jueves, 20 de septiembre de 2012

TEJEMANEJES CAPCIOSOS BAJO EL CIELO


Rodrigo Valencia Q
Especial para Proclama del Cauca

Ilustración: Astro rojo, pintura de Rodrigo Valencia Q

—Creo que para escribir un artículo sobre un cuadro abstracto hay que ser un intelectual. Un ser normalito no tiene la capacidad de ponerle lógica y sentido a ese puñado de formas en apariencia caprichosas.

Creo que ello reside simplemente en la libre capacidad de fantasear. No es más.

—Suena categórico; nada más que un ejercicio libre. Algo así como el artista hablándose a sí mismo. Cada cuadro abstracto es un monólogo.

—Algo así, puede ser. El "crítico" de turno se adjudica esa libertad, y los demás le creen. Vivimos en un mundo categorizado por seudoculturas, semiologías de academia y estratos intelectuales; cada quien pertenece a un orden oficializado por el gran estamento sociocultural, y este orden exige jerarquías, unos que "saben" y otros que no. Someterse a ello promueve y sostiene el engranaje de la maquinaria. Puras apariencias, tejemanejes capciosos bajo el cielo.

—Pero siempre se precisará de la crítica. Así sea para salvarnos de una que otra cosa mediocre y de la cual el autor no se da por enterado.

Sí, la crítica, con su fiera mirada a veces, separa los "malos" a la izquierda y los "buenos" a la derecha. Se precisan oficiantes de la exclusividad; así se "depura" o degenera la cultura, se delinean pautas, se encauza la mirada colectiva, se obliga a tomar conciencia y a redefinir los propósitos de la estética y el arte...

—Tú conoces críticos en la pintura y yo en la literatura, que han incluso mejorado las obras, o han ayudado a "lectores" a comprenderlas.

Le huyo a ese tipo de erudición. Ana María Escallón escribió interesantes artículos en el Magazín Dominical de El espectador en los años 90; y Marta Traba destacaba páginas de la revista Semana y de El Tiempo en los 60 y 70. No me intereso en ello; soy huidizo y volátil con esas cosas que no son mi mundo verdadero...

—En estos días leí que Alfonso Reyes, el gran prosista mexicano, salvó del incendio a una estatua que unos jóvenes intentaban incinerar. Por las razones que sean, la obra poética de Valencia ha tenido detractores a granel. O sea, que así como hay quienes mejoran una obra, otros tienen mil argumentos para decir que la obra no sirve. Se ha dado el caso de artistas olvidados que han sido rescatados por un excelente trabajo crítico. Hace unos años todavía se leía que don Ramón de Subiría escribió el mejor trabajo crítico sobre Antonio Machado, ponderado incluso en España. Es célebre el caso del crítico ruso que avizoró en la primera novelita de Dostoievski el iceberg del monstruo literario que luego sería.

Sí, suceden esas cosas; por ejemplo, al gran Juan Sebastián Bach prácticamente se le redescubrió en el siglo XIX; y fue Pablo Casals, en el XX, quien rescató del olvido sus famosas suites para violonchelo solo. Al final de cuentas, la historia se encarga de seleccionar a los que son y olvidar a los que no son. Alguna providencia maneja los hilos ocultos de la historia...

—No hay la menor duda de que el tiempo es el más sabio de los críticos.

—Crítico debe ser cada quien con su propia obra. Se debe tomar distancia, reflexionar, ejercer la duda, entender las capciosas jugadas de la subjetividad.

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