Jueves 20 de septiembre, 2012
De: Mario Pachajoa Burbano
Amigos:
Álvaro Thomas, caucano, ha escrito un libro sobre el connotado
pintor de Bolívar, Cauca, Augusto Rivera Garcés. Es una obra que hacia falta
dentro de la literatura biográfica colombiana ya que el Maestro Rivera está
considerado como uno de los máximos exponentes de su arte.
Álvaro Thomas nació en Popayán en 1936, hijo de Pedro Emilio
Thomas Tello y María Luisa Mosquera y Arboleda. Augusto se casó con la
arquitecta caleña María Eugenia Pérez Fernández. Arquitecto de la Universidad
del Valle, con postgrado en Urbanismo de la Universidad de Rotterdam, Holanda.
http://boverijuancarlospintores.blogspot.com/2011/10/augusto-rivera-garces.html |
Álvaro es un prolifero escritor de obras exitosas, en diversos
campos tales como: arquitectura, diseño ambiental, urbanismo, música, ecología,
pintura, culinaria, Teología. Fue uno de los que ayudaron a coordinar la obra
religiosa musical La Misa Patoja, que tuvo una gran acogida entre los patojos.
Durante casi treinta y cinco años, labor docente, investigativa y de Extensión
en la Universidad del Valle (Áreas de Arquitectura, Salud Pública,
Comunicación).
Margot Valencia de Prada ha tenido la amabilidad de facilitarnos
las palabras de Álvaro Thomas durante la presentación del libro mencionado
titulado Obra y arte de Augusto Rivera
Garcés del cual hemos tomado los párrafos siguientes:
http://www.museoarteeroticoamericano.org |
"Para aproximarse a Augusto como artista, amigo de los
amigos, esposo, padre y Bolsiverde raizal (así apodan en el Cauca a los hijos
del Macizo Colombiano nacidos en Bolívar) debe respetarse una personalidad
capaz de despetalar la Rosa de los Vientos, transformarla en la fragua de don
Eleuterio, el herrero de su pueblo, y proyectarla, como explosión de formas,
colores y posibilidades pictóricas, a un público cada vez más localizado y,
simultáneamente, globalizado."
"Una obra de arte no depende sólo de quien la padece al
proponerla. Juega poderosamente quien la aprehende: sea un esquimal, un cachaco
o un habitante de un pueblo colombiano montado en la montaña. Por eso resulta
tan difícil y complejo enfrentar el maridaje, jamás completamente resuelto (en
cuanto a la expresión de la imagen), entre la estructura pictórica, los medios
disponibles, el sentimiento personal y la propuesta visual como metáfora.
Augusto se enfrentó, resueltamente, a esa tensión y supo capotearla. Tanto en
términos universales como íntimos. Para ello debió hermanar su línea certera
con el borde indefinido; la expresión dominada por lo imprevisto y lo
previsible pacientemente construido; lo que inducía la crítica académica y lo
que sugería su corazón preñado de terruño."
"Trasegó todos los medios que ofrece la pintura y se hermanó
con ellos. Para él siempre fue un reto sostenerse en ese permanente equilibrio
inestable donde habita el artista. Por ello repetía: “Uno se muere y sigue
aprendiendo a pintar.” Sabía que la evolución nos había dotado con la
manipulación de símbolos, formas, colores, la voz, la narración y la
pregunta."
"Tenía otros dones que le complicaban el trasegar artístico:
los de gran conversador —lo molestábamos diciéndole que era Premio Nobel en
narraciones de precisión–-, además de artesano, teatrero, escritor, cocinero,
lector, latinista frustrado y fluido escritor. Su personalidad era la de un
cuentista, aspecto que la primera crítica no supo poner a jugar al enfrentar su
obra en Bogotá”.
Abriendo el vínculo siguiente se encuentra el texto del autor Álvaro
Thomas, en 22 páginas:
Nuestros agradecimientos para Rafael Tobar Gómez por darnos cabida
en su notable webSite "Popayán de Mis Amores" para el texto de Álvaro
Thomas.
Cordialmente.
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