (Véase
en recuadro separado la diversidad de detalles físicos atribuidos a Bolívar).
Pues bien, con tales características y descripciones, pienso yo
que más que a la paleta de un pintor habría que dejar a la imaginación de un
poeta el conjugar tan disímiles rasgos físicos para crear un mito.
La estampa de Bolívar se encuentra interpretada fatigantemente en
óleos, litografías, pirograbados, miniaturas en marfil, bordados en seda,
porcelanas, esmaltes, bustos, medallones, condecoraciones y timbres de correo, amén
de una infinita estatuaria.
Hallándome en tal estado de perplejidad para definirme por algún
modelo, vino en mi auxilio una preciosa publicación lujosamente editada por la
imprenta Cordani de Milán (Italia), con un tiraje de tan solo 2500 ejemplares,
distribuida al mundo en Canje por la Librería del Congreso de los Estados
Unidos de Norteamérica, que constituye una joya bibliográfica, la cual me
siento orgulloso de poseerla.
Se trata del libro titulado “El
Arquetipo Iconográfico de Bolívar”, cuyo autor es Alfredo Boulton, que se
resuelve sin duda alguna por el dibujo a lápiz y de perfil, elaborado por el
francés Francois Desiré Roulin y que lleva la famosa inscripción de su propia
mano que dice “Gral Bolívar desinné d’apress nature a Bogotá, 15 freviere
1828”.
Este dibujo aparece en el “Papel Periódico Ilustrado” de los años
1881-1882 con un hermoso epígrafe del poeta José Joaquín Ortiz y que comienza
así: “Ese que veis ahí, trazado con
débiles líneas por mano de la Amistad, es el retrato del grande hombre, el
Libertador de Suramérica Simón Bolívar”. Su frente está surcada por hondas
arrugas, sus ojos de águila parecen amortiguados y revelan profunda meditación
que se pinta en la languidez de sus labios … todo su aspecto revela el estado
de un alma atormentada de la cual huyeron las esperanzas halagadoras … y por
eso lo envuelve un triste aire de melancolía.”
Este boceto sirvió como guía para los bustos y estatuas de
Bolívar, hechos en mármol por Tenerani uno de los cuales reposa en el Panteón
de Los Próceres de nuestra ciudad, Popayán, traído por el General Mosquera de
Italia y por el cual pagó 220 escudos de su propio peculio.
Así, pregunto al coronel
Chávez: ¿era necesario recurrir a un cráneo prestado para revestirlo con
un rostro imaginario y crear un nuevo Simón Bolívar, a su antojo?
* De la
Academia de Historia del Cauca
* De la
Sociedad Bolivariana de Colombia
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