Por Juan Manuel Galán
"Lo que vive por estos días el Cauca no es nuevo ni responde
únicamente a la voluntad de sus actores": senador Juan Manuel Galán
(Partido Liberal).
Bogotá D.C., julio 23 de 2012.-El conflicto entre el Gobierno
Nacional y los indígenas del Cauca ha cubierto la atención de los medios de
comunicación. Por un lado, la Fuerza Pública se desplegó en este departamento,
como respuesta a los constantes hostigamientos del Sexto Frente de las FARC y a
los ataques en Toribío, Miranda y Jambaló. Por otro, la guardia indígena del
pueblo Nasa ha respondido desmontando puntos de control policiales en la zona
urbana de Toribío, desalojando a las FARC y tomándose un cerro de
telecomunicaciones en el que acampaban tropas del Ejército.
Esta situación ha sido aprovechada para denunciar el
debilitamiento de las Fuerzas Armadas, el avance de la guerrilla, las
infiltraciones en organizaciones indígenas y en general, para crear un clima
polarizado en torno a una situación que no es nueva, pero necesita nuevas
formas de solución. Esta crisis de orden público en el Cauca merece un análisis
sereno y pausado que vaya más allá del perverso interés de tomar ventaja de la
situación y busque una manera de alinear la necesidad de seguridad de los
colombianos y el respeto por la autonomía de los pueblos indígenas, con un
objetivo que todos tenemos en común: desarticular a la guerrilla y sus
prácticas violentas, y al narcotráfico como su principal fuente de sostenimiento
económico.
Es la historia de un pueblo que por años se ha mantenido en pie de
lucha y resistencia frente a fenómenos como la propiedad de la tierra, el auge
de los cultivos ilícitos, la minería ilegal, las bandas criminales, la
presencia guerrillera y adicionalmente ha tenido que lidiar con debilidades
institucionales como la corrupción y la politiquería, y sus consecuencias. Las
relaciones entre los indígenas y el Estado colombiano se han tornado
conflictivas debido al incumplimiento mutuo de compromisos. Adicionalmente, es
necesario tener en cuenta las condiciones topográficas de un departamento que
facilita las acciones criminales de la guerrilla y la presencia de cultivos
ilícitos. Finalmente, la desarticulación en las organizaciones indígenas pone en
riesgo su estructura jerárquica, la homogeneidad de su movimiento, el
reconocimiento de su autonomía en el manejo del territorio y el de sus
autoridades tradicionales. Todo esto, dentro del marco de un conflicto armado
que ha traído ataques perpetrados contra indígenas de la etnia Nasa, como Tacueyó,
El Nilo, y la masacre en el municipio de Corinto.
Los análisis maniqueos entre buenos y malos se agotan muy rápido.
Ante un nuevo esfuerzo de diálogo y concertación que no es el primero, se
requieren mecanismos de verificación e indicadores en los acuerdos para que las
partes cumplan. El comportamiento de nuestras Fuerzas Armadas ha sido ejemplar.
En oposición a aquellas voces de agitación que las censuran, quiero hacer un
público reconocimiento al manejo que le han dado al desalojo llevado a cabo por
los indígenas paeces. Los hechos en el Cauca han mostrado una política militar
institucional de respeto a los derechos humanos, y la tropa ha dejado ver que a
pesar de las agresiones que han sufrido, responden de forma digna, sin
agresiones ni con el poder de las armas, sino todo lo contrario, ratificando
una posición de dialogo y respeto frente a los indígenas y al mismo tiempo, de
constante vigilancia y ataque frente a los criminales de las Farc.
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