miércoles, 18 de julio de 2012




EL OLVIDO ES UN ARMA EFECTIVA


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Locombiano

Apenas han pasado unos 20 días desde que cayó en desgracia la Reforma de la Justicia, descuartizada por todo el enjambre de avarientos en el Congreso y con la complacencia inicial de la abeja madre, el Ejecutivo. Todo el país y hasta el extranjero tacharon esa conducta como antidemocrática, oportunista, como chantaje camuflado. Hubo comentarios de académicos, gente de la calle y hasta en la sopa se encontraba uno con la imagen del orangután que salió de la “sabiduría” de los “legisladores”.

El gobierno, senado y cámara, y los conciliadores debieron darse golpes de pecho y juraron que no habían leído, que habían tenido buena fe, que todo había ocurrido a sus espaldas y que eso no volvería a ocurrir. La opinión pública pareció creer y quedó a la espera. Un colectivo de abogados y algún despistado empezaron a preparar como desagravio un referendo para revocar al parlamento. Nadie les puso cuidado.

Hoy amanecemos con otro engendro. Las inmensas mayorías del cuestionado Congreso quieren validar el nombramiento de los desaforados secretarios de senado y cámara con sendos sueldos supermillonarios y con un costal de sospechas en las espaldas. Pero el inefable Corzo pondrá en el orden del día la proposición el 20 de julio y dejará engrampado el erario para el oneroso pago a tales jerarcas de la sabiduría y la eficiencia.

Oh, golpes de pecho anteriores, Oh, frescura de los taimados congresistas que ayer pedían perdón por sus errores.

Pues, señores, no hubo tal arrepentimiento que dijeron hace unas cortas semanas. La cabra ha vuelto al monte. Ellos en su sabiduría saben que tienen el poder constitucional para hacer todo legal, como Midas. Y no les va a importar que la Nación les esté mirando de frente nuevamente. Como Merlano, como Mesa, como el jefe de tránsito en Bucaramanga, como el dueño de la fiesta de matrimonio en La Múcura, aquí no ha pasado nada. Todo fue un malentendido y que la gente se equivocó en las apreciaciones.

Más pudor tiene el perro cuando se orina en la vara de una banca de la iglesia y alguien le mete una patada. Sale corriendo con la cola entre las patas y gimiendo con una mueca en la comisura de la trompa. O como el gato cuando hace sus heces en la sala y antes de que la dueña lo repare, se apresura a esconderlo debajo de la alfombra aunque huela. En adelante el perro se cuidará de volver a misa y el gato mirará bien donde defeca.

Los animales, casi siempre, aunque no tienen reporteros que los delaten o abogados que se encarguen de justificarlos o jueces que embolaten el proceso, nos dan ejemplo de obrar sin engaño y de comer y ladrar cuando la decencia y la naturaleza se lo piden. Pero no comen en exceso ni se disfrazan de ovejas o palomas para que no les den sombrerazos.

Ah, el olvido de las masas, ah, la impotencia del pueblo. Ah, la viveza de los malos que encuentran siempre el portillo para entrar y salir cuando aparentemente nadie los observa.

18-07-12 - 9:17 a.m.

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