Gloria Cepeda Vargas
Una vez más Juan Manuel Santos
pone en evidencia su habilidad en el tablero. Después de calificar a Chávez
como “su nuevo mejor amigo”, hoy recibe en la Casa de Nariño a su contrincante
Henrique Capriles.
A pesar de que nuestro presidente
desconcierta, me pasman su mimetismo y ductilidad, “cualidades” indispensables
en quien se echa a rodar por las turbiedades de la política. De su pasado como Ministro
de Defensa de Uribe y su habilidad para llegar al poder cabalgando sobre la
popularidad del ex presidente, queda solo el recuerdo. Santos es un hombre
calculador, frío y pragmático. Fogueado en los entreveros políticos de aquí y
de allá y preocupado por conocer y escuchar, es el hombre que necesitamos en
este momento.
Atornillada durante muchos años
en un engranaje ideológico que personifican dos partidos solo diferentes en la
superficie, a fuerza de sufrir una de las más inequitativas maneras de vivir o
vegetar, atada férreamente a la costumbre y portadora de una caparazón que de
religiosa devino en fanática, Colombia se convirtió en un campo de batalla aceptado
durante mucho tiempo por propios y extraños y en paraíso del narcotráfico
continental. Nuestra sociedad va a misa en la mañana y luego se repantiga a
repasar en las páginas de los diarios la sucesión de las más crueles
atrocidades. Un funcionario inquisidor y oportunista como el procurador Alejandro
Ordóñez, reafirma la vigencia de nuestro pasado medieval. Todavía la sociedad
colombiana se hace cruces ante las tres causales que despenalizan parcialmente
el aborto pero duerme tranquila frente a los innumerables casos de mujeres
agredidas salvajemente por los píos varones colombianos. Todavía discutimos lo
que por simple sentido común forma parte de la cotidianidad en otras latitudes
y consumimos nuestro capital humano e intelectual cavilando en si calzará o no en
los principios de una moral de doble cara lo que se critica en público y se
celebra en privado. No en vano cohonestamos con nuestro silencio o acción la
existencia de uno de los parlamentos más cuestionados en la crónica de nuestros
desaciertos.
Lejos de Colombia pero conocedora
de las dos caras de la moneda, intuyo que cada éxito o innovación de Juan
Manuel Santos serán considerados como una agresión al legado de Álvaro Uribe.
Todavía no se le perdona su independencia de criterio a la hora de gobernar y
se ve como una traición inesperada el hecho de que ejerza sus funciones
contraviniendo los aspavientos explosivos de su antiguo mentor.
En cuanto a Henrique Capriles, es
diciente y aun beneficioso para su futuro político que un hábil jugador como es
Juan Manuel Santos, lo reciba a pocos días de las elecciones más perturbadoras
de los últimos tiempos en Venezuela.
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