martes, 18 de septiembre de 2012

Hay que meterse en el cuento de la Paz


Por Luis Barrera
Editor Proclama del Cauca


En el Cauca y en Colombia  quien no esté metido en el cuento de la Paz está Out. De un momento para acá, desde que el presidente Juan Manuel Santos Calderón decidió anunciar oficialmente el inicio de los diálogos en su segunda fase con las FARC explorando alternativas para ponerle final al conflicto armado con este grupo insurgente, el tema obligado en todos los ámbitos es la búsqueda de la paz.

Está demostrado por las experiencias que vivimos cotidianamente en nuestro departamento, que con la paz y el diálogo se construye mientras que con la violencia se destruye.

La convivencia social en el Cauca ha estado siempre llena de altos grados de violencia directa e indirecta y de agresiones sociales y políticas, que han profundizado la enemistad, los egoísmos, las luchas por los poderes locales y seccional entre los distintos sectores, estimulando el enfrentamiento disimulado y el combate con toda clase de trapisondas y argucias para imponer sus intereses.

A diario, en todos y cada uno de los medios de comunicación conocidos, nos encontramos con artículos y noticias, sucesos y crímenes, que se dan a lo largo y ancho de nuestro departamento y que, por lo general, sobrecogen a una gran parte de la población.

Por el contrario, la parte restante, los violentos, los perversos y malandros, se encuentran ocupados cometiendo mil y una aberraciones contra las comunidades, los individuos y sus derechos.

Es por ello, que mantener la paz y la convivencia social es una obligación primaria para todos, desde nuestros hogares, pero en especial de los padres, pues es en el hogar donde se aprende a vivir y construir la paz; es allí donde los padres tienen la enorme responsabilidad de enseñar a los hijos que la PAZ y la LIBERTAD se ejercen participando, comprometiéndose con aquello que amamos.

Lo que se hace necesario puntualizar es cómo combatir, finalmente, es la extrema pobreza y que no es otra cosa el origen final de la exclusión social que padecen todavía miles de caucanos, especialmente indígenas, afros, campesinos, desplazados y desempleados en buena proporción.

Por eso a los caucanos y especialmente quienes tienen un mandato popular y ejercen un liderazgo en las distintas comunidades y sectores productivos, deben estar metidos hasta los tuétanos en el tema de la paz.

Y es que el cuento de la paz es para que todos lo leamos y escuchemos con mucha atención. Las propuestas para el logro de una nueva democracia ciudadana, para la diversidad y la interculturalidad, deben orientarse a un cambio social de las relaciones humanas y de las relaciones estatales, que provoquen una transformación del concepto moderno de poder como sinónimo de violencia, coacción, agresión, represión y exclusión.

No cabe duda de que la paz es algo muy frágil por lo que hay que trabajar pacientemente todos los días para conquistarla.

Mientras los caucanos en especial no respiremos el aire de la paz, difícilmente tendremos el ambiente propicio para alcanzar un verdadero desarrollo y bienestar de nuestros pueblos, la inversión privada será muy limitada y la presencia del Estado seguirá siendo vilipendiada.

Hay sin embargo, quienes piensan que la espiral cotidiana del Cauca con la violencia y la guerra son una realidad presente y permanente, frente a la cual consideran que sólo a través de ella es que se puede construir el futuro.

Este tipo de historia no puede continuar. Se requiere, entonces, de una alternativa, una propuesta completamente diferente y que parta de otros valores humanos, sustentados por una idea sobre la paz como un derecho inalienable a la vida, a la dignidad y a la coexistencia pacífica con los otros.

Un nuevo orden de vida mediado por la tolerancia, el diálogo, el respeto y para cumplir con este ideal se requiere de un nuevo código de conductas humanas: uno más ético, capaz de construir relaciones sociales más justas.

Es menester entonces que los distintos sectores de opinión nos metamos al cuento de la paz en la construcción de una verdadera cultura de la paz. Consistente en una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las comunidades u organizaciones sociales, teniendo en cuenta un punto muy importante que son los derechos humanos, así mismo respetándolos y teniéndolos en cuenta los tratados existentes.

Meterse en el cuento de la paz es trabajar por el respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación; el respeto y el fomento de la igualdad de derechos y oportunidades de mujeres y hombres.

Nos encontramos, pues, también frente a una sociedad en la que se le rinde culto a la violencia de todo tipo, a la exclusión social y a la marginalidad. Mostrándose, el Estado casi impotente para producir una solución que permita disminuir la permanente conflictividad en la que se desarrolla la vida ciudadana.

El audaz paso del gobierno del presidente Santos con las FARC, para poner fin a un conflicto armado de más de medio siglo, crea el optimismo y la posibilidad de vivir en paz y para la paz, pero que requiere de una sensible reflexión sobre el concepto político de poder, Estado y Derecho con el que se origina la sociedad colombiana.

En principio son conceptos basados en el orden de la fuerza, coacción y represión de la ley. Somos hoy por hoy una sociedad en las que se ha privilegiado el uso del poder, la violencia o la guerra, como instancia de socialización de las conductas humanas.

Para finalizar es necesario hacer una reflexión: si, en teoría, la especie humana es la única capaz de utilizar la razón, la única capaz de pensar y conocer las consecuencias de sus actos, ¿no es lo más lógico utilizar esta cualidad para vivir en armonía en lugar de andar por ahí destruyéndonos los unos a los otros? Es más, ¿para qué soñar con una patria mejor pudiendo actuar? Basta de sueños y de deseos inalcanzables, no existe nada imposible, pero tampoco se consigue nada sin luchar: “el que algo quiere algo le cuesta”. ¿Queremos un país mejor? Construyámoslo.

Como bien dijo el famoso pacifista hindú, el mahatma Gandhi: “no hay caminos para la paz, la paz es el camino”. Así que hagamos de la paz nuestro camino y hagamos de nuestro departamento y país unos lugares de los cuales estemos orgullosos de vivir.

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