Por Luis Barrera
Editor Proclama del Cauca
En el Cauca y en Colombia quien no esté metido en el cuento de la Paz
está Out. De un momento para acá, desde que el presidente Juan Manuel Santos
Calderón decidió anunciar oficialmente el inicio de los diálogos en su segunda
fase con las FARC explorando alternativas para ponerle final al conflicto
armado con este grupo insurgente, el tema obligado en todos los ámbitos es la
búsqueda de la paz.
Está demostrado por las
experiencias que vivimos cotidianamente en nuestro departamento, que con la paz
y el diálogo se construye mientras que con la violencia se destruye.
La convivencia social en el Cauca
ha estado siempre llena de altos grados de violencia directa e indirecta y de
agresiones sociales y políticas, que han profundizado la enemistad, los egoísmos,
las luchas por los poderes locales y seccional entre los distintos sectores, estimulando
el enfrentamiento disimulado y el combate con toda clase de trapisondas y
argucias para imponer sus intereses.
A diario, en todos y cada uno de
los medios de comunicación conocidos, nos encontramos con artículos y noticias,
sucesos y crímenes, que se dan a lo largo y ancho de nuestro departamento y
que, por lo general, sobrecogen a una gran parte de la población.
Por el contrario, la parte
restante, los violentos, los perversos y malandros, se encuentran ocupados
cometiendo mil y una aberraciones contra las comunidades, los individuos y sus
derechos.
Es por ello, que mantener la paz
y la convivencia social es una obligación primaria para todos, desde nuestros hogares,
pero en especial de los padres, pues es en el hogar donde se aprende a vivir y
construir la paz; es allí donde los padres tienen la enorme responsabilidad de
enseñar a los hijos que la PAZ y la LIBERTAD se ejercen participando,
comprometiéndose con aquello que amamos.
Lo que se hace necesario
puntualizar es cómo combatir, finalmente, es la extrema pobreza y que no es otra
cosa el origen final de la exclusión social que padecen todavía miles de
caucanos, especialmente indígenas, afros, campesinos, desplazados y
desempleados en buena proporción.
Por eso a los caucanos y
especialmente quienes tienen un mandato popular y ejercen un liderazgo en las
distintas comunidades y sectores productivos, deben estar metidos hasta los
tuétanos en el tema de la paz.
Y es que el cuento de la paz es
para que todos lo leamos y escuchemos con mucha atención. Las propuestas para
el logro de una nueva democracia ciudadana, para la diversidad y la
interculturalidad, deben orientarse a un cambio social de las relaciones humanas
y de las relaciones estatales, que provoquen una transformación del concepto
moderno de poder como sinónimo de violencia, coacción, agresión, represión y
exclusión.
No cabe duda de que la paz es
algo muy frágil por lo que hay que trabajar pacientemente todos los días para
conquistarla.
Mientras los caucanos en especial
no respiremos el aire de la paz, difícilmente tendremos el ambiente propicio
para alcanzar un verdadero desarrollo y bienestar de nuestros pueblos, la
inversión privada será muy limitada y la presencia del Estado seguirá siendo
vilipendiada.
Hay sin embargo, quienes piensan
que la espiral cotidiana del Cauca con la violencia y la guerra son una
realidad presente y permanente, frente a la cual consideran que sólo a través
de ella es que se puede construir el futuro.
Este tipo de historia no puede
continuar. Se requiere, entonces, de una alternativa, una propuesta
completamente diferente y que parta de otros valores humanos, sustentados por
una idea sobre la paz como un derecho inalienable a la vida, a la dignidad y a
la coexistencia pacífica con los otros.
Un nuevo orden de vida mediado
por la tolerancia, el diálogo, el respeto y para cumplir con este ideal se
requiere de un nuevo código de conductas humanas: uno más ético, capaz de
construir relaciones sociales más justas.
Es menester entonces que los
distintos sectores de opinión nos metamos al cuento de la paz en la
construcción de una verdadera cultura de la paz. Consistente en una serie de
valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los
conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante
el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las comunidades u
organizaciones sociales, teniendo en cuenta un punto muy importante que son los
derechos humanos, así mismo respetándolos y teniéndolos en cuenta los tratados
existentes.
Meterse en el cuento de la paz es
trabajar por el respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la
práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la
cooperación; el respeto y el fomento de la igualdad de derechos y oportunidades
de mujeres y hombres.
Nos encontramos, pues, también frente
a una sociedad en la que se le rinde culto a la violencia de todo tipo, a la
exclusión social y a la marginalidad. Mostrándose, el Estado casi impotente
para producir una solución que permita disminuir la permanente conflictividad
en la que se desarrolla la vida ciudadana.
El audaz paso del gobierno del
presidente Santos con las FARC, para poner fin a un conflicto armado de más de
medio siglo, crea el optimismo y la posibilidad de vivir en paz y para la paz, pero
que requiere de una sensible reflexión sobre el concepto político de poder,
Estado y Derecho con el que se origina la sociedad colombiana.
En principio son conceptos
basados en el orden de la fuerza, coacción y represión de la ley. Somos hoy por
hoy una sociedad en las que se ha privilegiado el uso del poder, la violencia o
la guerra, como instancia de socialización de las conductas humanas.
Para finalizar es necesario hacer
una reflexión: si, en teoría, la especie humana es la única capaz de utilizar
la razón, la única capaz de pensar y conocer las consecuencias de sus actos,
¿no es lo más lógico utilizar esta cualidad para vivir en armonía en lugar de
andar por ahí destruyéndonos los unos a los otros? Es más, ¿para qué soñar con
una patria mejor pudiendo actuar? Basta de sueños y de deseos inalcanzables, no
existe nada imposible, pero tampoco se consigue nada sin luchar: “el que algo
quiere algo le cuesta”. ¿Queremos un país mejor? Construyámoslo.
Como bien dijo el famoso
pacifista hindú, el mahatma Gandhi: “no hay caminos para la paz, la paz es el
camino”. Así que hagamos de la paz nuestro camino y hagamos de nuestro
departamento y país unos lugares de los cuales estemos orgullosos de vivir.
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