sábado, 22 de septiembre de 2012

LOS ENEMIGOS DE LA COMUNIDAD CRISTIANA


Por Pbro. Edwar Andrade

Párroco Iglesia Stma. Trinidad Santander de Quilichao, Cauca

“Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir (Juan 16, 13).


Son muchos los cristianos que al comenzar a vivir en comunidad se dan cuenta de que la misma está muy lejos de vivir el mandato de Jesús “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”. ¿Dónde quedó la exigencia de este mandamiento cuando la envidia, los celos, la falta de solidaridad son “el pan nuestro de cada día”?

Los defectos más sobresalientes de nuestras comunidades en lo referente a la convivencia son: celos, envidias, arrogancia, partidismos, liderazgos negativos, prepotencia, individualismos, discusiones que no llevan a nada y frecuentemente generar divisiones y rencores.

¿Pudo la primera comunidad cristiana vivir el mandamiento del amor con absoluta fidelidad? ¿Qué significa realmente vivir el amor entre los hermanos? ¿Es posible vivir el relato de Hechos 2, 42-47? Dicho texto no es el único en el que se relata la vida de la primera comunidad. Ciertamente, la actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o rechazo de la gracia y el amor divino. No son las lenguas, ni las razas, ni las culturas las que nos dividen, sino la falta de amor. La verdad de una comunidad cristiana se mide por el grado de comunión profunda que existe entre sus miembros. Cuando en la comunidad existe amistad, unión, amor, servicio, es porque Dios la guía, porque se da testimonio al mundo, del amor de Dios. Pero donde obra el Espíritu Santo y se obtienen frutos, Satanás no permanece indiferente y trata de destruir la obra de Dios y su mejor estrategia es la división, llegando a utilizar algunos miembros de la misma comunidad. Jesús nos dice: “Todo país dividido en bandos enemigos, se destruye a sí mismo; y una ciudad o una familia dividida en bandos, no puede mantenerse” (Mt 12, 25).

Cuando el enemigo logra la división de una comunidad, ésta se destruye sola. El enemigo se vale de las debilidades humanas (chismes, envidias, odios, rencores, etc.) para alcanzar su objetivo; por eso debemos reconocer su estrategia para no ser cómplices por ignorancia de sus planes destructivos y contribuir a la división de nuestra comunidad. Hay que tener en cuenta que el que ama verdaderamente a Jesucristo no puede dejar de amar verdaderamente a la Iglesia, aunque esta se presente con un rostro adolorido, enfermo o debilitado.

¿Cuáles son algunos instrumentos de división de la comunidad cristiana?


A continuación reflexionaremos sobre algunos instrumentos de división, cómo se presentan y el daño que nos hacen como personas y a nuestra comunidad cristiana:

Críticas: en vez de fijarnos en Jesús, nos fijamos en la persona humana. Casi siempre esta crítica se hace secretamente, convirtiéndose en murmuración. La crítica hace daño a las personas que la oyen, pues las predisponemos contra quien se critica y a la persona de la cual se habla, pues dañamos su dignidad. Para evitar esto debemos impedir la crítica y la murmuración, ya que son el cemento que levanta las paredes que nos dividen y nos hacemos cómplices del rompimiento de relaciones entre hermanos. No debemos criticar, murmurar, ni tampoco escuchar críticas o murmuraciones contra nuestros hermanos. No haciéndonos cómplices ni propiciándolos ganamos al hermano con amor y oración. Como dijo Cristo: “habla con él a solas”, no a tus vecinos y amigos. Hablemos con la persona que actúa mal siguiendo lo que dice Mateo 18, 15- 17.

Las mentiras, falsos testimonios, exageraciones y adulteraciones: todo esto lleva al falso testimonio y a la difamación (Leer Zacarías. 8, 16-17). Exagerar la verdad es igual a mentir, sobre todo cuando se causa daño al hermano. Santiago dice: “Pues todos caemos muchas veces. Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo” (Santiago 3,2). De igual manera en Santiago 3, 5-10 encontramos: “Así también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego abrasa un bosque tan grande. Y la lengua es fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda de la vida desde sus comienzos. Toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos pueden ser domados y de hecho han sido domados por el hombre; en cambio, ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mortífero. Con ella bendecimos al Señor y Padre  y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma imagen proceden la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así” .Vemos que siendo la lengua tan pequeña puede hacer daño. Es así como conociendo el mal que podemos causar (hablando de más, hablando mal, o mintiendo), no debemos prestarnos a la división que por nuestra boca podemos originar. Tratemos de que nuestra vida sea luz y la luz consiste en caminar en la verdad “Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos” (1 Juan 2, 9-11) y en amar a los hermanos aunque en ocasiones nos sea difícil (nunca imposible).


No hay comentarios:

Publicar un comentario