Por: Andrés Hoyos
La conmoción que ahora vive el Cauca es dolorosa e intrincada,
pero todo empeora cuando gente muy docta y muy graduada da rienda suelta a su
imaginación y formula explicaciones u ofrece soluciones absurdas.
Se dice que el problema es
histórico, que la culpa empieza con Sebastián de Belalcázar. Hombre, hablar de
siglos no deja de ser tentador, pero ¿de qué sirve? Así un problema tenga
siglos — ¿y cuál problema serio no tiene raíces centenarias? — su tratamiento y
posible solución deben ser presentes y, por ello mismo, tienen que ir en
contravía de la historia. A la historia en estos casos hay que consultarla
primero e ignorarla después.
Los dirigentes nasa y muchos de sus amigos aseguran que la guerra
que viven es ajena. Pues bien, toda guerra es ajena hasta que deja de serlo.
Dicho de otro modo, si la guerra se libra en tu territorio, si para ella
reclutan a tu gente, a tus niños, y matan a tus amigos, esa guerra te
involucra. Los gitanos sin duda pensaron que la guerra de los nazis les era
ajena hasta que empezaron a exportarlos en masa a los campos de concentración.
Con la misma lógica se podría decir que la guerra que hoy vivimos
en Colombia no es colombiana, pues tiene su origen en la degeneración criminal
de la utopía de un filósofo alemán decimonónico y se financia desde hace un
cuarto de siglo con los réditos que produce una prohibición justificada por una
ideología cripto-racista hoy vigente en Estados Unidos. Igual, esta guerra hay
que pelearla mientras dura.
Si no existieran las Farc, el conflicto del Cauca —departamento en
el que la mayoría de la gente no es nasa— sería un ejemplo clásico de presión
popular para que el Estado cumpla con lo suyo y deje vivir. Pero ahí están las
Farc, presentes en el departamento no de ayer sino desde hace más de 40 años, y
ahí está el maldito narcotráfico. Con esas dos realidades adicionales, todo
cambia. Para las Farc, el Cauca es sobre todo un gran negocio, además de un
santuario estratégico y de salida al mar de unas rutas del narco, y no van a
irse a menos que alguien los obligue por la fuerza de las armas.
El orden de los factores en este caso sí altera el producto.
Cuando las Farc se vayan del Cauca, el Ejército no tendrá razones para hacer
mayor presencia allí. La dura realidad, sin embargo, es que los nasa han
intentado infructuosamente expulsar a las Farc de sus territorios, con actos y
con cartas como la que le enviaron por estos días a Timochenko. Piénsese en el
dilema que enfrenta un guerrillero indígena: de un lado le prometen azotes; del
otro, fusilarlo por desertor. ¿Cuál ley va acatar? Aunque los nasa tienen una
historia de lucha muy respetable, el quid del asunto es que los colombianos
tenemos que tomar partido en nuestro conflicto, así sea un partido crítico, no
incondicional. Pretender equiparar a todos los “actores armados”, como hacen
ellos, desvirtúa sus reivindicaciones, y pedir la expulsión del Ejército del
Cauca equivale a pedir una capitulación.
La matriz DOFA sugiere que se puede hacer de una amenaza una
oportunidad. Simplifiquemos al extremo esta posibilidad: si la inmensa mayoría
de los colombianos, empezando por los indígenas, queremos un Cauca libre de
violencia, tenemos que expulsar a la guerrilla del departamento y del país.
Para hacerlo es preciso secar sus fuentes de financiación acabando con la
inmoral guerra contra las drogas. Cualquier otra cosa equivale a pensar
peligrosamente con el deseo.
@andrewholes
Publicado originalmente en: http://www.elespectador.com
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