Por: Luís Barrera
Algunos analistas de la actual
situación y crisis vivida en el Cauca a raíz de las posiciones y actitudes
asumidas por las comunidades indígenas ante las Fuerzas Armadas y los
hostigamientos de los violentos a las poblaciones inermes, se han venido preguntando
sobre el papel del gobernador de los caucanos, Temístocles Ortega Narváez, en todo este embrollo.
Hay quienes opinan que el
mandatario seccional debió haber jugado un rol más protagónico en la búsqueda a
las soluciones y salidas de la problemática en el departamento y que inclusive
debió ser mucho más contundente y claro en las exigencias al gobierno nacional
para haber evitado todo este desgaste de gobernabilidad y bajo golpe a la dignidad
misma de la patria ante tanta afrenta e irrespeto a las fuerzas del orden.
Parodiando un poco la exitosa
telenovela de Caracol ¿Dónde carajos está Umaña...?, muchos caucanos quizá
también se pregunten ¿Dónde carajos está Ortega…?.
Gobernar al Cauca en las actuales
condiciones es mucho más complejo y está lleno de sensibilidades y yo soy de
los que creo que Temístocles Ortega en este caso tan azaroso e incómodo lleno
de contradicciones y contrariedades expectantes, de dudas y sospechas, señalamientos
y cuestionamientos, ha sabido actuar con prudencia.
Curtido por las lides de la
política no creo que en vano vaya a tirar por la borda su experiencia y
madurez, sin desconocer que como gobernante le toca echar de la mano a la
prudencia que puede convertirse en estas horas azarosas en la virtud de la
razón, no especulativa, sino práctica: la cual es un juicio, pero ordenado a
una acción concreta ante la responsabilidad que tiene como mandatario de los caucanos.
La prudencia es la virtud que nos
impide comportarnos de manera ciega e irreflexiva en las múltiples situaciones
que debemos sortear en la vida. Una persona prudente se caracteriza por su
cautela al actuar, lo que para algunos puede resultar ladino o de doble faz, la
cual es resultado del alto valor que le da a su propia vida, a la de los demás
y en general a todas las cosas que vale la pena proteger.
Y digo que Ortega Narváez, en la
crisis del Cauca que si bien es cierto le ha faltado mayor liderazgo, por la
dignidad que representa, se le abona porque ha sabido cuándo hablar y cuándo
callar, y cuándo actuar o abstenerse de actuar, basta ponerse en sus zapatos
para asumir una responsabilidad.
Por un lado es gobernador de
todos los caucanos, recibió el aval y apoyo político de gran parte de las
organizaciones indígenas que hoy levantan su voz al Estado para reclamar más
derechos y respeto a su territorios, y por el otro, debe actuar al lado de la
legalidad y las Fuerzas Armadas que están para defender el orden constitucional,
la paz y la tranquilidad de la sociedad que le exige tal sentido de la moderación
y el equilibrio, demostrándonos que la prudencia es la más auténtica expresión
de la sabiduría natural de la vida.
El ser prudente en un departamento
tan convulsionado como el Cauca obviamente no significa tener la certeza de no
equivocarse, por el contrario, el funcionario prudente, con demasiadas responsabilidades,
mucha veces ha errado, pero ha tenido la habilidad de reconocer sus fallos y
limitaciones aprendiendo de ellos. Sabe rectificar, pedir perdón y solicitar
consejo.
Hay que tener temple y entereza
para no gobernar al Cauca a base de miedo, y esto es muy es muy eficaz cuando
el pueblo exige de sus gobernantes resultados concretos sin ambigüedades. El gobernador
Ortega deberá entonces, en adelante, convertirse en el garante más proactivo y
testigo de primera mano de los acuerdos que las organizaciones indígenas y el
alto gobierno del presidente Santos consensuen.
El miedo, la zozobra y la
inestabilidad hacen que no se reaccione, el miedo hace que no se siga adelante.
El miedo es mucho más fuerte casi, desgraciadamente que el altruismo, que el
amor, que el compromiso y la bondad. El miedo nos lo están dando todos los días
en los medios de comunicación quienes tienen que comentar y decir las
realidades que suceden en un sol que no se puede tapar con las manos.
Los caucanos que de un día para
otro nos cambiamos de la resignación sustituyéndola a la indignación, que de
pasivos, espectadores silenciosos, ahora todos hemos sido testigos, y
cómplices, de la tragicomedia que viven nuestras comunidades, esperamos
obviamente de nuestros dirigentes y gobernantes mayor sensatez a la hora de
tomar decisiones.
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