Rodrigo Valencia Q,
Especial para Proclama del Cauca
R—¿Has visto la
película de Alan Parker, PInk Floyd, El Muro?
A—Por supuesto; es
un referente importante dentro de mi gusto musical, a quienes considero unos
adelantados a un despertar y toma de conciencia con su arte.
R—Es
un film con fuerza contundente; toda la poética del trauma existencial encuentra
ahí su mejor expresión. Un grito paranoico, expresionista, desgarrador, recorre
esas imágenes musicales, conspirando contra la ingenuidad de este mundo, que se
cree en seguridad perpetua.
A—El mundo en que
vivimos necesita de este clase de mensajes, aplicables y necesarios en nuestras
vidas modernas. La pugna entre la alienación de la cual somos
"victimas", o parte principal, y una toma de conciencia responsable y
oportuna se debe gestar en nuestras calles, casas y núcleos sociales. Sin
embargo, es difícil, complejo: exige un sobreesfuerzo; pero es vital mantener
la guardia y aprender de cada uno en su propio mundo, ante el espejo-imagen que
nos ofrecen los demás. ¡Qué fuerza necesitamos para no perecer! ¡Cuánto poder
nos hace falta para seguir en esta vida sin bajar la guardia! Pero aquí
estamos, aún vivos, en nuestra intimidad, intentando ser, ocupados siendo, ¡velando
por nuestras conciencias! “Quien salva una vida, salva la humanidad”. ¿O acaso
no es así?
R—La conciencia es un resto de manipulaciones. La
frase "nadie sabe para quién trabaja" se adecúa perfectamente a las
circunstancias. Erráticas visiones atropellan la racionalidad; la autoridad de
toda índole también es producto subterráneo. El "hombre de la
caverna", de Platón, puede ser aquí cara alegórica, presente entre los
oscuros acontecimientos que, como un maremágnum, arrastra desde el niño al
adulto más sagaz. Todo es una confabulación abanderada por la oscuridad; y los
verdaderos directores de la fábula, en la más absoluta ausencia pública,
planean sus marrullas tras bambalinas. Llevamos siglos en esta fiesta,
mascarada total. Con la aquiescencia de los medios, la educación, las
religiones, la falsa cultura y la fanfarronería de la
"respetabilidad" que nos inculcan. Llevamos siglos apostándole a un
juego inicuo, avalado por la sofistería, los discursos académicos, la
apariencia de seguridad, los cantos jubilosos, la prepotencia de los poderosos,
la mansedumbre de los humillados. ¿Quién puede alzar el rostro entre tanta
confusión y alarde de presuntas "realidades"? ¿Quién puede acostarse
con la seguridad de haber visto durante el día el rostro de la realidad? La
orquesta está magistralmente dirigida, amigo; todos tocan a la perfección su
partitura, el rigor del pénsum y el libreto no lo cambia nadie. Somos entes
amaestrados por el sistema; a la oscuridad de la caverna no asoman los que
pueden iluminar la historia. Otro cuento se necesita para quebrar todas las
alienaciones; los redentores de la raza no han llegado... las mitomanías se
tomaron el lugar de las reverencias más sonoras. Todo ser humano es un proyecto
que pugna entre apariencias, logros y desgracias, un experimento que sólo cada
quien puede iluminar con el espíritu, allá, en el fondo de su conciencia.
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