Por Pbro. Edwar Andrade
Párroco Iglesia Stma. Trinidad Santander de
Quilichao, Cauca
“De madrugada, cuando todavía estaba muy
oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario, y allí se puso a hacer
oración” (Marcos 1,
35)
En privado: íntimamente. La oración
comunitaria no sustituye la oración personal (Mc 1, 35). “Tú en cambio, cuando vayas a
orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que
está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt
6,6).
Sin egoísmo:
con
humildad. “Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo
en vuestras pasiones” (Santiago 4,3).
En su
voluntad: Con
obediencia y sumisión “En esto está la confianza que tenemos en él:
en que, si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos
escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que le hayamos
pedido” (1 Carta de Juan 5, 14-15).
En el
Espíritu: cuando hay
oración en lenguas: “Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza.
Pues nosotros nos sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu
mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” Rom 8, 26. En la oración prolongada, difícil,
fatigosa pero profunda, confiada en el Espíritu Santo, nos unimos de manera
fatigosa, pero verdadera con los gemidos de todos nuestros hermanos, con los
que participamos interiormente, liberando nuestro corazón para servirles en la
justicia. Aquí es donde nace el verdadero servicio a los demás, que no es
simplemente expresión de una compasión inmediata o de un entusiasmo rápido que
muy pronto se viene abajo, como sucede con frecuencia; es un servicio que ha
ido madurando en un gemido profundo, que nace de la contemplación de la
insensatez de la situación humana y de la apertura a los demás, que la fuerza
de Dios suscita con su Evangelio y a la que aspiramos y nos gustaría arrastrar
con nosotros a todos los que de aluna manera participan de este gemido interior
de nuestra oración. Sólo el espíritu puede enseñar a orar, y él está dispuesto
a comunicar este precioso don a los hombres.
Confianza: Orar con fe “Por eso os digo: todo cuanto
pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis” “Y todo
cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis”.
Con
prelación: cuando
alguien visita nuestra casa lo atendemos con exclusividad, no mientras
cocinamos o leemos un libro. De igual manera, la oración debe tener su momento
especial e independiente. “Atiende a la voz de mi clamor, oh mi Rey y
Señor” (Salmo 5,3) “Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra
en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí en
lo escondido; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt
6,6); “Me adelanto a la aurora y pido auxilio, en tu Palabra espero” Salmo
119, 147.
Permanente: No es solo los días laborales, ni
cuando estamos de vacaciones. Debe ser
todos los días “Orad constantemente, en todo, dad gracias, pues esto es lo que Dios,
en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1 Tesalonicenses 5, 17-18) “Estad
en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo
lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre” (
Lc 21,36).
En
comunidad: Somos el
cuerpo de Cristo y para él nos congregamos. Jesús nos dice “Os aseguro también que si dos
de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere,
lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos”(Mt 18, 19). Debemos
procurar que sea con alegría para no
desanimarnos y no caer en la tentación “Velad y orad, para que no caigáis en
tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26,
41).
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